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Una hermana

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Sofia Brockenshire, Verena Kuri 
Guión: Sofia Brockenshire, Verena Kuri
Intérpretes: Sofía Palomino, Adriana Ferrer, Saúl Simonet, Sebastián Carbone, Mateo Giménez
Fotografía: Roman Kasseroller, Federico Lo Bianco, Andrés Hilarión 
Montaje: Laura von Bierbrauer, Sofia Brockenshire, Verena Kuri 
Producción: Sofia Brockenshire, Verena Kuri 
Duración: 68 minutos
Año: 2017


7 puntos


CUANDO TODOS MIRAN PARA OTRO LADO

Por Juan Cruz Bergondi

(@funcinemamdq)

Más allá de quién sea, una mujer desaparece. Es, desde luego, la hermana del título. Es también la hija de una madre. Y es la madre de un hijo pequeño. Por lo tanto, quien desaparece es una mujer -y quizá por ser mujer desaparezca-, un historia para cada uno de sus vínculos y una ausencia por cada amor. Al igual que la persistencia de ciertos fantasmas, lo que no tiene explicación atormenta el mundo de los vivos. La película de Sofía Brockenshire y Verena Kuri, presentada en el festival de Venecia, emparenta forma y contenido: todo gira en torno de un mismo agujero negro -y es imposible que deje de girar-.

Que se llame “una hermana”, y no “una hija” o “una madre”, da cuenta del punto de vista que adopta la narración -o el que hegemoniza el relato, ya que, a medida que el metraje avanza, uno advierte que no es el único-. Si se tratase de una muerte, más amable, por lo concreta, que una desaparición, sería distinto. En este caso, el tiempo se congeló: la madre no puede levantarse, el llamado del hijo que la reclama parece un rosario y para Alba, la hermana que busca sin descanso, cualquier movimiento es un camino a ninguna parte. Tras finalizar la primera secuencia -con el auto incendiado en medio del campo-, la línea se detiene: no llega siquiera a arrancar que la acción se hunde en el pantano.

Los otros personajes, aquellos que están fuera del círculo familiar, o son hostiles o, por indiferencia, son algo peor. Quien pretende mirar a un costado por si el barro salpica tiene tanta responsabilidad como el que calla lo que sabe. Ciertos indicios, desperdigados a lo largo de la trama, posibilitan una lectura. Al parecer Lupe no desapareció porque así lo quiso. Para el espectador que esté acostumbrado a los rastrillajes entre la maleza y las sirenas de policía que abundan en el cine estadounidense -si se trata de un espejo- puede que el situar la ficción en Argentina lo desubique: aquí, si no sale en los medios masivos de comunicación -porque la historia no tiene morbo o la familia carece de dinero-, a nadie le importa mucho lo que le pase a una mujer.

Aunque el cine no tiene que levantar una pancarta, se alimenta indefectible de los restos que la sociedad abandona. ¿Quién puede hablarle a una hermana de burocracia y paciencia? Alguno de los responsables debería hacerse cargo cada vez que un niño, a causa de lo brutal, de lo salvaje, de lo malvado, se queda sin mamá. A este western le falta un sheriff -y sucede que los hombres llamativamente han desaparecido-. Existen muchas películas donde el horizonte es un campo abierto, y el orden un sistema que restablecer. Pero en Una hermana todo está roto: el que vive en una casilla es posible que deba aceptar con impotencia que un día alguien por alguna cosa le falte. Quién sabe quién en este mundo desapareció la justicia.

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