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Clarividentes

Muy Buena


EL DOMINIO PLENO DE SU ARTE

Por Juan Cruz Bergondi

(@funcinemamdq)

Un inversor es tentado por un grupo de investigadores a confiar en la clarividencia de una mujer que habla otro idioma. Para probarle la veracidad del experimento, contratan a tres jóvenes quienes, ignorantes de lo que sucede y sin que nadie les dé una indicación especial, aceptan encerrarse en una Cámara Gesell para ser observados. Si nada es lo que parece, nada –o más bien todo- es lo que uno puede esperar para después. A partir de una sistemática serie de repeticiones y coincidencias, desvíos y sorpresas, el espectador debería dejarse llevar –que no quiere decir prestar una participación pasiva, sino lo contrario- por Clarividentes, la obra de Javier Daulte, donde cada instrumento aporta su sonido en la construcción de una armonía perfecta.

La definición de teatro independiente –como cualquier definición- es un tanto caprichosa y otro tanto contingente. Por la negativa uno puede decir que el teatro independiente no es el oficial y tampoco el comercial. Pensar que es el encargado de la experimentación o aquel que va en busca de los límites significa dejar de lado el aspecto económico, y pensar en lo económico implica preguntarse también independiente de quién. En todo caso, en medio de un panorama que tiene por un lado al teatro oficial cada vez más pariente del que alguna vez –o en un momento- fue el independiente, apostando en muchos sentidos a renovar, y por otro lado al comercial, lejos a decir verdad de su antiguo esplendor, la obra de Daulte quizá sea una –entre otras- esperanzas.

Es cierto que el dramaturgo y director no es lo que se dice un debutante por estos pagos. Pero Clarividentes es una muestra de que independiente no significa escasez de recursos ni mucho menos de ideas, y además ilumina a tientas un camino que en lugar de conversar con la tradición –al menos no en el sentido de mover afirmativamente la cabeza-, propone bucear en los géneros o en la indeterminación de los géneros. Es a la vez una obra de ciencia ficción, una fábula y un hipertexto, y nada de todo eso también. Tensa la relación entre futuro y deseo, entre presente y videncia. Frustra, de manera conveniente, las expectativas y deja entrever que la crueldad no está en las personas sino en la posición que ocupan dentro del sistema. Apunta a atraer el público, no a repelerlo –aunque es sabido que al público de teatro a veces le gusta que lo repelan de entrada. Y, lejos de subestimar, redobla con cada capítulo –la obra está dividida en tres- la apuesta.

Con mínimos elementos escenográficos y una gran capacidad expresiva en el vestuario, la obra llega a puerto a bordo de un texto que hace las veces de guante al deslizarse y un elenco afinado hasta el último detalle. Dos son las virtudes a este respecto: los diálogos, bien escritos, están para decirse –que en verdad es mucho decir-, y los actores brillan tanto solos como en conjunto, a veces concentrando la atención en un punto, a veces complejizando la puesta en escena y otras veces al llamar la atención fuera de campo. el texto tiene un perfume a Douglas Sirk –a quien se lo cita- pero también a Fassbinder. Se advierte en cada decisión la mano de un director seguro y conocedor del lenguaje –la batería de recursos que ostenta la obra es, por decirlo de una manera sencilla, envidiable- que hace posible la actuación notable de la orquesta. Clarividentes ocupa un lugar llamativo dentro de un circuito de teatro independiente que debería prestar atención.


Dramaturgia: Javier Daulte Actúan: Mauro Álvarez, Matías Broglia, Rubén De La Torre, Jorge Gentile, Silvina Katz, Juan Ignacio Pagliere, Daniela Pantano, Carla Scatarelli, Luli Torn Vestuario: Jam Monti Iluminación: Sebastián Francia Asistencia de dirección: Gonzalo de Otaola Prensa: Duche&Zárate Dirección: Javier Daulte Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA) – Sábados a las 20:00.

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