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Funcinema

Un minuto de gloria

Título original: Slava
Origen: Bulgaria / Grecia 
Dirección: Kristina Grozeva, Petar Valchanov   
Guión: Kristina Grozeva, Petar Valchanov, Decho Taralezhkov  
Intérpretes: Stefan Denolyubov, Margita Gosheva, Milko Lazarov, Kitodar Todorov, Ana Bratoeva, Nadejda Bratoeva, Nikola Dodov, Stanislav Ganchev, Mira Iskarova
Fotografía: Krum Rodriguez  
Montaje: Petar Valchanov 
Música: Hristo Namilev  
Duración: 101 minutos
Año: 2016


7 puntos


PECADO DE OMISIÓN

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

El disparador de la trama de Un minuto de gloria es el que tantas veces hemos visto en films de suspenso. Tsanko Petrov es guardavías, vive solo en un lugar humilde con sus conejos. En su recorrido laboral diario encuentra un billete, luego otros y más adelante una suma enorme de dinero. Una elipsis (recurso muy bien manejado en el film) confirma la moral del personaje: ha devuelto el dinero. Lo sabemos porque una funcionaria habla por teléfono y organiza una puesta en escena mediática para sacar provecho del asunto y dejar bien parado al Ministerio, sospechado de corrupción. Se llama Julia Staijova y es capaz de vender a su madre con tal de salir bien parada. Es adicta al trabajo y no larga el celular ni siquiera en los momentos en que hace el tratamiento de fertilización. Y es la cabeza de una perversa estructura que atrapa y somete a Petrov a la lógica de un minuto de gloria, que luego se transformará en una pesadilla.

Petrov es tartamudo y tiene un solo objeto que justifica su existencia. Se trata de un reloj que heredó de sus padres y que le reemplazan por otro, más barato, en medio de una ceremonia patética. La pérdida de ese bien es el comienzo de un infierno personal donde incluso la dignidad es atropellada por el poder corrupto y manipulador. Las decisiones de Petrov se mueven como olas frente a un sistema alienante y asesino que no puede provocar más que nuevos asesinos. Así se ven las cosas en la película, un universo dividido entre los pobres y los garcas que dirimen el destino de millones de personas entre ágapes, borracheras y risas. Es un enfoque esquemático, sí, pero de vez en cuando está bien que alguien lo grite.

La cámara nerviosa registra de manera documental este mundo de podredumbre, de rabiosas dicotomías, de humillaciones transformadas en espectáculo. Hay un momento donde ya no hay retorno y la concepción de la justicia por mano propia parece una consecuencia lógica frente a la insidiosa operatoria política. Puede que el final perturbe a varios y que el determinismo en el que cae el film en varios pasajes moleste. Sin embargo, lo anterior no quita que su énfasis discursivo sea legítimo y necesario.

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