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La tortuga roja

Título original: La tortue rouge
Origen: Francia / Bélgica / Japón
Dirección: Michael Dudok de Wit
Guión: Michael Dudok de Wit, Pascale Ferran
Voces originales: Emmanuel Garijo, Tom Hudson, Baptiste Goy, Axel Devillers, Barbara Beretta
Diseño de producción: Michael Dudok de Wit
Montaje: Céline Kélépikis
Música: Laurent Perez Del Mar
Duración: 80 minutos
Año: 2016


9 puntos


LA AVENTURA DE CONOCER AL OTRO (Y A UNO MISMO)

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Todo es bastante particular alrededor de La tortuga roja -editada el mes pasado por TVE y SBP-, no sólo por el proyecto en sí sino también por el proceso por el que se llevó a cabo: el holandés Michael Dudok de Wit, un cineasta enormemente ambicioso y metódico, con apenas un puñado de cortos en su carrera -incluido el ganador del Oscar Padre e hija (2000)-, obtuvo para su primer largometraje el respaldo del emblemático estudio Ghibli -propiedad del maestro Hayao Miyazaki-, que por primera vez financió un film no japonés.

El resultado es un film propio de un realizador llevando al límite sus obsesiones temáticas y formales, en un relato donde lo minimalista y excepcional se unen: un hombre queda varado en una isla desierta y, en su lucha por sobrevivir y huir del lugar, termina por encontrarse con una extraña tortuga roja, una criatura con diversos significados metafóricos y literales que cambiarán su existencia.

No hay palabras en la película, que construye una narración que fluye como un río, apoyándose en pequeños acontecimientos que van alterando la vida de su protagonista y que incluyen la interacción con ese factor opuesto y complementario a la vez que es la figura femenina. En su trabajo reposado y paciente sobre el tiempo, su abordaje poético sobre las imágenes y sus trazos sutiles para delinear los personajes, La tortuga roja es un film desafiante, pero también cautivador. Prácticamente desde el minuto uno el espectador es capturado por una historia que consigue hallar la complejidad en la simplicidad, y viceversa: lo que sucede interpela e involucra desde un humanismo sorprendente e impactante, por cómo recupera y reformula esa aventura constante que es entender al otro y, más importante aún, a uno mismo.

Dudok de Wit encuentra ese punto justo donde la ambición no se convierte en pose, frivolidad o pretenciosidad, básicamente porque las herramientas a las que recurre son utilizadas con total naturalidad, lo que compensa ciertos pasajes un tanto redundantes en sus extensiones. En La tortuga roja -que fue nominada como Mejor Película Animada en la última entrega de los Premios de la Academia y se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes- hay una sinceridad apabullante, una potente vitalidad, que nace de un posicionamiento narrativo, estético, temático y hasta ideológico al que es difícil encasillar. Esa dificultad no resta al disfrute sino todo lo contrario: acá al cine vuelve a reclamar a un espectador activo, pero también capaz de entregarse a un espectáculo sutilmente deslumbrante.

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