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Funcinema

Okja

Título original: Idem
Origen: EE.UU. / Corea del Sur
Dirección: Bong Joon Ho
Guión: Bong Joon Ho, Jon Ronson
Intérpretes: Tilda Swinton, Jose Carias, Giancarlo Esposito, Jake Gyllenhaal, Seo-Hyun Ahn, Jungeun Lee, Hee-Bong Byun, Paul Dano, Lily Collins, Devon Bostick
Fotografía: Darius Khondji
Montaje: Meeyeon Han, Yang Jinmo, Jin-mo Yang
Dirección de arte: Jung-yoon Bae, Deborah Jensen, Gwendolyn Margetson
Duración: 120 minutos
Año: 2017


9 puntos


DESENFRENO Y PESIMISMO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La nueva película de Bong Joon-ho es tan buena que incluso se sobrepone a la polémica suscitada tras su exhibición en el Festival de Cannes y también a su propia trama de neto corte militante-ecologista. Okja es antes que nada un film de aventuras sobre una niña que quiere recuperar a su mascota, en este caso un cerdo gigante, un invento de laboratorio para alimentar a la humanidad, pero además una gigantesca máscara con la que la maquinaria capitalista vinculada con la industria alimenticia pretende disfrazar su actividad. Con múltiples cruces, guiños y referencias, el film de Bong Joon-ho también se nutre del espíritu del cine de dos autores fundamentales como son Steven Spielberg y Hayao Miyazaki, para crecer a partir de ahí. Como decíamos, la película no necesita del runrún que se formó su alrededor durante la proyección en el festival francés, con la pica entre referentes del mundo del cine y la empresa Netflix, ya que no precisa de ningún tipo de escándalo para ganar adeptos. El film de Bong Joon-ho es cine del puro, del que nos lleva a reflexionar con el movimiento, nos emociona y nos interpela. Y ya que estamos, si hablamos de interpelar, su aventura avanza sobre una sátira política vinculada con las militancias ecologistas, pero no hace de su material narrativo un trampolín para el debate televisivo. Porque eso, básica y saludablemente, no es lo único que hay en Okja.

Spielberg y Miyazaki son las referencias directas con las que se vincula el film de Bong Joon-ho. Del primero aborda la etapa más ochentosa (¿alguien dijo ET?), aquella de las fantasías familiares, de vínculos entre lo humano y lo desconocido, que aquí se vuelven oscuras y pesadillescas. Aunque hay también una corrección ética y moral al final de La lista de Schindler, si pensamos a Okja como una película sobre la supervivencia y la forma administrativa de limitar los alcances de un exterminio. Y en el caso de Miyazaki, además de referencias gráficas evidentes a Mi vecino Totoro, sin dudas que la trama ecológica y su fusión con la aventura resulta el lazo más claro; también la contraposición que se da entre la apacible vida rural y la tensión histérica de lo urbano. Con la sabiduría de los grandes narradores, Joon-ho y Miyazaki no dudan en construir distopías ecológicas con una carga fuerte de militancia pero sin perder de vista que lo que tiene que estar en primer plano es el relato y la narración.

En Okja, decíamos, se dan la mano la aventura infantil, el cine de acción (hay una secuencia de fuga en Corea que es maravillosa), el relato ecológico, la especulación científica, la denuncia (hasta se dan el lujo de burlarse de las propias instituciones ecologistas), el drama existencialista y hasta la comedia absurda, todo con un grado de locura y desenfreno llamativo. Este cóctel, claro, está administrado con la inteligencia que suelen tener los realizadores asiáticos para trabajar superficies con múltiples niveles de estímulo, y Bong Joon-ho es uno de los más talentosos en ese sentido (The host, Memorias de un asesino). Pero si hay algo que sobresale en el film es la mirada sobre el capitalismo, representado en la figura de esa villana interpretada por Tilda Swinton. Si el prólogo nos hace ver una villana sin complejidad, de corte clásico, el desarrollo de Okja nos introduce en los dilemas de un capitalismo culposo que busca nuevas formas, más sugerentes y amables, de construir poder (digamos, una actualización del conflicto de Michael Corleone en El padrino). Su fracaso terminará siendo no sólo un fracaso personal, sino el de la sociedad toda. Hacia el desenlace, Okja se vuelve oscurísima, y si bien se da una suerte de final feliz y bucólico para nuestros protagonistas, sobre ellos pende una carga pesadísima. Okja, el simpático animal, se erige ya como símbolo, como resto de lo que queda, como memoria viva pero finita de los horrores que hemos sabido construir y que tarde o temprano terminarán con todos nosotros. La sensación de pesimismo que tiene la película no deja vuelta atrás.

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