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MAR DEL PLATA 2016: cruce de miradas sobre la 31ª edición

Una vez que termina cada Festival de Cine de Mar del Plata, el staff de Funcinema se pone a pensar lo bueno y lo malo que pasó. Algunos rescatan la programación, otros la padecen. Algunos celebran la diversidad, otros hablan de conservadurismo. Sombras y luces, hitos y notas bajas, cambios y continuidades de la 31ª edición en un resumen a siete voces.


SIN NOVEDAD EN EL FRENTE

Por Gabriel Piquet

(@fancinemamdq)

piquet

Foto: Gianina Arrayet.

Que el Festival de Cine ya está instalado es un hecho desde hace varios años. Que la gente concurre igual sin saber lo que ve, es otra de las cosas que ya forma parte del paisaje. Que desde hace varios años se viene notando la falta de prensa internacional, el desinterés municipal y la falta de participación real de la gente de la ciudad en rubros o cargos importantes dentro del encuentro (programación, producción, prensa) es una constante que ojalá cambie, aunque lo dudo mucho. Este año en particular pareció de transición, todo regido por el famoso “no nos queremos parecer a lo anterior pero como había cosas buenas las dejamos”. No vi una marca tan notoria de la nueva gestión política, entonces es difícil saber hacia dónde se va a ir con el Festival o cuál va a ser su mirada en las próximas ediciones. De lo más interesante, la retrospectiva de policial negro que realizaron en conjunto con la Film Noir Foundation y una intención de los nuevos realizadores nacionales de hacer más cine de género: en la Competencia Argentina hubo películas de aventuras (Fuga de la Patagonia), comedias (Los ganadores, Los decentes), terror (Terror 5) y policiales (El aprendiz), que realmente son bienvenidas y pueden lograr que la cinematografía local interese más al público del denominado cine comercial que se ve durante el año. Desde lo personal otra gran cobertura de uno de los pocos medios que no tienen sede en Capital Federal, lo cual le da una mirada distinta y en muchos casos no tan complaciente. Habrá que esperar otro año para sorprendernos al ver gente de la ciudad en el staff del Festival, a una Municipalidad con un equipo sólido que gestione todo el año actividades esperando el encuentro. Siento un manotazo en la cabeza y la voz de mi viejo que me dice: “dale, tenés que ir a laburar, que no se vive de la joda”.


ESCENAS DE TERROR CLASE B

Federico Bruno

(@_federicobruno)

bruno

Foto: Gianina Arrayet.

Esa mancha de humedad en las paredes del Teatro Colón podría ser digna de una manifestación sobrenatural, o mientras bajamos hacinados las escaleras de servicio del Paseo Aldrey luego de la función de trasnoche (gran parte del complejo, incluidas las escaleras mecánicas, está “suspendido”) bastaría apenas un grito para desatar la psicosis. Con evidente austeridad y algunas escenas de terror clase B pasó una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que congregó más de 400 películas, grillas tardías -van camino a convertirse en clásico-, numerosas presentaciones, charlas con maestros, funciones postergadas y copias que “no llegaron”. Esta nueva gestión del INCAA se propuso prevalecer la calidad de los films por sobre la parafernalia del evento: por ejemplo, ya no estuvo la carpa lindera al Hotel Provincial y las actividades nocturnas se mudaron al Torreón y al Museo MAR. También se mantuvo el logo del año pasado. Ahora bien, las competencias fueron muy irregulares (y algunos premios inexplicables), el sistema web para obtener entradas mejoró bastante pero aún no alcanza la eficiencia requerida, en la credencial de prensa indicaron la posibilidad de sacar tres entradas por jornada aunque en la práctica fue una menos, la aplicación nunca aportó más información que la página web y la comunicación muchas veces llegó a destiempo con claras preferencias a algunos medios y periodistas. Los tweets de los programadores fueron mucho más interesantes y útiles que las reseñas y entrevistas del Diario del festival, publicación cada vez más descolorida, complaciente y menos parecida a un diario. Es destacable, siempre, la atención y eficiencia de la oficina de prensa como contracara de algunos voluntarios que coordinaron funciones con un desconocimiento y un nivel de improvisación superlativo. Vean Gimme danger.


UNA DE CAL, UNA DE ARENA O EL COMPLEJO DEL “GATO FLORO”

Por Rosana López

(@rousisattack)

lopez

Foto: Gianina Arrayet.

En un abrir y cerrar de ojos se nos pasó el Festival en su edición 31ª, con la típica desorganización logística de todos los años y con la sensación intacta de jugar de visitante para el local: Municipio, realizadores, periodistas y gente del palo. Sobre esta última y real apreciación el lema irrefutable es “tómalo o déjalo” para un evento que nada ofrece a largo plazo en la ciudad y es más parecido a montar una carpa de circo por nueve días. Sin embargo, los marplatenses quedaremos incomprendidos para el capitalino o de otra provincia, y considerados como “gatos floros” al tener una oportunidad cultural de nivel internacional que aunque organizativamente ajena, otras ciudades del país se la disputan con colmillos filosos. Por momentos fuimos engañados con la rapidez de las acreditaciones, la aparición de grillas pero… existieron ciertos problemas con películas programadas que no llegaron a tiempo para ser exhibidas y que luego se darían en acotadas exhibiciones lo cual rompe con el cronograma delineado tanto para periodistas como para el público general. Aparecieron problemas con los subtitulados en algunas funciones y el poco respeto en la delimitación de secciones que agrupa deshonestamente otra clase de películas. Por nombrar un ejemplo, Hora Cero, donde confluye cine extraño, de terror y fantasía que adopta el musical BSO; y Venas Abiertas que hace foco en cine latinoamericano de género. ¿Con qué fin? ¿Ahorrar espacio? Pero… la resignación nos invade y caemos obnubilados ante tanta producción cinematográfica que debe pasar por nuestras manos o tristemente -y porque somos el “último orejón del tarro” hablando por calendario de fechas de festivales cinematográficos- las conseguimos hace meses colgadas en Internet.


UN VIAJE

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

colantonio

Foto: Gianina Arrayet.

Para mí el Festival siempre es como un viaje. Este año las paradas fueron más bien aleatorias. Empecé con Pierre León y terminé con Buster Keaton. Al primero pueda que no lo quiera cruzar más; al segundo lo encontraré seguido. En el medio me hice una escapada por la competencia internacional y descubrí que estaba bastante lavadita, con poco riesgo y ninguna propuesta estimulante como para sacudir un poco la sangre. Da la sensación de que se piensan las secciones competitivas como vidrieras donde se expone un resumen de lo que se ve en grandes eventos (Cannes, Venecia, Berlín), otros menores (Locarno) y lo que recomiendan algunos críticos amigos. Por otro lado, hay una especie de imperativo que se sostiene en el tiempo acerca de incluir todos los años “la última de” a cualquier precio (llámese Sion Sono o quien sea), cuestión que excluye otros nombres no necesariamente del canon pero más tentadores. ¿Quiere decir esto que la programación es mala? No, muy lejos estamos de ello. En todo caso, es bastante uniforme en estos segmentos. Pero, como todo viaje, uno busca refugios y allí se encienden las luces seguro. Este año hubo, además de reposiciones clásicas muy buenas, un foco impresionante dedicado al film noir con excelentes copias, hitos como las proyecciones de Ford, Vidor y Keaton, musicalizadas en vivo, que devolvieron al cine lo que es del cine: la gente y la fascinación por encontrar historias que toquen la fibra sensible en la sala oscura. Ahora que el viaje terminó, me llevo las imágenes de la pelota de Kiarostami cayendo por la escalera, los paisajes que bordean la casa de Oliveira, dos o tres frases de Iggy Pop y Frank Zappa para enseñar en los colegios y la música de Sing street. Con el correr de los días, seguramente aparecerán otros. Por último, orgulloso de realizar la cobertura junto con mis compañeros de Funcinema que, a diferencia de los paseantes de turno y corredores de pasillos, se dedican a escribir y hacen valer la credencial.


JOHN FORD Y CIERTA ESENCIA PECHO FRÍO

Por Matías Gelpi

(@matiasjgelpi)

gelpi

Foto: Gianina Arrayet.

Es verdad que, a diferencia de lo sucedido el año anterior, aquella edición apurada por el resultado incierto de las elecciones, la edición 31ª del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en principio, brillaba reluciente. Aunque hablamos de pequeñeces como que hubo grillas suficientes (no siempre), o que el Paseo Aldrey ya es un edificio completo y no el work in progress vergonzosamente utilizado en 2015. También hubo algún detalle importante en cuanto a mejorías, el agregado del Museo MAR como sede es una buena noticia, ya que cuenta con una sala de calidad que alberga ciclos durante todo el año y otros festivales como Funcinema. Por lo demás, cierta esencia pecho frío se sostiene festival a festival, con los mismos errores amateur, desorganizaciones, ninguneos y la característica fundamental: el Festival es un circo porteño itinerante que se traslada para llenar ese molde vacío de sentido que es Mar del Plata y que no tiene ningún anclaje real con la identidad cultural marplatense, gracias a Scioli, gracias a Pulti, gracias a Arroyo desaparecido en acción; y principalmente gracias a la organización del Festival. Por suerte en el festival de cine se siguen pasando películas, aunque el transcurso del visionado suele ser similar año tras año. Rescatamos alguna comedia perdida como Operación avalancha, algún documental sorprendentemente bueno como Transformación, alguna sorpresa del mainstream surcoreano como Tunnel; e intentaremos olvidar esa demostración de mal cine de horror argentino como es Terror 5 o algún documental festivalero, genérico e infumable como Pow wow. Ahora, en 2016, lo extraordinario fue ver El caballo de hierro de John Ford con música en vivo de la Orquesta Sinfónica de Mar del Plata, en una copia restaurada de primer nivel. Algo que difícilmente se pueda ver fuera del contexto de un Festival, una experiencia que nos devuelve a la razón por la cual amamos al cine.


TRANSICIONES

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

mangini

Foto: Gianina Arrayet.

El suspenso de cómo iba a ser organizado el festival de este año y sus resultados eran algo que sobrevolaba tras la transición electoralista que se vivió en la edición del 2015. Pues, la cuestión es que por fortuna o por desgracia la cosa no cambió demasiado. Sin lugar a dudas debe existir una noción de que las cosas se están haciendo bien para que así sea, ya que así como se repitieron las mismas virtudes, también se vieron los mismos defectos. En primera instancia, difusión: no quiero hacer una mención curricular de los años que llevo cubriendo el Festival, pero me resulta sorprendente que esta instancia siempre resulte tan atropellada, que la información sea dosificada en gotas a dos semanas del inicio y que la gente continúe sin interiorizar al Festival más allá de acercarse por los precios populares en las salas. ¿Qué quiere decir “interiorizar”?, pues que la gente incorpore al cine, conozca la grilla y las secciones, que las salas que se llenen porque fuiste a ver una película china de 200 minutos que reflexione sobre el estado del mundo desde un plano fijo que dialoga fuera de campo con sonidos sea una elección consciente porque existe una sección llamada “Estados alterados”, y no una elección porque era la película que quedaba y porque es barata. Se sabe que es uno de los festivales más populares del país pero los inconvenientes de siempre en las salas, los problemas de información internos y externos, los atropellos tanto en apertura y clausura cuando en verdad la mayoría de los que acceden están más interesados en la fiesta a continuación que en la ceremonia, todo esto, más allá de una selección con un buen nivel en las tres competencias, hacen que el Festival pise terreno conocido más allá de los cambios de gobierno.


MUCHAS CONTINUIDADES, POCOS CAMBIOS

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

seijas

Foto: Gianina Arrayet.

El último hecho “de color” que entregó esta edición del Festival fue la omisión -por no decir censura- de uno de los párrafos con los que la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina justificó el premio al film brasileño Aquarius, el cual se puede leer acá. Dejando de lado el gracioso nivel de vacuidad y de falta de timing del párrafo en cuestión (es demasiado notorio que algunos colegas nunca van a ser conscientes o se van a hacer cargo del lugar de enunciación de sus discursos o de las historias que los preceden), lo realmente importante es su carácter de síntoma, de cómo muestra que las autoridades se habrán renovado, pero las formas no. Para que quede claro: si el gobierno anterior no tuvo pruritos en usar al Festival como herramienta partidaria, de espaldas a la gente y a los modos institucionales más elementales, el nuevo gobierno viene a demostrar que lo suyo, al menos por ahora, es la continuidad respecto a su predecesor. De ahí que el Festival siga apareciendo como un evento consolidado en la agenda cinematográfica nacional, pero que no tenga un asidero real en la agenda cultural marplatense; que en la programación, a pesar de ciertos riesgo e innovaciones en algunas de sus secciones, siga mostrando una apuesta primaria por lo seguro; que los problemas organizativos subsistan y las arbitrariedades se repitan; que muchas cosas dependan del voluntarismo de personas que no deberían estar necesariamente a cargo; y que claro, la identidad del evento sea eminentemente porteña. La gran novedad terminó siendo la preocupación e indignación de muchos porteños porque a Mar del Plata ahora la gobierna “el viejo facho de Arroyo”. Vale la pena felicitarlos: por un minuto, cruzaron la General Paz.

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