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La señora Macbeth


Muy Buena


EL PODER Y SU (FEMENINA) TRAGEDIA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

macbethHay un mérito ineludible en la puesta dirigida por Mónica Viñao de La señora Macbeth y es que vuelve a dejar en claro y exhibir de manera tajante los méritos del texto original de Griselda Gambaro. De hecho, es como si se pusiera totalmente a su servicio, lo cual no quita que haya un preciso trabajo sobre el espacio, lo temporal y el movimiento de los cuerpos en escena.

Y también de los cuerpos que no están en escena, que están ausentes, pero que siendo invisibles en cierta forma transitan el escenario desde las palabras de quienes los evocan, poniéndolos a accionar. La señora Macbeth es una tragedia femenina, donde es la Señora M y las tres brujas que vaticinaron el ascenso de Macbeth al trono las que van pautando, anticipando y presentando los distintos sucesos que configuran la obra original de Shakespeare. Macbeth nunca aparece en escena, tampoco Duncan y solo MacDuff se hace presente en forma espectral, sin dejar de ser una construcción de lady Macbeth y las tres brujas. Porque, esencialmente, el texto de Gambaro apunta a ese eje temático: las construcciones, los imaginarios, los recortes específicos de la historia y la Historia que adquieren diversas resonancias y sustentaciones a partir del punto de vista elegido.

Gambaro, con una escritura filosa, aguda e inteligente, que toma lo justo y necesario del material shakespeareano (incluso para interpelarlo de manera crítica) establece todo un conjunto de reflexiones complejas y apasionantes sobre las estructuras superpuestas que enmarcan el poder. La pregunta que subyace a lo largo del relato, tan esencial como inquietante, es la siguiente: ¿hasta qué punto las decisiones pertenecen a los supuestos decisores? Lo que se intuye en La señora Macbeth es que para cada acción trascendental hay concepciones en pugna, intereses enfrentados, manipulaciones, justificaciones, auto-justificaciones, marcos ideológicos que explican y hasta condenan a las personas que ocupan lugares instituciones decisivos. Y que el poder, esa maquinaria invisible, usa y descarta a su antojo a cuerpos meramente circunstanciales. El poder es eterno, ilimitado incluso, los individuos que lo representan son efímeros.

Esta invisibilidad del poder, este juego entre lo ausente y lo presente, entre lo que se ve y lo que permanece oculto aunque no deje de influir en los sujetos de forma incluso letal –con toda la carga política e histórica que implica-, es lo que justifica plenamente el despojamiento de la puesta de Viñao. Son los cuatro cuerpos femeninos en ese escenario casi vacío –donde solo las luces bastan y sobran como herramienta visual compositiva- los que delimitan toda clase de espacios y un eje temporal que lentamente va envolviendo tanto a los personajes como al espectador. Como en un acto de brujería, la directora, junto a las actrices Vanesa Cardella, Yamila Gonzalez Ajón, Daniela Rizzo y Paula Rubinsztein –todas estupendas en sus desempeños- nos arrastran a los abismos de lo oscuro y horroroso, a las entrañas donde el poder y la tragedia se fusionan en un único destino. Muy shakespereano, y muy argentino, por cierto.


Dramaturgia: Griselda Gambaro Actúan: Vanesa Cardella, Yamila Gonzalez Ajón, Daniela Rizzo, Paula Rubinsztein Vestuario: Nicolás Nanni Iluminación: Miguel Solowej Diseño gráfico: Los Imaginistas Asistencia de dirección: Jorge Rod Prensa: Octavia Gestión Cultural y Comunicación Producción ejecutiva: Daniela Rizzo, Pablo Silva Dirección artística: Mónica Viñao Dirección general: Mónica Viñao Duración: 65 minutos Sala: Teatro Border (Godoy Cruz 1838, CABA) – Sábados a las 21:00. Hasta el 3 de diciembre.

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