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Los Montados


Muy Buena


LA PERTENENCIA COMO TRAMPA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

los_montadosEl lugar al que pertenecemos, donde nacimos, nuestros orígenes, siempre condicionan nuestras identidades; nuestros pasados, presentes y futuros; las formas en que nos comportamos; y cómo nos relacionamos con los demás. A veces, esas instancias de pertenencia son como una prisión, un sitio del que queremos salir pero al que, inevitablemente, siempre volvemos, como si una fuerza invisible nos arrastrara hacia allí, aún cuando busquemos alejarnos a toda costa. Los Montados hace foco en este factor desde un viaje físico que también será un viaje mental y sentimental, un reencuentro en el que se pondrán muchas cosas en juego.

Todo empieza con la muerte de Rómulo, un personaje que está inevitablemente fuera de campo pero cuya ausencia se convierte en una presencia determinante en el relato: su fallecimiento lleva a que los que se habían ido a la ciudad hagan un viaje relámpago para despedirlo y en el campo los aguardan para concretar ese adiós. Claro que ese adiós no será tan simple: el deceso de Rómulo está marcado por el misterio, por versiones distintas de acuerdo a quién la cuenta. Y ese enigma irá haciéndose cada vez más pesado y problemático, acumulando tensiones y exponiendo lazos secretos entre los personajes, que están marcados a fuego por ese espacio que los rodea.

Si hay algo que destacar de Los Montados es cómo se atreve a trabajar el conflicto central, pero también las subtramas que lo rodean, desde el patetismo más extremo. Un patetismo que posee fuertes vínculos con ese género tan caro al teatro rioplatense como es el grotesco criollo. Hay todo un diálogo que se establece desde la narración y la puesta en escena con la tradición de nociones un tanto generalistas como son “el campo” o “lo rural”, chocando lo “urbano”, con “la ciudad”, con ese Buenos Aires que pretende mirar lo que está del otro lado de la General Paz como si fuera una otredad con la cual mejor no relacionarse. Ese diálogo no es precisamente cómodo, porque involucra múltiples miradas: la de los individuos que miran a “la Capital” como algo un tanto lejano e inabarcable, y los que se han ido hasta allí, prácticamente huyendo de sus orígenes, aunque no han podido romper todas las conexiones.

Con esos marcos de referencia, la obra de Juan Ignacio Fernández y Catalina Larralde puede permitirse hablar de otros conceptos/instituciones, como lo maternal, lo filial, la sexualidad, lo femenino, la masculinidad, la amistad, el matrimonio. Lo hace con momentos tan hilarantes como incómodos, donde se intuye un universo en crisis, donde las máscaras y apariencias que construyen cada uno de los protagonistas son extremadamente frágiles. Tras su humor tan arriesgado como potente, donde la construcción desde lo temporal y espacial es fundamental, Los Montados diseña una oscuridad distintiva, creada a partir de lo cercano, de lo afectivo, de los sentimientos, de las tradiciones que nos definen, nos guste o no.


Dramaturgia: Juan Ignacio Fernández, Catalina Larralde Actúan: Fabiana Brandan, Gerardo Gerez, Mauricio Lavaselli, Andrés Ruano Orqueda, Victoria Sancho, Nicolás Schneider, Florencia Schrott Vestuario: Gaby Illarregui Escenografía: Pía Drugueri Iluminación: Julio Vega Espacio escénico: Pía Drugueri Fotografía: Santiago Kuster Diseño gráfico: Adrian Rey Asistencia de iluminación: Francisco Varela Prensa: Circe Cultural Producción ejecutiva: Cintia Zaccolo Dirección: Juan Ignacio Fernández, Catalina Larralde Duración: 60 minutos Sala: Fandango Teatro (Luis Viale 108, CABA) – Domingos a las 20:00 – Hasta el 31 de julio.

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