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Don Fausto


Muy buena


TIEMPOS INFAUSTOS

Por Gisele Cebrian

(@GiseleCebrian)

fausto1Es cierto que cuando uno compra la entrada para ver Don Fausto, la pieza que se ofrece en El séptimo fuego, ya conoce la historia que le van a contar Pedro Orgambide, en la dramaturgia, y Benítez, en la dirección. Claro que ésta también recrea la conocida leyenda del científico Fausto, quien sella un pacto con el diablo a cambio de la sabiduría infinita y las bondades de la juventud, leyenda que ha inspirado a artistas de todos los tiempos y ha llegado a nosotros a través de una gran variedad de reescrituras, desde la tragedia romántica de Goethe hasta los versos gauchescos situados en Bragado por Estanislao del Campo, o la famosa Rapsodia y bohemia, de Queen.

Pero para esta versión, explícitamente ambientada en la Ciudad de Buenos Aires, Orgambide trae un archivo local, el de la gauchesca, puesto que se pueden leer en sus textos alusiones a la leyenda de Miseria y el diablo, incluida en Don Segundo Sombra, de Güiraldes, y, sobre todo, el duelo legendario entre el payador invencible del Tuyú Santos Vega y el Mefistófeles bonaerense Juan Sin Ropa, en la versión de Obligado, por citar sólo la más célebre.

Detalles pamperos en la vestimenta de los protagonistas nos dan las primeras pautas y, luego, el ingreso de la historia argentina en este texto atemporal, puesto que no deja de hacer las eternas preguntas sobre la naturaleza humana, nos ubica cómodamente en un terreno donde podemos reconocernos y evaluar nuestro pasado y presente.

Es que sin haber sufrido la mínima alteración en el texto publicado en los 90, según Pedro Benítez, la historia imaginada por el otro Pedro -dicen- mientras releía el discurso del 74 con el que Perón expulsó a los Montoneros de la Plaza de Mayo, cobra hoy absoluta vigencia. Acaso no la tuvo siempre. Se trata de un texto que plantea el enfrentamiento entre dos órdenes: la vejez y la juventud, la política conservadora del status quo y la fuerza revolucionaria que busca sacudir las estructuras. La alegoría está ahí para quien quiera verla, y quien no, igual encontrará otras cuestiones para pensar.

Don Fausto (Oscar Miño), el viejo patrón de estancia, el reaccionario celoso, se ve amenazado por el joven Diego (Gonzalo Peladino), quien le disputa no sólo su objeto de deseo, su sirvienta, Margarita (Gabriela Benedetti), sino el valor de la propiedad, el que cuestiona el orden dado, el agitador que mueve los cimientos de la casa de quien creía estar seguro de haber nacido en el lugar del que pone las reglas, el que hace y deshace, el que somete todo a su deseo. En su dominio, Don Fausto se cree amo de los cuerpos y las almas, pero también se sabe heredero de la clase destinada a gobernar, a ser dueña, desde la cuna, de “un sillón en el Congreso y una tumba en Recoleta”. Y como si las alusiones no estuvieran ahí, flotando en la escena, una inmejorable composición fonética y lingüística de Miño le brinda a su personaje una voz grave y cansada y un dialecto de consonantes aspiradas característicamente provinciano que nos trae a la memoria parlamentos de Perón o Alfonsín.

Fausto, el elegido de Dios, un astrólogo, un inconformista, para quien la ciencia no es suficiente, y menos la religión, para explicar los misterios del cosmos, y la vida es demasiado corta para quien se dispuso un plan tan pretensioso. Pleno sólo de deseos insatisfechos, víctima de la presencia castradora de un padre militar inescrupuloso y una madre sobreprotectora que lo criaron en un tejido de mentiras e hipocresías, cae en manos de Juan Sombra (Lalo Alías), la tentación, el espejo de nuestros deseos ocultos que, sólo con una chispa que avive el fuego, salen a la luz.

Constantemente, en los ángulos y vértices de la escena, está escondido ese pequeño Mandinga, con una fusta en vez de tridente, diablo seductor, perverso y pícaro que compone Lalo Alías, un gran actor que, obra tras obra (El vestidor, El último día de Pedro Pablo Palacios, Flores arrancadas en la niebla),  sorprende con su enorme capacidad.

Guiado de las narices por ese prestidigitador que, con sólo agitar los fantasmas en su interior, lo vuelca a sus instintos primarios, la pulsión sexual y la muerte, en medio del erotismo del carnaval y la sensación liberadora que brinda el ser otro debajo de un disfraz, Fausto firma el contrato que podría ser su ruina, si no lo fuera ya su vieja existencia de ansiedades e insatisfacciones. Quien ya indagó lo infinito, buscando respuestas a los misterios que los demás niegan detrás de la superstición, el tabú o la religión, atraviesa su drama existencial y descubre, como Sartre, que el infierno está en uno, que no existe una salvación, ni un destino escrito y que, dolorosamente, el honor no viene adosado al apellido.

Y aunque la profundidad es mucha, la puesta balancea de manera brillante el tono trágico con el cómico y el elenco marplatense desempeña sus roles a la altura de un texto que exige actores capaces de captar esa veta tragicómica. Y ya que hablamos de la puesta, es destacable el montaje de dos y hasta tres escenas paralelas que demandan al espectador repartir en varios focos su atención. Y no es éste el único procedimiento cinematográfico en una puesta que, por momentos, funciona también como coreografía.

También es acertado el uso de los recursos escenográficos en el diseño de los espacios: la biblioteca, habitáculo del recuerdo y la espera de la muerte; la cocina, el umbral entre la residencia y el afuera, lo diverso y, por ende, lo amenazante; y el indefinido corredor por donde desfilan los fantasmas. La música de Juan Sardi y la adecuada iluminación, para ambientar estancias infernales o mundos imaginarios, completan la recreación de un universo en el que confluyen el acá y el más allá, el presente y el pasado, más presente de lo que el protagonista desearía.


Dramaturgia: Pedro Orgambide .
Dirección: Pedro Benítez .
Intérpretes: Oscar Miño, Lalo Alías, Beto Clerf, Natalia Prous, Cris Ibánez, Gabriela Benedetti, Carolina Sánchez Escudero, Gonzalo Peladino .
Asistencia de dirección: Sebastián Benítez.
Música: Juan Sardi .
Sala: El séptimo fuego (Bolivar 3675, MDP): 1 y 15 de julio a las 22:00.

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