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El hobbit oscuro: Lopérfido y los discursos de barricada

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

dario_loperfidoEl Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires Darío Lopérfido, luego de meterse en flor de polémica (y flor de berenjenal) a causa de sus declaraciones respecto al número de desaparecidos durante la última dictadura militar, sigue demostrando una enorme capacidad para convertirse en el centro de la atención cuando nada ni nadie se lo pide. Esta vez fue durante la presentación de la nueva edición del BAFICI, donde afirmó que “pasamos de estar manejados por una secta (en referencia al gobierno anterior) a vivir en un país normal”, frase que le valió la silbatina de buena parte de los presentes. Para colmo, luego completó su razonamiento sosteniendo que posee sentido republicano porque los que lo criticaron “están acá o fueron programados en el Centro Cultural San Martín. No les mandaron a la AFIP ni los echaron de sus trabajos”. Mejor no aclare porque oscurece, señor Ministro.

Se podrá o no estar de acuerdo con lo dicho por Lopérfido, pero es indudable que la forma y la ocasión en que expresó su razonamiento anula todo el contenido. Lopérfido debería recordar que es un funcionario público –es decir, que se debe a todos los habitantes de la Ciudad, y no sólo a los macristas y/o antikirchneristas- y que su presencia se daba en un evento público, que gira alrededor de un festival que a esta altura (luego de atravesar múltiples gobiernos de distintas procedencias partidarias) es política de Estado. De Lopérfido se esperaba que hablara del BAFICI y del papel que juega como una parte más del conjunto de medidas y acciones del Ministerio que él encabeza, y/o de su influencia en la vida cultural de Buenos Aires. No se esperaba, ni se necesitaba, discursos de barricada para una tribuna específica que flaco favor le hacen al gobierno que integra.

Se podrá decir que no deja de ser llamativo –y hasta gracioso a su modo- que buena parte de la gente que repudió los dichos de Lopérfido, pero que antes no tuvo problemas con los discursos de barricada de la gestión previa (cuyos funcionarios aprovecharon cuanto acto público tenían a mano para bajar línea partidaria, autoelogiarse y atacar opositores), y que incluso los aplaudieron, ahora pongan cara de indignación y silben con fervor. Sí, es gente medio rara, que en verdad no se molestan por el acto de Lopérfido en sí, sino por los cambios en la balanza de poder: ahora ellos no tienen la sartén por el mango, sino otros, y ése es el verdadero conflicto para ellos.

Pero eso no quita el fondo del asunto, que son las expresiones que viene vertiendo Lopérfido con llamativa impunidad. Sus actos van a contramano del discurso pregonado por el PRO respecto a una verdadera pluralidad, a una búsqueda de diálogo y consenso, lo que demuestra que este nuevo gobierno, al igual que el anterior, evidencia serias contradicciones entre las palabras y los hechos. Pero eso no es todo: cuando el Ministro empieza a etiquetar a los demás con tan pasmosa facilidad, cuando entra en generalizaciones arbitrarias, estableciendo separaciones entre “ellos” –que son, desde su punto de vista, sectarios- y “nosotros” –que somos re inclusivos, y pluralistas, y republicanos, y democráticos- entra en una lamentable paradoja, que es la de terminar siendo sectario en su crítica al sectarismo.

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