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24 líneas por segundo: los fantasmas de Lehane

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

spotlightEn primera plana nos engaña, nos hace creer que recorrerá dos caminos: uno, el de los thrillers desencantados de los 70’s; otro, el de la denuncia impactante. Todo lo que en la previa se relaciona con la película de Thomas McCarthy huele a ese Hollywood que busca el prestigio de los premios, empezando por las caras preocupadas que lucen los integrantes del elenco en las fotos. No vamos a decir que no hay algo de eso, pero bien es cierto que En primera plana es mucho más de lo que aparenta. Y hay un nombre clave en todo esto y se trata del novelista -devenido en guionista- Dennis Lehane, autor de Río místico, Despareció una noche o La isla siniestra. No, Lehane no tiene nada ver con la película, no es el guionista ni el productor, pero su espíritu, mejor dicho el espíritu de sus historias y sus personajes aparece como un fantasma que sobrevuela a la redacción de la sección Spotlight del Boston Globe. En primera y más evidente instancia está Boston como marco, esa ciudad católica que parece esconder más de un cadáver bajo la alfombra. En las historias de Lehane hay pérdidas, que muchas veces no son físicas o materiales, si no más bien interiores, que parten a los personajes y los desmoronan ética y moralmente. La infancia es un territorio muchas veces explorado, una infancia trágica, marcada hasta la eternidad por un episodio fundante: en este caso, los abusos proferidos por curas, antecedente horrendo de ese desfile de pobres almas en pena que son los adultos, los “sobrevivientes” entrevistados por los periodistas de En primera plana. Pero en ese muestrario siniestro y sórdido que Lehane explora hay una complejidad mayor, que elude la básica y efectista denuncia. Al autor no le importa tanto señalar al culpable directo de los crímenes que se suceden en sus historias, como pararse frente a un espejo y ver de qué manera afrontamos nosotros mismos lo terrible. Para el autor, la ciudad, el lugar donde nos construimos, también sus instituciones (de la familia a la Iglesia, de la Justicia a la Policía), son antecedentes ineludibles que componen y reforman nuestro punto de vista, incluso nuestras decisiones. En primera plana confronta todos estos asuntos, los integra a su historia basada en hechos reales, y ofrece una posibilidad, una salida: el que no pertenece, aquel que viene de afuera, en este caso el editor de Liev Schreiber, como una especie de faro que ofrece luz sobre el pantano. Lo más valiente que hace En primera plana es poner el debate sobre uno mismo, y así distanciarse de aquellas películas que ofrecen la denuncia como catarsis para una sociedad culposa.

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