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MAR DEL PLATA 2015: Competencia Internacional – Día 3


Mecánica popular, de Alejandro Agresti / 4 puntos


mecanica popularAgresti nunca fue un tipo mesurado. Sus mejores películas, incluso, hicieron de la desmesura un modo de conciencia en un contexto especial para el cine argentino posterior a la democracia, donde hacía falta un sacudón importante en la renovación de formas a la hora de dar cuenta de la dictadura. Tras su paso por Hollywood regresa con este film plagado de gritos donde el arte de la declamación parece ser el principio rector a la hora de vomitar resentimientos y sentencias de trasnochado. Se sabe: las buenas intenciones mal acompañadas no tienen destino asegurado. La cuestión es que Agresti “trae Hollywood a la Argentina” (tal como reza la sinopsis del catálogo) y se encarga de mostrarlo en la secuencia que abre la película donde el editor Mario Zavadikner (Awada, quien sobreactúa hasta con la mirada) ingresa a una oficina que nada tiene de color local. Su pose, sus primeros movimientos y el ámbito en el que se mueve son propios del imaginario yanqui. A punto de suicidarse, una joven interrumpe y le exige ser atendida. Ha escrito un libro y se lo han rechazado. Si el conflicto es una punta interesante para desarrollar una pieza de cámara con ribetes policiales, la película pierde el rumbo enseguida cuando desdobla temporalmente la acción como una excusa para sacar a relucir una caterva de rencillas generacionales, resentimientos contra críticos, basureada a los jóvenes, y otras tantas sentencias oportunistas que conectan con los peores exponentes del cine que alguna vez el director enfrentó con propuestas intensas y radicales. El resultado, a pesar de mantener una atmósfera de encierro captada con dinámicos movimientos de cámara, termina cediendo el trono a la catarata verbal. Ni siquiera la presencia de Patricio Contreras, como tercero en cuestión que pone en crisis la disputa corporal y dialéctica binaria (gracias una vez más Cassavetes), logra apaciguar el aire de importancia, insoportable que despliega el alter ego del director, un señor que nos viene a enseñar que no se puede ser contradictorio, que les hace decir a los personajes “no se puede duchar una vez en París y otra en el pueblo” o “al final somos todos iguales”, que demuele el esnobismo de la crítica y a continuación desplaza la cámara hacia el Guernica de Picasso para cerrar la historia. Seguramente, cuando se estrene Mecánica popular, será motivo de revisión y encontrará los usuales debates extracinematográficos. Guillermo Colantonio


La luz incidente, de Ariel Rotter / 6 puntos


luz incidenteLa película de Rotter propone explorar el duelo que intenta hacer Julia (Erica Rivas) luego de la muerte de su marido y su hermano. La muerte, por supuesto, no sólo implica la desaparición física de la persona sino también un reacomodamiento social, Julia se aferra a un tiempo que se le fue de las manos, los demás pretenden sacarla de ese pozo incómodo para todos. Necesitamos ver que aquel que está detenido en la pérdida de un ser querido empiece a olvidar rápidamente. Basándose casi exclusivamente en una impecable interpretación de Rivas, el juego de sombras y silencios que propone Rotter desde el inicio, funciona para presentar la situación rápidamente, con soltura y sin apuro. El problema se va presentando hacia la mitad, cuando los conflictos están claros y necesitan comenzar a resolverse. La historia se detiene y empieza a  patinar en secuencias que más o menos representan lo mismo. Un estiramiento que la vuelve un poco tediosa a pesar de que al final, cuando retomamos el olvidado camino de Julia, La luz incidente termina por convencernos de su valía a pesar de no ser una obra maestra. Matías Gelpi

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