Por Cristian Ariel Mangini
Este es el capítulo que pone los engranajes de la tercera temporada a funcionar más allá del tono introspectivo y poco tradicional de los primeros tres episodios. Mientras hasta Secondo los episodios se plantearon de una forma reflexiva, oscilando entre cómo perdonar y superar los hechos acaecidos al final de Mizumono (con el escenario europeo de la temporada como fondo) y las secuelas psicológicas de los sobrevivientes, así como la forma en que Hannibal ha asumido la traición de Will y su posterior huida con Bedelia, este cuarto episodio parece detenerse en lo concreto, planteando nuevos elementos como la venganza o la pérdida.
Es bienvenido el cambio de director para este episodio, que tiene en las manos de Marc Jobst (director de trayectoria televisiva principalmente) la responsabilidad de llevar adelante un capítulo de quiebre. Esto no se advierte tanto en el estilo porque Hannibal ya cuenta, como toda serie, con una línea conceptual y estética que mantiene. Pero el director elige más planos generales, no tanto porque los rostros de Will, Hannibal o Jack no sean relevantes en este episodio, sino porque las secuelas y el desplazamiento que exigen las secuencias le dan un tono menos introspectivo a lo que está ocurriendo (es bastante común en esta serie que los primeros planos, con fuertes contraluces, den a entender un momento de dilema en los personajes).
Pero saliéndonos de cuestiones formales, este es el capítulo que responde la mayoría de las preguntas que nos quedaron pendientes respecto al final de la segunda temporada. Ahora sabemos que Alana sobrevivió, pero con varias fracturas que afectarán su movilidad de por vida; que Jack sobrevivió gracias a que no se quito el vidrio que tenía clavado; que Will, antes de emprender su viaje a Europa, permaneció aislado recordando la muerte de Abigail; que Chilton sobrevivió con fuertes secuelas al complot de Hannibal que lo llevó a recibir el disparo de Miriam Lass y, finalmente, el tortuoso proceso de reconstrucción facial que sufrió Mason Verger (ahora interpretado por Joe Anderson). Pero el capítulo se centra no tanto en estos hechos, sino en lo que desencadenaron: el cínico Chilton de Raúl Esparza distribuyendo las piezas para acometer contra Hannibal, Alana –en uno de los cambios más drásticos por lo ocurrido en Mizumono– y Mason buscando venganza por las secuelas que sufrieron y Will encaminándose hacia Europa para cerrar las heridas abiertas por el retorcido vínculo con Hannibal.
Por otro lado, el episodio se toma el tiempo necesario para contar con más detalle las secuelas que llevaron a Jack a ser el personaje gris de Secondo, mostrando como no sólo tuvo que sobrevivir al corte que casi acaba con su vida, sino que también sufrió la pérdida de su esposa (Bella) a manos del cáncer que le afectaba. Es desde esta tragedia personal que el personaje de Jack toma conciencia de afrontar aquello que le ha hecho daño, tomando en parte responsabilidad por lo ocurrido con Will.
Con todas estas nuevas piezas en el rompecabezas de la tercera temporada, el camino de cada personaje toma forma y nos prepara para una inevitable confrontación que se desencadenará en estos próximos capítulos.