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La maldición de Chucky

chucky posterTítulo original: Curse of Chucky
Origen: EE.UU.
Dirección: Don Mancini
Guión: Don Mancini
Intérpretes: Chantal Quesnelle, Fiona Dourif, Jordan Gavaris, Danielle Bisutti, A Martinez, Maitland McConnell, Brennan Elliott, Summer H. Howell, Adam Hurtig, Darren Wall, Will Woytowich, Brad Dourif
Fotografía: Michael Marshall
Montaje: James Coblentz
Música: Joseph LoDuca
Duración: 97 minutos
Año: 2013
Compañía editora: AVH


4 puntos


Sustos que no son susto

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

chucky1Recuerdo que de chico pasaba frente a un videoclub y al ver el póster de Chucky: el muñeco diabólico 2, donde se veía al perverso muñeco con una tijera gigante, dispuesto a quitarle la vida a un pobre juguete, me atemorizaba bastante. Esa maldita imagen alimentó unas cuantas de mis pesadillas infantiles. Semejante efecto no dejaba de tener cierta lógica: la propuesta de la saga de Chucky pasaba por deconstruir buena parte de los dulces mitos infantiles y evidenciar su carácter perverso. Nunca terminó de ser una saga que pudiera ubicarse en el panteón selecto del cine de terror, pero tenía unos cuantos elementos interesantes y entre finales de los noventa, con La novia de Chucky, y principios del nuevo siglo, con La semilla de Chucky, supo reinventarse desde el lugar de la comedia familiar oscura y maliciosa.

Por eso generaba cierta expectativa, a casi una década de la última entrega, la perspectiva de ver La maldición de Chucky, película del 2013 nuevamente con Don Mancini -creador del personaje central- en el guión y la dirección, sumado al toque retorcido de que la protagonista era Fiona Dourif, hija de Brad Dourif, quien siempre le puso la voz a Chucky. Pero todo se queda en la decepción, ya que el realizador no parece encontrarle nunca la vuelta al relato, centrado en Nica, una joven parapléjica que, luego de la sospechosa muerte de su madre -quien, vaya casualidad, aparece con una puñalada supuestamente autoinflingida- comienza a sospechar que el lindo muñequito con el que está jugando su sobrinita no es exactamente algo inerte y adorable, sino vivo y muy pero muy malvado. Toda la película aparece plagada de esos sustos arbitrarios sostenidos en golpes de efecto con la música y no en la creación de climas, como si Mancini no tuviera fe en la propia trama que creó y sólo pudiera sostenerse en el carácter hasta mítico de la figura de Chucky.

Vale tener en cuenta que el director describió a este proyecto como su primer film verdaderamente de terror, porque veía a La semilla de Chucky más como una comedia. Esta mirada es sumamente acertada: La maldición de Chucky apunta a generar temor, a diferencia de su predecesora, que buscaba claramente la risa. Sin embargo, en casi todo su metraje falla en su propósito. Apenas el plano final, tan sorprendente como horroroso, insinúa lo que podría ser esta película, decididamente fallida.

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