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Escenas de la vida conyugal


Buena


El humor que contiene a la tragedia

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

escenasEscenas de la vida conyugal es un título emblema dentro de la obra de un director de cine -a su vez- emblemático: Ingmar Bergman. No es un nombre que me genere demasiado afecto (su cine muchas veces peca de solemne, de una reflexividad pretenciosa y de un psicologismo frío y distante), pero es sin dudas una referencia ineludible del cine de la segunda parte del Siglo XX. El sueco ha sido de esos autores que lograron crear un universo personal intransferible, un plano de una de sus películas es ya una marca de su presencia. Pero el suyo no fue sólo un mundo de imágenes, sino también de palabras y de formas duras de retratar la vida familiar y marital. Por eso que la sola mención a Bergman lleva inmediatamente a pensar en un drama intenso, sofocante; a una angustia existencial sin límites muy propia de los nórdicos. Y si algo sorprende en esta versión teatral dirigida por Norma Aleandro es precisamente la aparición subrepticia de un humor efectivo y a veces errático, pero que tiene la capacidad de convertir el drama de sus protagonistas en una mueca más irónica que lacerante.

Esta adaptación que se puede ver en el Teatro Radio City tiene a Ricardo Darín y Erica Rivas como únicos protagonistas. Y tal vez ese sea uno de los motivos posibles para que la obra adquiera ese costado más irónico y menos hierático del original: Darín le aporta a su Juan un aire de hombre común con una insatisfacción constante, una corrección agotadora y un pesar menos nórdico y más rioplatense, hay algo de La tregua sobre sus hombros de hombre gris; Rivas se repite un poco de mohines y tics trabajados a destajo en la televisión, pero le aporta cierta complejidad a su Mariana, una mujer que parece el estereotipo de la histeria femenina pero que en verdad traduce en inconsistencia emocional el dolor de las herencias familiares no correspondidas. Ambos son la deuda constante de lo que debían haber sido, individual y colectivamente. Está claro que Darín y Rivas son dos intérpretes de calidad y la puesta, que los tiene a ellos dos como instrumentos indispensables, se vale de los personajes recurrentes que han interpretado en cine y televisión, y que tienen una pregnancia inmediata en la platea. Por eso que el humor, además de aligerar la carga cumple el funcional rol de ser un vehículo para el lucimiento de ambos y para la fácil digestión por parte del público del caudal de dura información (abortos, engaños, frustraciones, odios, desprecios) que se le tira en poco más de hora y media.

Escenas de la vida conyugal nació como una miniserie para la televisión sueca que luego se convirtió en película, y que finalmente fue adaptada al teatro por el propio Bergman en los años 80’s. Esta puesta de Aleandro es minimalista, define los ambientes con pocos elementos y se vale de una luz que hace foco en sus intérpretes y unas formas geométricas de fondo que cortan en diagonal a sus personajes sin encastrar nunca las piezas. La escisión en escorzo que significan esas figuras sobre el escenario connota el estado de podredumbre de ese matrimonio, con una sucesión fragmentaria de eventos que abarcan una buena cantidad de años, y que echan de manera más general una mirada sobre la sociedad burguesa contemporánea, sus lazos imperfectos, su represión sexual y su enfermiza búsqueda de un otro que contenga. Si el humor, siempre bienvenido, sirve para descomprimir el drama, y de alguna manera contradice saludablemente el espíritu bergmaniano, hay que reconocer que muchas veces impide la profundización del drama. Porque no se trata siempre de un humor trágico, sino más bien una repetición de ciertos costumbrismo que se filtra un poco innecesariamente. Y tampoco que el público no pueda separar a Darín y Rivas de la comedia, impide que el drama se desande fluidamente, ya que en reiteradas ocasiones la gente se ríe de instancias sumamente dramáticas: ¿es un error de la obra o del público? No lo sabemos.

Aún con los reparos del caso, esta Escenas de la vida conyugal es una obra sólida y muy profesional, casi de lo más destacado que pueda ofrecer el teatro comercial argentino, y ni qué decir en el marco de una cartelera de verano que las más de las veces rehúye del compromiso del drama y la complejidad del pensarse. En pequeñas dosis, esta obra permite mirarse en un espejo que devuelve una imagen no del todo placentera.


Dramaturgia: Ingmar Bergman, adaptación de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Dirección: Norma Aleandro. Intérpretes: Ricardo Darín, Erica Rivas. Vestuario: Renata Schussheim. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía: Juan Lepes. Música: Diego Savoretti. Sala: Teatro Radio City (San Luis 1750, Mar del Plata), de miércoles a domingos a las 21:00.

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