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MAR DEL PLATA 2014: Competencia Internacional – Día 5


El cuarto azul, de Mathieu Amalric / 7 puntos


azulParece ser que tuvo que llegar este enorme actor para lograr la adaptación de esta novela de Georges Simenon. Y el resultado no defrauda. La película nos mete de lleno, sin preparación, en un torbellino de imágenes sensuales, de cuerpos transpirados, de fragmentos que pertenecen a diferentes tramos de la historia. Es una buena decisión puesto que la falta de linealidad en el relato y el continuo vaivén temporal se corresponden con la perturbación que le provoca al protagonista su imponente (y más alta) amante interpretada por Stéphanie Cléau, una especie de femme fatale del polar francés. Ese amor intenso se transformará en fou y derivará en una segunda parte más reposada pero no menos interesante, con testimonios cruzados, contradicciones y dilemas éticos. Como buen exponente de una tradición ligada a maestros como Chabrol, Amaric deja en un segundo plano la lógica de los enigmas por resolver y cede el paso a las relaciones humanas, a lo que se esconde detrás de rostros gélidos y ambiguos en sus miradas. Un perfecto manejo del timing narrativo y el sostén de atmósferas incómodas hacen de El cuarto azul un film atendible y disfrutable. Y por supuesto, está Mathieu Amalric, un actor que no necesita hacer psicología con gritos para que sepamos de su interior. Guillermo Colantonio


Alive, de Jungbum Park / 6 puntos


aliveCon esta clase de films persistirá siempre la discusión acerca de los difusos límites entre representar la marginalidad y la miseria o construir un discurso miserable; también entre modelar un espectador paciente o padeciente. Las dos primeras escenas muestran a los personajes sin concesiones: uno, Jungchul, trabajador de una fábrica, exhausto, con su hacha; un instante después, una joven (su hermana) castigando su cuerpo con latigazos y clavos. La iluminación trata de atenuar el dolor pero ya sabemos que mucho menos que esto no esperaremos durante las casi tres horas que dura la historia. Park tiene en claro que la única forma de expresar la hostilidad a la que se ven sometidos los obreros en esa aldea del norte de Corea, con condiciones laborales infrahumanas, es retener al espectador a través de la intensidad de sus imágenes, para que sienta prácticamente la misma violencia física y psicológica de sus criaturas. Claro está, la sordidez de los ambientes estará machacada incluso con líneas de diálogo tales como: “¿no hay ningún lugar seguro en el mundo?” o “¿por qué no tengo nada?” y con la saturación sonora en ciertos pasajes donde es insoportable incluso el canto de los pájaros. Alive intenta una tesis social basada en la desigualdad. Sus trazos son gruesos, en especial en la configuración de los burgueses como en el sufrimiento de los obreros. No hay matices ni respiro en este dibujo. El pantano en el que vive Jungchul se agiganta. No puede arreglar nunca su casa ni tapar los errores de su familiar directo. Además, su mujer lo ha dejado. La paradoja es que mientras se postula un nihilismo atroz, los esfuerzos del protagonista por sostener a su hermana desequilibrada y a su sobrina son enormes. Se trata de un amor solapado, sin gestos edulcorados, que se alimenta con una energía casi sobrenatural por sacar a la familia adelante. Es en esta veta, cuando los azotes hacia el personaje (y por ende, para el espectador) disminuyen, que la película crece. Guillermo Colantonio

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