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24 líneas por segundo: ese maldito tilde azul del WhatsApp

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

tilde azulPrimero fue el mail. Luego el mensaje de texto. Después el mensaje de Facebook. Ahora el  WhatsApp. La postmodernidad ha encontrado múltiples formas de comunicarse y estar más cerca que por correo o por teléfono, y no caeremos aquí en el lugar común de cuestionar esta necesidad de necesitarse tan actual. Para nada, la tecnología permite estas nuevas herramientas de contacto, bienvenidas. Mi problema, en sí, no es el exceso de comunicación -o de métodos para lograrlo- sino ese sumarle al exceso la obsesión con que el contacto sea ahora, ya… ¡YA! En definitiva: el maldito tilde azul del WhatsApp (agrego enlace para no tener que andar explicando). A eso me refiero. En el margen de una sociedad apurada, presurosa, ansiosa, el tilde azul del WhatsApp suma más agua para ese molino del nervio constante: mandé un mansaje, ¿lo habrán leído? ¿Me responden? ¿No me responden? ¿Por qué no me responden? Demasiado. Si el “visto” en el mensaje de Facebook había sumado para ese fin, ahora tenemos ese maldito tilde azul que le hace saber al otro que lo leímos. Con qué necesidad, si el 95% de las cosas que uno comunica por este medio son intrascendentes. A esta altura (mitad del texto) usted se preguntará qué tiene que ver todo esto con Fancinema, con el cine. Bueno, pensemos en la ansiedad como un gesto cultural y generacional. El cine, por lo tanto, no es un objeto que pueda abstraerse de esto. No al menos el cine que se estrena en salas y que tiene un innegable vínculo con lo que el público consume. Ese cine que ha perdido los vicios del clasicismo, de la narración sin apuros, es un cine del nervio, del giro de guión constante. No de gusto Michael Bay es uno de los máximos referentes del cine actual de entretenimiento masivo: en sus películas pasan cosas, muchas, todas juntas, y rápido. Cada dos minutos vuela algo. Es que nadie se puede dormir. Ese cine alborotado, ruidoso, apurado, es un cine destinado a aquel ciudadano incapaz de aguardar un buen rato para saber si el otro leyó su mensaje de texto. Y no tomo distancia, uno misma forma parte de esa sociedad apurada, no porque sí, sino porque los métodos de consumo así lo prefieren. ¿Ya me leyeron? ¿Sí? ¿No? ¿¡SI!?

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