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Pantalla Pinamar 2014: las crónicas fantasma (II)

Por Daniel Cholakian

(@d_cholakian)

dabbaPantalla Pinamar es un espacio de encuentro, mucho más allá de las películas que se proyectan cada día. El público tiene la posibilidad de encontrarse en distintos lugares de la ciudad con actores, directores, funcionarios y visitantes y diplomáticos de los países participantes. Un clásico de estos encuentros son las recepciones organizadas por las embajadas de los mismos.

El domingo Italia organizó un encuentro con los invitados y la prensa. La palabra de la embajadora italiana en nuestro país, Teresa Castaldo, fueron especialmente dedicadas a agradecer a los sponsors que acompañaron la organización del evento, y a cada uno de los participantes en el ágape. Luego agradeció a las autoridades argentinas y especialmente a Carlos Morelli, el director de la muestra. Lamentablemente su palabra se perdió en una larga lista de menciones a personas y empresas, y no desarrolló una alocución más sustancial sobre la situación del cine en su país y los vínculos culturales entre Italia y Argentina. Sorprendió mucho a este pobre fantasma, que ha conocido épocas donde el Estado italiano estaba muy lejos de parecer una subsidiaria de sus empresas privadas, que una embajadora dedique tanto tiempo a publicitarlas, ya que además tenían carteles publicitarios en la recepción y sus logos impresos en la tarjeta de invitación. Es cierto que habló del cine para elogiar ampliamente La grande belleza y que desplegó algunas generalidades sobre las acciones planeadas entre la embajada y la Secretaría de Cultura de la Nación, pero no hubo demasiada sustancia en sus palabras. Una verdadera pena, porque estas oportunidades son muy importantes para que diplomáticos del más alto rango presenten el estado del país, de su cine y las ideas y proyectos para el trabajo común entre el Estado al que representan y la Argentina.

En cuanto a las Pantallas en Pinamar, cada día se presentan aquí entre nueve y diez películas, lo cual hace que la oferta sea más que importante. Al seleccionar las funciones, el secreto es no tener más expectativas que las que los antecedentes permiten crear a propósito de cada uno de los films presentados.

El fantasma no puede quejarse. Se encontró solo con una película que no cumplió con las mismas. Se trató de Aquellos años felices, la película italiana de Daniele Luchetti. El film está construido de un modo más que conocido: un niño que ya no lo es relata en off la historia de su familia a partir de la nostalgia de lo que fueron bellos -aunque turbulentos- años de la vida, a partir de la compleja relación amorosa de sus padres. Homocéntrica, la película tiene un texto sobre la búsqueda de la mujer, su deseo, la libertad y el sentido del arte, pero en el modo en que se presentan las relaciones, los cruces, los personajes y especialmente la ausencia de contexto histórico social, contradicen lo que el relato externo pretende decir. Carente de ritmo, la película recurre a la tradición del cine italiano (el relato melancólico, el mar, las mujeres bellas, la imposibilidad de separarse de las marcas familiares y el pasado como el tiempo hermoso -en este caso la historia transcurre en 1974-) pero no logra en ningún momento superar la banalidad y la belleza puramente formal.

Ir sin expectativas, hace que la mirada sea más condescendiente. Para el caso Giulano Gemma, un italiano en el mundo, es un simple documental de homenaje al popular actor italiano realizado por su propia hija. El mismo carece de cualquier búsqueda formal y recorre con imágenes de diversas películas protagonizadas por Gemma con testimonios de figuras de primer nivel del cine italiano como el mismo actor, Lina Wertmüller, Dario Argento y Ennio Morricone, entre otros. Es una película para quienes están interesados por ese actor/personaje de quien fuera uno de los protagonistas más populares del “spaghetti western” y para ellos seguramente será más interesante que para este cronista.

La grata sorpresa del día fue Amor a la carta, la película india de Ritesh Batra. La primera de las sorpresas es parte central de la película, más no de la trama. Se trata del sistema de reparto que hace llegar la comida que las mujeres hacen en sus casas para que reciban sus esposos en los lugares de trabajo. Se trata de los dabbawalas, un ejército de 5000 hombres que se desplazan por Mumbai de diferentes maneras (a pie, en bicicleta, en tren) para retirar las viandas en los hogares y tras un largo y muy organizado recorrido, depositarlas en los escritorios de los destinatarios. A través de esa organización y de un error de entrega, una mujer joven a quien su esposo tiene absolutamente dejada de lado, y un hombre mayor, viudo y frío, se ponen en contacto. A él llegará la comida que la mujer prepara creyendo que le llegará a su esposo. Así comenzará una cálida relación epistolar, en cartas que viajan con el envío y la devolución de los utensilios. Más allá de algunos códigos omnipresentes en el cine indio como el peso del melodrama y la presencia de la música popular, la película tiene una profunda austeridad narrativa y algunos logros formales que enriquecen la trama amorosa. El principal es la construcción a partir de voces siempre ausentes. La tía, un personaje secundario esencial, es una voz que grita desde el piso superior y se hace presente con una canasta que baja condimentos a su sobrina con una soga, para que ajuste el sabor de sus comidas. Pero también la voz de los protagonistas es en la relación la voz del que no está. Ellos sólo se conectan con sus cartas, con las palabras que llevan sus voces en ausencia. El recurso para nada novedoso, sin embargo funciona perfectamente pues Batra sabe dosificar el mismo a lo largo de la película (los fantasmas somos parte de estas historias epistolares a lo largo de la historia y del tiempo, como en aquella bellísima Nunca te vi, siempre te amé que se estrenara en Argentina a mediados de los ochenta).

Sobre esta construcción formal y la claridad constructiva de los personajes (tampoco aquí el realizador hace cosas sofisticadas, sino que con claves de género bien trabajadas obtiene un resultado correcto) Batra impone al presencia del espacio en la ciudad que es un protagonista clave. Ya en la enormidad de los desplazamientos de los dabbawalas, como en las calles de los barrios, los pequeños espacios hogareños y en la imponente escena burocrática de una oficina pública plagada de personas y papeles, el espacio es central para la posibilidad de desarrollo de la trama. ¿Cómo se despliega la vida de los sectores populares en una urbe como Mumbai? Lejos de aportar a la presencia impune de la miseria, el hambre y la muerte que muchas películas han utilizado para venderse más que para reflexionar sobre el dolor, el realizador deja fluir aquí la vida a lo largo de los espacios para dar cuenta de una realidad que impone sobre la vida de los protagonistas soledades, falta de tiempo, de espacios de encuentro, de posibilidad de diálogo. Amor a la carta es una muestra interesante del cine popular indio que lejos de Bollywood muestra que tiene interesantes propuestas que alientan al fantasma a anotarse en el resto de las presencias del cine de aquel país.

Es hora de desaparecer, la luz del día está comenzando a hacerse intensa.

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