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42 – La historia de una leyenda

poster 42Título original: 42
Origen: EE.UU.
Dirección: Brian Helgeland
Guión: Brian Helgeland
Intérpretes: Chadwick Boseman, Harrison Ford, Nicole Beharie, Christopher Meloni, Ryan Merriman, Lucas Black, Andre Holland, Alan Tudyk, Hamish Linklater
Fotografía: Don Burgess
Montaje: Peter McNulty, Kevin Stitt
Música: Mark Isham
Duración: 128 minutos
Año: 2013
Compañía editora: AVH


5 puntos


Lo que no fue

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

42 unoDebo decir que 42 – La historia de una leyenda (editada aquí por AVH) me generaba ciertas expectativas. En primera instancia, por Brian Helgeland, quien fue escritor de films desparejos, como La ciudad de las tormentas, Río Místico y Deuda de sangre, que con sus errores narrativos y situaciones forzadas no dejaban de proponer una desmitificación de varios baluartes discursivos estadounidenses, apostando también a una reelaboración de diversos géneros, y también guionista de esa gran reescritura del cine clásico llamada Los Angeles: al desnudo. Asimismo, fue realizador de Revancha, un policial con Mel Gibson explotando su lado más jodido que recuperaba cierto espíritu de los setenta; Corazón de caballero, una estupenda película deportiva disfrazada de relato de la Edad Media adornada con múltiples referencias pop; y Devorador de pecados, un thriller religioso totalmente fallido y aún así bastante interesante.

En segundo lugar, por la presencia en uno de los papeles principales de Harrison Ford, un actor que hace algunos años no me caía muy bien (lo consideraba básicamente un tipo con suerte, alguien que siempre estuvo en el lugar y momentos indicados), pero que me ha ido conquistando en base a cómo ha ido entablando un diálogo entre su figura y diversas construcciones narrativas, como en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Cowboys vs. aliens y Un despertar glorioso, revalorizando toda su carrera en el camino.

Y finalmente, por la historia (e incluso Historia) en sí: la de un enorme deportista como Jackie Robinson, quien se convirtió en el primer afroamericano en desempeñarse de manera profesional en las Grandes Ligas de Béisbol. El cine norteamericano siempre ha sabido pensar diversos momentos históricos conectándolos con el deporte, contagiando al espectador hasta con las disciplinas más inverosímiles, como lo prueban en los últimos años Alma de héroes o El juego de la fortuna.

Hay un poco de todo lo anteriormente mencionado en 42 – La historia de una leyenda. Evidentemente las intenciones están: Helgeland busca conectarse con una mirada clásica, siendo directo en el discurso pero casi invisible en la puesta en escena; Ford trabaja la conexión, tanto desde la interpretación como desde el parecido físico, con emblemas de Hollywood como Henry Fonda o Spencer Tracy; y hay una voluntad por evidenciar cómo ciertos sectores estadounidenses han sido capaces de problematizar sus propias convenciones discursivas, funcionando también como metáfora de la actualidad de ese país bajo la presidencia de Barack Obama. Y sin embargo, casi misteriosamente, las piezas no terminan de encajar. Se hace difícil explicar por qué, qué es lo que falla exactamente, pero la respuesta parece ir porque Helgeland confunde invisibilidad con despersonalización, con lo que el relato se le escapa y termina dependiendo más de los hechos históricos que de lo que pasa dentro de la pantalla. De esta forma, los personajes rara vez salen de lo esquemático: el Robinson que encarna Chadwick Boseman no causa real empatía y se hace dificultoso percibir de forma tangible un pasado que justifique el arrojo de Branch Rickey, el dueño de los Brooklyn Dodgers y principal impulsor de la llega de Robinson a las Ligas Mayores. Ford se compromete seriamente con el papel, le aporta todo su carisma, pero no lo consigue elevar más allá de mero portador del discurso.

En consecuencia, 42 – La historia de una leyenda no consigue trascender la mera anécdota. Helgeland y el elenco (donde aparecen también nombres interesantes como Christopher Meloni, John C. McGinley y Alan Tudyk) sólo llegan a garantizar el piso mínimo del subgénero que combina lo deportivo con lo biográfico, que siempre tiene elementos atrayentes, pero no alcanzan a despegar y llevar a la película a las alturas que su premisa prometía.

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