Una noche extraordinaria
Por Virginia Ceratto
El pasado domingo la Sala Piazzolla tuvo uno de esos momentos que quedarán en la antología del 2013: el talentosísimo Carlos Núñez sumó a la maestría en la ejecución de flautas y gaitas, su consabida sensibilidad a la hora de concebir repertorio y una serie de músicos también impecables: Pancho Alvarez en bouzouki (o buziki), instrumento musical de cuerda pulsada, Xurxo Núñez (sí, su hermano) en percusión, y el canadiense blondo y bello Jon Pilatzke en violín (¡ay qué violín!) y stepdancer (dicho de otro modo, baila y hace música con sus pies… y todo el cuerpo). Esta, como formación que va de gira, a la que invitó, sabia y generosamente a (nuestros) Eva Triguero en voz y Ada Delfino en arpa, más los gaiteros marplatenses que convirtieron la noche en una fiesta.
La BBC ha dicho, según consta en el programa y con razón, que Núñez es “uno de los músicos más excitantes y serios del mundo” y esa noche no sólo esta afirmación quedó demostrada, sino que además resaltaron su don de gente, manejo de la escena, generosidad e inteligencia a la hora de hacer no sólo de intérprete y líder de la escena sino de maestro de ceremonia.
He escrito adrede “ceremonia” y no ceremonias, porque la del domingo fue una ceremonia pagana. Una celebración donde fueron convocadas las meigas gallegas, los druidas irlandeses y todas las brujas de Mayfair, si existen. En ese clima, hasta la mismísima Talamasca, si es que funciona con sedes en Amsterdam y Londres… más allá de la letra de Anne Rice, incluidos los Taltos con Lasher a la cabeza, no dudo que quedaron extasiados y bailando con el público, que lo hizo, no sólo de pie a la vera de las butacas sino en el escenario.
Y para el que se lo perdió, para el que no tuvo la suerte, o para el que piensa música celta, gaita, gaita, gaita y tarán, taraaaaam, tarararammmm: Núñez trae el mundo. El mismísimo mundo. Y lo trae con simpatía, con música obviamente, con relatos, con historias, con una empatía que conmueve y fascina. Su don de gente y su humor, alejados por completo de la impostura de los que se creen figuras, demuestran que es un genio. Sin más. Un genio. Un artista.
En Discover, tal el título del espectáculo y disco presentado, se combinan y fusionan a la perfección -a “su” perfección- ritmos celtas, gallegos, escoceses, irlandeses (claro está) con cubanos, norteamericanos (por momentos Pilatzke daba vida a una especie de country fundido con gaitas impresionante), brasileños, mexicanos. Desde las leyendas del ciclo de Arturo, pasando por la oscuridad druida, los relatos de las meigas gallegas. La Antigüedad y lo moderno brillaron en el escenario, perdón, en toda la sala, en una comunión perfecta, como debe ser una comunión -toda comunión (aún una pagana, o atea)-, demostrando que el arte trasciende fronteras y abre el corazón al cielo.
Excelente propuesta del Auditórium (y un aparte aquí para la gente de Programación, representado en Carlos Alzueta, especialmente nombrado por Núñez en el escenario) que dejó a todos con ganas de más. Mucho más.
Gracias.
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