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Molly Bloom


MUY BUENA


Sí quiero ¡sí!

Por Virginia Ceratto

molly bloom dosUltimas tres (imperdibles, por favor) funciones de Molly Bloom, ese maravilloso monólogo del personaje femenino con el que cierra el no menos extraordinario libro Ulises de James Joyce, el escritor que cambió la historia de la literatura contemporánea a principios del Siglo XX.

Con una memorable interpretación de Cristina Banegas -también corresponsable de la traducción, otro mérito, si cabe-, en impecable dirección de Carmen Baliero, la pieza rinde tributo a la literatura y se presenta, no como un teatro semi-montado, sino como un teatro literario en donde se recrea la experiencia de la lectura de la mejor manera posible: con una actriz incomparable que nos toma por asalto y nos lleva de la mano (o la tormenta) su cuerpo y de su voz sin otro recurso que, su cuerpo y su voz.

Joyce inaugura la nueva novela del y en el Siglo XX con su Ulises, que nos ubica en un día, el 16 de junio de 1904 en las vidas de Leopold Bloom y Stepehn Dedalus, estableciendo un paralelismo simbólico con el héroe de la Odisea de Homero -Ulises/Odiseo y con Telémaco-.

En cada uno de los 18 capítulos del Ulises, Joyce usa un estilo literario diferente, y será en el último, el de Molly Bloom, esposa de Leopold y amante de Boylan, en el que inaugurará aquel que marcará la diferencia para toda la historia de la Literatura occidental: el monólogo interior puro, el soliloquio.

Y aquí la diferencia, porque en el fantástico capítulo final dedicado a/y por Molly Bloom, este personaje femenino, insomne, sentada en la cama junto a su marido durmiente, dice como piensa (y ya sabemos que el pensamiento es el rey de la yuxtaposición) en un soliloquio que rompe con todas las reglas al precipitarse en acantilado a pique alternando sin pausas emociones, fantasías, recuerdos, especulaciones y sentimientos.

Y el mérito insoslayable de esta puesta/apuesta, es haber respetado a rajatabla ese espíritu que priorizó el realce del texto, la sensualidad de la palabra, presentando tan sólo a una actriz, y qué actriz, tras un atril, delante de un lienzo blanco -como una sábana- que lee, tributando a la literatura y que no obstante, interpreta como ninguna sin más herramientas que los cambios de voz, la gestualidad incomparable y un juego corporal que pinta paisajes de sensualidad extremada y absolutamente femeninos.

Aquí, en esta cátedra de actuación, no hay pausas, no hay puntos ni comas, sólo caben las fluctuaciones del pensamiento, que es continuo, por crescendos y adagios en ese transcurrir de una noche en la que caben mil noches y entonces todo será posible: el recuerdo del amante, las búsquedas, la veda del sexo ante la muerte del hijo, el darse al sexo continuamente como expresión y como afirmación, el dolor y la vida.

Banegas/Bloom actúa como quien canta. Cuando habla, siente y canta -porque Molly es cantante- y traspasa los límites de la moral victoriana de su tiempo y de cualquier moral absurda de cualquier tiempo -también el nuestro- porque es mujer, porque se afirma en lo que siente, sensualizando la existencia y la puesta.

Para amantes de la literatura y para amantes del teatro. Para amantes. Como reza la última y absoluta afirmación de Molly: “sí quiero ¡sí!”.


Dramaturgia: James Joyce, adaptado por Laura Fryd, Cristina Banegas y Ana Alvarado .
Dirección: Carmen Baliero.
Intérpretes: Cristina Banegas.
Iluminación: Matías Sendon.
Dirección de arte: Juan José Cambre.
Sonido: Facundo Gómez.
Asistente de dirección: Francisca Ure .
Sala: Roberto J. Payró (Boulevard Marítimo 2280): jueves 17, viernes 18 y sábado 19 de enero a las 23:00 últimas funciones.

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