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MAR DEL PLATA 2012: las crónicas fantasma (III)

Por Daniel Cholakian

“Eran otros tiempos, era otra la historia” rezaba una vieja pieza publicitaria de mucho éxito años atrás. Y es cierto. Hubo un tiempo que fue hermoso en el marco del Festival de Mar del Plata, cada jornada de apuros cinematográficos se cerraba con una fiesta generosa y divertida.

El presente parece más austero, pero sólo en apariencias. La cuestión es poder ver aquello que otros no ven. El fantasma, que puede leer los SMS recibidos en los celulares ajenos, leyó: “fiesta en la habitación XXX (permitan la discreción del número). Drinking free”. La novedad, distribuida entre unos pocos iniciados, causó escozor y entusiasmo en algunos(as), particularmente extranjeros (aunque hispano parlantes). Incluso alguien del grupo invitado se animó a exclamar respecto de la amiga dispuesta al encuentro festivo: “a esta se la van a comer en canapé”.

El fantasma, feminista al fin, no estaba dispuesto a que tal convite destinado al encuentro de culturas termine en tan chabacano modo. Y partió raudo hacia la habitación de marras.

Lejos estaba el invite de ser una oscura propuesta para aprovecharse de jóvenes indefensas. Era una gentil y franca invitación a la conversación poliglota y al brindis reiterado. Cineastas, músicos, periodistas, fantasmas, todos se encontraron allí para gratificarse con la novedad del otro, de reconocerse y de brindar por la alegría de estar en Mar del Plata.

Es cierto que alguno parecía perdido en los laberinticos pasillos del Hotel Provincial. Hacía meses que subsistía gracias a la caridad ajena, mientras buscaba su habitación, olvidada en un sueño de gloria burguesa que nunca fue. Se sirvió algo de comida -los anfitriones fueron pródigos- y siguió su camino de años, sobre la alfombra roja que atenúa sus pasos incansables noche tras noche.

La mañana lejana comenzó con la muy interesante película El impenetrable, de Daniele Incalcaterra y Fausta Quatrini. La película comienza como un viaje y en el devenir del mismo todo cambia, partiendo de la intención inicial del director -heredero de 5000 hectáreas en el chaco paraguayo- de donar sus campos a los habitantes originarios del lugar. Lo que en la trama se revela es la realidad del modelo económico injusto, aniquilador y ambientalmente devastador que modela el régimen de tenencia de la tierra en Paraguay. Incalcaterra debe enfrentarse no sólo a la burocracia, capaz de otorgar el mismo terreno a dos personas diferentes, sino también con el poder paraestatal de los dueños de la tierra. La película da cuenta de un modo sintético, sencillo y extendido del modo en que las prácticas cotidianas (ocupación de tierras, judicialización, sometimiento de los pueblos originarios) reproducen un régimen económicamente injusto: Paraguay es el país con peor distribución de la riqueza en la región más desigual del mundo.

Uno podría hablar de malas. Y a veces causa placer. Pero podemos hacerlo en pocas líneas, como para que no se note. My life en Planet B es una película holandesa dirigida por un español. A priori no tiene esto nada de malo. Adolescentes en ebullición hormonal y búsqueda de identidad. Familias disfuncionales, y entornos en los cuales los protagonistas no logran integrarse. Nada nuevo. Lo sorprendente es que en Holanda, famosos por su liberalidad en materia de sexualidad y drogas, la mirada sobre la resolución de los conflictos sea tan conservadora. Deprimente. Y eso que los fantasmas somos gentes de otros tiempos, donde algunas cosas no se hacían. Pero tampoco es pa’tanto.

Marker ‘72 se propone una premisa y a partir de la misma, como engaño, como si fuera un señuelo que seguir para encontrarse con otra cosa, pretende ver qué pasaba con el cine en los años previos al gobierno de la Unidad Popular y en los dos primeros años de mandato de Salvador Allende. Lejos está de conseguir el objetivo de develar nada, o de construir una mirada sobre aquel cine militante. Imágenes de archivo que ilustran lo dicho (no hay en el montaje una elaboración presente de aquel material como parte de un discurso histórico) y reportajes convencionales algo reiterativos, se suman a frases absolutamente descontextuadas, para dar un material que apenas podría sostenerse si fuera parte de un proyecto televisivo. Y para eso habría que restarle algunos minutos que indudablemente le sobran.

No sin recomendarles que dediquen unos minutos a la buena película Había una vez yo, Verónica de Marcelo Gomes, este fantasma se retira a buscar información para la próxima entrega.

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