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MAR DEL PLATA 2012 – El hombre que nunca estuvo: I’m back

Por Matías Gelpi

Día 3, lunes 19, películas que vi = 1

Hoy ha sido un día largo y extraño. Volví a Mar del Plata, saqué una entrada y fui a ver una película, traicionando sin atenuantes todo el sentido de esta sección. Seamos francos: ¿cuánto más podía evitarlo? Me gusta ver películas y a dos cuadras de mi casa hay una sala gigante donde se proyectan films en todos los horarios posibles.

La elegida fue La bestia debe morir con Narciso Ibáñez Menta, que por suerte está buenísima. Lo que no estuvo tan bueno fue el homenaje previo excesivamente largo, que incluyó al presidente del Festival, José Martínez Suárez, haciendo el ridículo. Quizás la cínica actitud a la que he librado mi espíritu para escribir estas crónicas me ha convertido momentáneamente en alguien que se irrita particularmente con las “cosas” del Festival. Pero no puedo dejar de preguntarme por qué todos tienen esa actitud tan sospechosamente positiva, por qué todos se saludan con tan evidente hipocresía y caradurez. No quiero volverme lacrimógeno pero me sentí particularmente solo en la gigantesca Sala Piazzolla que estaba ocupada en un 70 %. Nunca sentí eso en la Sala 4 del Paseo yendo a ver la última de Will Ferrell, porque aunque nos odiemos entre todos en la sala lo que importa es la película (y los nachos y las otras boludeces). Pero al parecer en el Festival hay que sonreír, hacer sociales, poner cara de “soy el mejor espectador del mundo que mira cine re cool”. La película no importa porque seguramente en las próximas 24 horas veremos otras seis. Subrayemos esto, sea quien seas, cuando te enfrentes a una obra de arte no pongas caras de “estoy mirando arte” porque parecés un boludo. En serio.

Ya volviendo para casa, aprovecho la distancia de dos cuadras para ir olvidándome del Festival, como preparándome para escribir esta crónica. Pero… ¡maldición!, no puedo dejar de pensar en el presidente del Festival alardeando de que Mar del Plata es uno de los pocos Festivales clase A, e inmediatamente luego retando al aire a la gente de la organización por no retirar las sillas y las mesas donde se habían sentado los responsables del homenaje a Narciso. Me siento ofuscado, ni siquiera se me ocurre un insulto gratuito al cine de Nolan. Y dado que para probar la ineptitud de Deleuze tengo que al menos leer uno de sus libros, hoy asumo sin remordimientos mi propia pelotudez.

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