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I FESTIVAL MAR DEL PLATA JAZZ: siga, siga, siga el baile (parte I)

Por Gabriel Piquet

“Estamos influenciados por la música de jazz norteamericana”. En Dickens quedaba flotando la afirmación, el que la decía era el líder del cuarteto Anderson Quevedo. De una forma muy relajada, sentados sobre unos banquitos los tres integrantes de la banda que estuvieron presentes -Anderson Quevedo, Mauricio Orsolini Fernándes (piano), Rafael Ferrari (contrabajo)- dieron una charla en la que además contaron que se conocieron en la universidad, donde comenzaron hacer una relectura de la música brasilera, que las composiciones pertenecían todas a Quevedo, y que una de las corrientes que más tomaron fue la del samba-jazz. Quevedo dijo que el primer disco, Passeio, es una selección de sus comienzos como compositor.

En la ronda de preguntas del público, hablaron de la función del estado brasilero aportando dinero a los músicos (en algún punto parecido a la Argentina, donde sólo para cierta música hay apoyo económico). Contaron que tienen que tocar de todo para poder vivir de la música, en el caso puntual de Quevedo varios saxos y flautas, ya que los diferentes estilos musicales en su país lo dejarían muy aislado si sólo tocara el saxo soprano. Se explayaron sobre sus gustos musicales (John Coltrane, Wayne Shorter) y Quevedo contó cómo agarró la estructura de un tema de Shorter, Arietis, y que sobre este comenzó a tocar y creó Sujeito a guincho. También merodeó sobre sus gustos  adolescentes del rock brasilero, de cómo el saxofonista de Os titas fue una primera influencia pre-jazz. Entre las preguntas respondieron sobre el particular músico Tom Ze: Quevedo dijo que es “tan radical”. Ze es un músico muy criticado en su país por sus ideas políticas, a lo que Ferrari agregó: “es un ejemplo de un gran músico que no es músico”. Adelantaron además que en el show de esa noche (viernes), interpretarían temas que pertenecerán a un nuevo disco.

Luego de la charla hicimos unas cuadras y llegamos a la Plaza San Martín: un punto más a favor de la organización del Festival, alrededor del escenario se armaron unas gradas que dan una sensación de microestado al aire libre, en menos de 15 minutos, todo el lugar se llenó y como en un mini Woodstock vimos la fauna más variada de personajes que le dieron un color extra al lugar.

Es el turno de Nelson Gesualdi & The Funky Taunus, banda oriunda de la ciudad que aunque su nombre remite al funk, comienzan con un blues. De esta formación diré que me gustó solo la base rítmica: Sergio Salvatore, batería, y Federico Sierra, bajo. Tengo un problema con el soul/funk cantado por blancos. Sé que hay buenos cantantes, pero no les creo. Me parece como que no estoy sintiendo lo mismo que me puede transmitir un vocalista negro. Le ponen onda a la versión de In the midnight hour, pero enseguida me viene Wilson Pickett a la mente y no me cierra. Los solos de guitarra están muy cargados, pero por suerte para la banda y la organización lo que escriba no tiene importancia porque la gente aplaudió y pidió más.

El jueves Martín de la Saletta le había pedido a la gente que bailara, porque esto era una fiesta. Sus palabras llegaron a oídos del público presente y por un momento Mar del Plata no tiene nada que envidiarle a países como Brasil, Uruguay, Colombia o los siempre rítmicos centroamericanos. Los encargados de semejante logro son La 2826, mitad integrantes colombianos, mitad integrantes argentinos. Alberto Ojeda canta y su acento invita a mover los pies. Alrededor del escenario veremos a varias parejas, incluyendo un hombre araña (como los del trencito de la alegría), que le ponen ritmo a la tarde. Se escuchan frases como “ritmo más bueno, para que puedan bailar” o “mulata pequeña, mi cielo, te quiero, te adoro”. En un momento se sumó a tocar el siempre bien predispuesto saxofonista Elan Asch. Cuando arrancó su solo, el carismático Ojeda le dice “dímelo Elan”. El sonido del saxo se fusiona con la sólida banda compuesta por Néstor Vivas (piano), Diana Arias (contrabajo), Ezequiel Malec (congas) y René Gatica en percusión, que demuestra sus condiciones además haciendo coros junto a Vivas. En otros casos se les suma la contrabajista Arias. Le dan las gracias a los presentes y a “el hombre araña salsero”. Luego, este personaje entraría en acción nuevamente para bailar pero ya sin la máscara.

La gente esta estuvo encendida, bailando, moviéndose. Ojeda dijo que van a bajar un poco con un bolero. El público reclama más baile y tanto Diana Arias como Ojeda los refutan simpáticamente: “esto también se puede bailar”. Esa melosidad tan querible del estilo musical queda plasmada en la frase “la primera noche que te vi, yo sabía que eras para mí”. Hicieron un tema más y se despidieron, el público coreó que querían otra y aunque la organización estaba ajustada, la presión logró que hagan Fuego en el 23. Exito absoluto, desde el primer compás se compraron al público. Estos a su vez le respondieron con baile y más baile.

Falta poco para que sean las 21 del viernes, llego al Teatro Colón: la cola da la vuelta. Por un instante pienso “será alguna obra con vedetes y algún cómico del verano”. Por suerte estoy en el lugar indicado, la gente le vuelve a responder a la ICM.

(continuará)…

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