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Berlín 2011: la competencia se va despidiendo sin demasiado brillo

El desfile de aspirantes al Oso de la Berlinale entró hoy en su recta final con Wer wenn nicht wir, una nueva incursión del cine alemán en las raíces de la extinta Fracción del Ejército Rojo (RAF), y la israelí Odem, una peculiar visión del conflicto de Oriente Medio a través de dos palestinas.

El cine anfitrión presentó su segunda película a concurso –If not us who, en inglés-, dirigida por Andres Veiel y centrada en el paso a la lucha armada de Gudrun Ensslin, la que se convertiría en novia de Andreas Baader, fundador con Ulrike Meinhof de la RAF, el grupo terrorista más mortífero de Alemania.

«No es sólo una película sobre un capítulo negro de la historia alemana o la rebelión de una generación con el pasado nazi de la anterior, sino una reflexión sobre unas personas que trataron, por el camino equivocado, de cambiar algo en la sociedad», afirmó Veiel.

El filme arranca desde la primera pareja de Ensslin -interpretado por Lena Lauzemis- el hijo de un escritor nazi, Bernhard Vesper -August Diehl- la fundación de una editorial que hacen juntos y se pretende comprometida, y de su relación con los intelectuales del Grupo 47.

De todos modos, nada que no se haya visto ya en películas como la reciente Der Baader Meinhof Komplex, con la diferencia de que ésta se detiene justo ahí donde aparecería en escena Ulrike Meinhof, en 1969, con la pareja de Ensslin y Vesper totalmente pulverizada.

Por su parte, Odem cumplió esa otra tradición de incluir un representante del nuevo cine israelí, Jonathan Sagall, quien centra su incursión en las heridas del conflicto de Oriente Medio en dos mujeres, dos palestinas, y un oscuro capítulo pasado de sus vidas, la relación fugaz de una de ellas con un soldado israelí.

Fue a la salida de un cine en Jerusalén, la noche en que la lanzada Inam y su más retraída amiga Lara se saltaron los controles, en plena Intifada, para ir a ver una película americana. El recuerdo de lo que ocurrió está en la línea floja entre dos versiones -sexo consentido o violación- y alrededor de ellas se teje ese filme.

El director de la Berlinale, Dieter Kosslick, la había anunciado como uno de los filmes «a tener en cuenta» y la interpretación de ambas protagonistas -Clara Khoury y Nataly Attiya- apunta a un Oso.

El otro filme a competición, el coreano Saranghanda, Saranghaji Anneunda, de Lee Yoon-ki, confrontó a la Berlinale con su tercer título -tras la argentina Un mundo misterioso, de Rodrigo Moreno, y la estadounidense The future, de Miranda July- de una pareja que agoniza.

Compartía con las otras dos esa situación de partida, más la personalidad entre embobada y abúlica de jóvenes acomodados, ciudadanos de sociedades dichas avanzadas, que se comportan como perfectos incompetentes para la vida normal.

Otros paralelismos: la aparición de un gato, tanto en la coreana como en la de July, como hipotético salvador de parejas con goteras. Como le ocurrió a Moreno, el director coreano escuchó algunos abucheos en su presentación a los medios.

La Berlinale entró así en la recta de esprint, a falta de que se presente mañana The forgiveness of blood, de por Joshua Marston, quien regresa al festival tras María, llena eres de gracia.

SE VIO OCIO


Los directores argentinos Juan Villegas y Alejandro Lingenti estrenaron hoy internacionalmente su película Ocio, que describe el páramo incierto en el que queda un tímido joven desocupado y abandonado por su novia cuando muere su madre.

El largometraje, bien acogido en el festival internacional de cine de Berlín, aborda en apenas 70 minutos el lento discurrir de los días sin rumbo del joven Andrés (Nahuel Viale), así como los problemas de comunicación entre él, su hermano y su padre.

«Ésta es la historia de la desintegración de una familia», explicó en una entrevista a EFE Lingenti. «Entendemos normalmente el ocio como tiempo perdido, en términos de eficiencia al menos. Pero a Andrés le aprovecha este período de ocio para madurar», aclaró Lingenti.

Villegas, por su parte, apuntó que su filme es el intento del joven protagonista «de salir del duelo de la muerte de su madre», que le deja varado en «un limbo existencial».

Así, los días del introvertido y confundido Andrés discurren lentamente, entre amigos del barrio bonaerense en que reside, música moderna, cigarrillos, libros, partidos de fútbol y una nueva motocicleta que le da más disgustos que satisfacciones.

Los dirección bicéfala de esta película, la tercera de Villegas y la primera de Lingenti, coincidió en destacar que este largometraje es «una obra artesanal» con ciertas «particularidades», como la de contar con actores no profesionales y varios músicos de rock, además de ser una producción de bajo costo.

ROSSELLINI Y MUELLER-STAHL


La actriz y directora italiana Isabella Rossellini y el actor alemán Armin Mueller-Stahl son los dos grandes del cine a los que homenajea entre hoy y mañana el festival, cuya 61ª edición se ha caracterizado por la modesta presencia en competición de estrellas y de nombres de relieve internacional.

Rossellini, presidenta del jurado, y Mueller-Stahl, Oso de Oro de Honor de la Berlinale, serán los encargados de compensar, a fuerza de carisma y en la recta final de la muestra, el escaso brillo que la ha acompañado, a la espera de la entrega de premios del sábado.

La actriz y directora, vieja amiga del director del festival, Dieter Kosslick, es la protagonista este jueves de la gala especial en que se proyectará la película Late bloomers, de Julie Gavras, hija del director Costa-Gavras.

Se trata de un filme en que Rossellini y William Hurt interpretan a un matrimonio que, tras treinta años casados, se ven confrontados a la realidad del paso del tiempo, lo que en ella se manifiesta en una pérdida de memoria que teme se trate de los primeros síntomas de demencia.

Del propio Costa-Gavras se proyectará, mañana viernes, el filme Music Box, de 1989, interpretado por Mueller-Stahl y Jessica Lange, en la gala de homenaje tras la que el actor, recién cumplidos los 80 años, recibirá su Oso de Oro de Honor.

La Berlinale reconocerá así la labor de uno de los grandes del cine alemán, que irrumpió en las pantallas de la Alemania comunista en los años 70, como el James Bond del Este, por su papel en una serie de agentes de televisión.

Actor en más de 120 filmes y series de televisión, Mueller-Stahl desarrolló parte de su carrera en el este de Alemania, hasta que se pasó al oeste y empezó a trabajar con directores como Rainer Werner Fassbinder y Jim Jarmusch.

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