Título original: Igualita a mi
Origen: Argentina
Director: Diego Kaplan
Reparto: Adrián Suar, Florencia Bertotti, Claudia Fontán, Gabriel Chame Buendía, Ana María Castel
Guión: Juan Vera, Daniel Cúparo
Fotografía: Félix Monti
Montaje: Alejandro Carrillo Peni
Música: Iván Wiszogrod
Duración: 108 minutos
Año: 2010
3 puntos
Una hija y una nieta y una novia para mi papá
Por Mex Faliero
Hay algo que le envidio a Adrián Suar: la impunidad de la que goza entre periodistas, críticos -no todos, es justo decirlo- y público. Impunidad que impide una crítica más certera sobre su trabajo como actor (Un novio para mi mujer, con sus problemas sobre el final, es tal vez lo mejor que ha hecho) y su trabajo como productor televisivo, con ideas que se parecen sospechosamente a otras y que se repiten hasta el hartazgo. Este verano me tocó verlo en una adaptación teatral de la película El año que viene a la misma hora: el tipo, escaso de recursos, convierte un drama romántico sobre el paso del tiempo y la posibilidad de otro tipo de amor en una comedia mala de Francella. Y lo ovacionaban de pie. Hay que reconocer que Suar, con el tiempo, logró soltarse y adquirió algunos tics efectivos. Pero eso no lo hace mejor, sino apenas funcional. Lo mismo se puede decir de un mueble o un aplique.
En realidad uno viene a hablar de Igualita a mí. Pero lo que motiva este arranque son algunas cosas leídas por ahí, que dejan pasar desvergonzadamente el conservadurismo y atraso en sus ideas de esta comedia discreta, y se dejan embaucar por los encantos de un tipo como Suar y porque “bueno, éxitos como estos son los que precisa la industria”. Uno ve, lamentablemente, cómo la crítica de cine en el país se va achicando en sus posibilidades y se convierte en mera socia del suceso, incluso con miedo de caer antipática al público. Sería bueno que los comentarios cancheros sobre las últimas malas comedias de Adam Sandler se escuchen también sobre productos como este. Sería bueno, también -y para ser un poco frívolos-, que los chistes que se hacen sobre las caras brillosas de Jennifer Aniston, Meg Ryan o Nicole Kidman, argumentos que se usan para ¡hablar mal de las películas!, se repitan acá, con la misma sorna, al ver los mofletes de Suar.
Pasada la calentura, digamos que Igualita a mí confirma, lamentablemente, todo el prejuicio que uno podía tener con una película como esta cuando leía la sinopsis. Digo lamentablemente porque Diego Kaplan, su director, había realizado una película interesante como ¿Sabés nadar? y se había desmarcado en la televisión con productos que se corrían un poco de la norma. Sin embargo aquí se manda una que Luis Sandrini o Palito Ortega hubieran querido hacer: porque si bien el discurso es igual de conservador y condenatorio contra todo lo que se corra de una idea de familia, es indudable que la película tiene una pericia técnica y un par de actuaciones secundarias de buen nivel, incluso con pasajes de buen timing cómico.
Mientras miraba Igualita a mí hacía un ejercicio mental y pensaba en los caminos que podía tomar un film como este para ser, digamos, mejor. Por un lado pensaba en las primeras comedias de Adam Sandler, donde el tipo fuera de norma estaba realmente fuera de norma y no era alguien que se teñía el pelo (parece que en el acto teñirse el pelo -por lo demás una idea ya vista hace 40 años- se esconde uno de los mayores atentados contra la vida burguesa) como mayor provocación, y donde su reubicación dentro de lo razonable se daba no sin una catarata de chistes memorables sino además con, valga la redundancia, razonabilidad y coherencia, sin maltratos a los personajes. El final feliz era una consecuencia, no una imposición.
Por otra parte, teniendo en cuenta el tema del embarazo no deseado, en este caso por partida doble (él se entera que tiene una hija mientras ella descubre que está embarazada), pensaba también en Juno y cómo allí se abordaban, desde la perspectiva de una adolescente, temas como la paternidad, la adopción, con una inteligencia y una profundidad envidiables. Pedirle tal vez a Igualita a mí nivelarse con una de las diez mejores películas norteamericanas de la década sería algo injusto, pero al menos uno pide determinada reflexión sobre los temas que se abordan o que, mínimo, las reflexiones a las que se lleguen no estén en consonancia con una sociedad de la década del 50. Suar (Freddy), un juerguista que vive de noche y quiere estar bien lejos de la idea de ser padre y esposo, decide hacerse cargo de la situación, básicamente, porque sentado en un café ve pasar a un abuelo de la mano de su nieto. La ramplonería, cursilería y sensiblería de los últimos 15 minutos de esta película son intransitables.
Típica película dividida en dos -donde la primera parte nos muestra lo gracioso y supuestamente desaforado del asunto para luego caernos con todas las de la ley y bajarnos línea-, el problema fundamental es que ninguna de esas mitades están bien manejada: la comedia descontrolada que podría haber sido sucumbe ante la reiteración de Freddy bailando en la disco, tiñiéndose las canas, levantándose tarde, como si todo eso fuera terrible. Y lo curioso del caso es que Freddy parece ser bueno en su laburo. Entonces ¿por qué se lo condena? Más lamentable es cuando es evidente que detrás de cámaras hay un tipo competente que sabe filmar y hasta manejar una situación humorística: ejemplo, aquella escena en la que Freddy confiesa a sus padres y su hermano que tiene una hija. Pero la falta de más momentos como este imposibilitan que uno tenga algo de lo que agarrarse cuando la monserga se venga. Esta gente no aprendió nada de comedias desparejas como Los rompebodas o Navidad sin los suegros, que padecían problemas similares.
El final, está dicho, es lamentable. La aparición de la madre de la hija de Suar abre nuevas posibilidades al desagrado. Igualita a mí incorpora la misoginia (no hay mucha diferencia entre alguna situación de cama con aquella “gorda lechona” de Emilio Disi) y, en el caso del novio de Aylín (Florencia Bertotti), una burla al hippie no sólo discriminatoria sino además retrógrada. Y ahí aparece otra comparación: el “yo mantengo a todos estos vagos” que tira Freddy (que será fiestero pero no fuma porro, eso está claro) sobre el final sin dudas impactará festivamente en el público de clase media que se pueda acercar a este bodrio. Pensar en la alegría fumona que destila Pájaros volando, comedia nacional estrenada la semana pasada y cabal representante de otro público, y en cómo cada una retrata a esos mochileros es no sólo pensar en dos formas diferentes de hacer cine sino también en dos formas diferentes de país. Y yo ya sé en cuál quiero vivir.
Por favor…. «Y yo ya sé en cuál quiero vivir» estoy cansado de la gente que tira esta frase. Uno puede ver lo que quiera y vivir como quiera. Yo miro Tinelli, miro Capussoto y miro Petinatto. Y no se me cae nada por mirar a ninguno de los tres. Es una pelicula, a algunos nos gusta y a otros no. No se puede delegar el fracaso propio a los éxitos ajenos. Porque estas escribiendo en este sitio quien te pensas que sos, sos crítico pero no destructor.
Saludos.-
rompela toda mex.
Mex, no te pierdas esta noche «Bailando por un sueño»!
Mex, a diferencia de Cristian, no miro ni a Tinelli ni a Petinatto. Pero por sobre todo firmo con mi nombre y apellido. Me tienen bastante cansado los impunes que adjetivan largamente sin dar la cara. Si no fuera que no quiero calificarlo, diría que es un cagón. Pero no lo conozco.
Fuera de eso, agregaría a tu crítica por demás acertada, que el director carece totalmente del manejo de la comedia. Escenas totalmente fuera de lógica dentro de la misma estructura. ¿Cómo es que el tipo exitoso en los negocios, que tiene una coupe, toma champán todo el tiempo, guarda el vodka importado en el freezer, no paga la luz? (más considerando que vive solo y está poco en la casa, la factura de la compañia debe bastante menos de 100 pesitos). ¿Todo para justificar una pésima escena donde además se repite el bendito saber común sobre lo inútiles, burocráticos, malas personas que son los empleados semi-públicos?
Varias escenas muestran al torpe Suar bailando solo o haciendo la mímica de canciones, usando eternidades, innumerables minutos de metraje, sin gracia alguna ni sentido narrativo. Esto es falta de timming, de manejo del ritmo. Lo que demuestra la impericia de Kaplan, que además no saca ni un gesto correcto de Suar y no logra matizar los tics «alla Floricienta» de Florencia Bertotti.
Podríamos agregar que el personaje del amigo, que va con el a los boliches cada noche, no habla, es un muñeco inútil, la caricatura de un freak que, a diferencia de lo que haría en cualquier comedia correctamente estructurada, ni siquiera habla, tira un chiste, hace una segunda, cuando no ser un adyuvante en el camino del protagonista.
Podríamos seguir, pero coincido contigo que la mayoría de la crítica se ha cuidado de decir que es conservadora en extremo, que ha minimizado el tema de la maternidad joven, que denigra a «los hippies» con una mirada reduccionista, misógina, justificadora de un tipo que es un estafador en relación con el negocio inmobiliario (¿a alguno se le ocurrió pensar la relación de estos inescrupulosos con los accidentes constructivos en Baires?), pero por sobre todo, reduccionista ante un tema como la identidad filiatoria en un país como el nuestro.
Ah! Cristian, la vida no es conflicto, no el consenso inútil y que no cuestiona nada. Y por supuesto que diversos países. En el de Tinelli explotando mujeres, modelandolas como puro culo y tetas, yo no quiero estar. Definitivamente. Si miras a Tinelli y a Capusotto es porque no entendés un carajo de lo que manda el gran Peter
jajajajaja
Muy buena crítica, mucho más divertida que la película. Esas películas que son puro vehículo para destilar moralina pro favoooor… pero puede llegar avender y entonces se babean poraclamarla. Y ya que estamos una diferencia 😉 . Un motivo por el que defendía el secreto d elos flojos es justamente por esto. Ese era cine industrial dcentemente hecho y creo que para los mentasti y toda la runfla de aclamadores de suar esa fue una patada en el higado: cuando cine industrial de factura decente y un poqtio más lre pasaba el trapo a cine industrial berreta y moralino (como bien decía enqaqel momento creo que mangini: los malos toman cafe los buenos mate) Y ahora están neuvamente d efiesta pero lo cierto es que este icne industrial nacional ¿y popular? no tiene nada qe hacer al lado d elos tanqes d ejolyvud en cambio aqel producto indutrial les pasó el trapo tambine a ellos. En estos momentos me resurge el populista de adentro para confirmar qe la gente no es tarada y qe los qe predican que «hay qe vera tinelli» bueno… no coemnts
Saludos nimios
Afortunadamente hoy hay gente que intenta profundizar en el ser argentino y no solo hay sofovichistas sostiene tinellistas sostiene adriansistas fomenta GENTEDEMIERDA… A no confundirse querido cristian eso no es libertad de elección es estar inducido a ser un tarado. Celebro que estemos hablando de otra cosa, y subo la apuesta, NO HAY QUE VERLOS!!!