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Funcinema

BAFICI 2010: día 1

Por Rodrigo Seijas

Fui hasta el centro de prensa del BAFICI, ubicado a apenas una cuadra del Abasto. A veces, esa distancia es exactamente lo que es: literalmente ínfima. Otras veces, cuando tenés que salir disparado para pescar el comienzo de una película, porque te quedaste medio entretenido discutiendo o comentando con otra gente sobre diversas cuestiones, esa distancia adquiere el poder de miles de kilómetros.

Podría empezar asentándome en el lugar común del crítico: la cola para retirar la credencial resultó más larga y extensa de lo esperado; hay demasiadas películas; no me dieron un catálogo gratis y no conocí a ningún famoso. O podría decir también que la espera no fue tan ardua, que lo importante no es tanto la cantidad como la variedad y calidad -lo cual está por verse, así que mejor no sacar conclusiones apresuradas- y que toda la gente del Festival que me atendió hasta poseen la amabilidad acostumbrada de las anteriores ediciones.

De hecho, la señorita encargada de buscarme la credencial me reconoció casi al instante. Por mi fama que trasciende fronteras, pensarán ustedes. No, porque es, al igual que yo, estudiante de la Licenciatura en Artes de la UBA, y me recuerda de un examen final donde tuve una discusión de nivel estratosférico con una profesora que me bochó. Es más, ahora que lo pienso, casi todo el mundo me recuerda más que nada por eso. ¡Shit! La profesión de crítico puede ser muy ingrata, pero aún más lo es la de estudiante. Me conformo al menos con el hecho de que todos los que recuerdan ese episodio me justifican y me dan la razón. ¡Tomá eso, maldita profesora bochadora!

Por esas cosas de la vida, cuando menos me lo esperaba, me encontré con varios colegas con los cuales surgieron diversas charlas y apreciaciones, que seguramente seguirán sobre el tapete a lo largo de estos días festivaleros.

El BAFICI está en una situación estable, casi en el sentido médico del término. Por un lado, está consolidado en diversos aspectos: ya nada ni nadie puede sacarlo de la agenda de Buenos Aires -ni siquiera Macri-, es un festival de importancia mundial y hasta ha conseguido la autarquía. Por otro, está estancado y no puede vencer ciertas limitaciones, referidos a su público asistente, la programación y su real impacto en el panorama socio-cultural de la ciudad. Y hace ya un rato largo que las dos variables están en permanente interacción.

El BAFICI es un festival que genera pérdidas monetarias y cuyo real impacto todavía debe evaluarse apropiadamente. Además, su programación por momentos lo “sectariza” en exceso, como si incluso reivindicara el aislamiento. Pero también es verdad que tiene un estilo propio y reconocible, que es un ineludible punto de contacto entre la gente del cine y que goza de amplias posibilidades de expandirse.

Quizás sea necesaria apuntar a una mayor descentralización, que puede tener puntos a favor y en contra: la chance de insertarse en los barrios, chocando contra la incomodidad para armar itinerarios por parte de los espectadores más habituales. También seguir profundizando iniciativas como las del BAFICITO, que indudablemente constituyeron una apertura hacia otros públicos, sin resignar calidad y rompiendo prejuicios.

Aunque antes de eso, es imperioso hacer un diagnóstico apropiado. Las cifras que se han vertido siempre se explayan sobre la cantidad de tickets, que incluyen funciones de prensa y la entrega de entradas gratis a periodistas e invitados. En base a eso, no se puede precisar la cantidad real de espectadores, más teniendo en cuenta que muchos de ellos ven diez, veinte o más películas. Me atrevería a decir -de forma bastante arbitraria, lo reconozco- que los espectadores “reales” del BAFICI son entre treinta y cuarenta mil, gran parte de ellos cinéfilos -que asisten a diversos cursos y ciclos de cine-; estudiantes de cine y facultades como Filosofía y Letras o Ciencias Sociales; críticos, etcétera.

Pero estas no dejan de ser meras conjeturas. Hace falta un estudio de campo, que indique con precisión las cantidades, nivel socio-cultural, dónde viven, entre otros antecedentes. Esto permitiría saber dónde se está parado y hacia dónde se puede ir, teniendo en cuenta los recursos. Esto último debe ser muy tenido en cuenta, ya que durante unos cuantos años al BAFICI no se le ha aumentado su presupuesto, mientras el país ha sufrido una inflación del veinte por ciento anual y el peso continúa devaluándose.

Principalmente hay que dejar de lado chicanas o rencores, y ser constructivos. Es difícil, pero lo más saludable es hacerse cargo tanto de lo bueno como de lo malo, para seguir progresando.

Se suponía que tenía que escribir algo cortito. Pensé que iba a ser así, pero no está nada mal comenzar de esta forma.

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