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BAFICI 2010: día 10

Por Mex Faliero

Un día adolescente este viernes en el BAFICI: dos películas que hablan de la juventud, casi de las mismas cuestiones pero en registros totalmente distantes. Y cuando decimos distantes, queremos decir bien lejos uno del otro. La brasileña Os famosos e os duendes da morte de Esmir Filho es un drama oscuro, de logrados climas, donde la muerte se respira en cada plano; mientras que la francesa Les beaux gosses del historietista Riad Sattouf es una comedia y no sólo eso, es una película ligera, feliz, luminosa sobre pibes que la quieren poner y no pueden. Como bien dice Scott Foundas en la sinopsis que acompaña el catálogo: ¿cómo se dice Supercool en francés? Pero, me animo a decir, hasta mejor.

Os famosos e os duendes da morte es un film con todos los tics del género: el adolescente depresivo, enamorado, existencialista, encerrado en una ciudad sin futuro, en un contexto familiar que le produce repulsión. Sin embargo, partiendo de esa premisa, el debutante Filho logra esquivar con elegancia todos los lugares comunes y construir una película potente, que va mostrando lentamente su drama interior. El director se le anima a la muerte, a sus resonancias, a cómo un asunto como el suicidio sigue siendo un tabú en algunos lugares. Y, para más, liga este asunto con la identidad sexual.

Sutil y elegante, además el film sortea con inteligencia ciertos clichés del cine considerado “de arte” en esos planos de cámaras caseras que utiliza para simbolizar sueños y fantasías. Os famosos e os duendes da morte es una película de fantasmas: de hecho, reproduce algunas formas del cine de terror moderno, pero las conduce para el lado de lo sensorial y sentimental. Filho logra un gran film, que se suma a mis preferidos del BAFICI, y que además se presta para posteriores interpretaciones. Una película que no se agota en una primera mirada siempre es interesante y recomendable.

Este párrafo lo voy a decir en voz baja, que no se entere nadie: me gustó mucho Les beaux gosses. Lo digo así porque vieron, no está bien que uno disfrute de una comedia tan ligera y ordinaria en un festival de cine. Porque Les beaux gosses es básicamente el drama de un grupo de adolescentes en edad escolar preocupados porque no la pueden poner. Primeros amores, temores sexuales, frustraciones, sentimientos cruzados alimentan este relato que no hace la típica de un film BAFICI: aquí los planos duran nada, y los jóvenes hablan sin parar, dicen groserías, putean, se masturban a más no poder y no hay en eso una mirada acusatoria, moralista, ni siquiera esteticista. ¿Abulia? Para nada. Y eso no atenta contra la seriedad del film: Sattouf se toma en serio el género de comedias adolescentes, en serio tanto como lo hizo un tal Greg Mottola un tiempo atrás con Supercool.

Y por qué digo que Les beaux gosses es mejor que Supercool: porque no tiene, sobre el final, ninguna mirada moral sobre el conflicto de sus personajes. A lo sumo cada uno reconocerá esta instancia como el fin de un momento. Mottola lo entendía un poco así también, pero allí no se podía evitar castigar un poco a aquellos que se habían corrido unos centímetros de lo que debe ser. Posiblemente Supercool sea más precisa desde lo cinematográfico, pero esta acierta con una comicidad que funciona siempre, tanto sea el humor físico, como el verbal, el sutil o el grosero.

Listo, ya lo dije: Les beaux gosses me gustó mucho, pero que no se enteren mis colegas ni el festival. Que a ver si el año que viene no me acreditan por ordinario, vulgar y poco pensante.

Por mi parte me preparo para un sábado en el que se conocerán los ganadores de las competencias y, además, tendremos la chance de ver Los condenados, de Isaki Lacuesta, que llega con gran promoción y me la han recomendado. Película que además tras el comienzo con Secuestro y muerte, cierra una especie de ronda de cine político y polémico que el BAFICI ha querido ofrecer en esta oportunidad. Sobre la competencia se puede decir que si bien no se ha visto la obra maestra, sí ha sido muy pareja y con un nivel que pone el pulgar para arriba. Veremos qué gana: si el cine o el gesto.

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