Buenos muchachos
Por Rodrigo Seijas
7 puntos
La comedia marihuanera es un género difícil de resistir, que causa una gracia casi inmediata. O una indignación casi inmediata. El caso es que por lo general no dejan indiferente, y si se las aborda desde la realización con cierta soltura y entusiasmo, se la puede pasar muy bien con ellas.
Los realizadores de Harold and Kumar escape from Guantánamo Bay (mejor no utilizar el ridículo y prejuicioso título local) son bastantes concientes de eso y se proponen pasarla bien haciendo este filme, transmitiendo ese sentimiento al espectador.
Luego de sus primeras aventuras en Go to White Castle, Harold y Kumar vuelven a las andadas. Esta vez, quieren partir a Ámsterdam, para endrogarse mucho y ver si pueden pescar a una chica que le gusta mucho a Harold. Pero surge un pequeño gran inconveniente: Kumar no puede esperar a llegar a la ciudad del libre consumo de marihuana y decide empezar en pleno vuelo. Los pasajeros y las autoridades estadounidenses los toman enseguida por terroristas (para que quede claro: un tipo con pinta de árabe + un tipo con pinta de norcoreano = Al Qaeda y Corea del Norte trabajando unidos para destruir América) y los pobres muchachos terminan presos en la cárcel de Guantánamo.
A partir de ahí, todo se va ir yendo cada vez más al demonio, con una huida que lo que menos posee es lógica o coherencia. La película es tan inocente como impertinente, y se permite pegarle palos a todo el espectro norteamericano, con especial hincapié en la derecha: los políticos, las agencias de seguridad, los habitantes del Sur estadounidense, etcétera. Hace foco en todos los prejuicios y lugares comunes para decontruirlos por completo, sin preocuparse por ningún límite ético o moral, aplicando chiste sobre chiste, uno más grosero y escatológico que el anterior, sin parar de subir la apuesta.
Y sin embargo, a pesar de su humor guarro, Harold y Kumar… no deja de ser un filme sobre la amistad masculina y como el amor puede hacernos cometer toda clase de estupideces y locuras. Y nunca es cínico con respecto a eso, al contrario. Se compromete fuertemente con sus personajes, nunca juzga sus acciones, a pesar de mostrarlos en situaciones cada vez más ridículas. Eso es lo que finalmente colabora para que una escena como el insólito diálogo con un Bush fumado –quien en su discurso, a pesar de admitir todos sus vicios, también es capaz de mostrarse como un patriota en el más idealista sentido del término (difícil de ver esto en el mundo real, ¿no?)- se sostenga sin inconvenientes.
Y sí, es verdad, Harold y Kumar escape from Guantánamo Bay no es la gran cosa. Su humor no es precisamente sutil. Pero nunca mira desde arriba a sus personajes o al público. Y en tiempos de tanto maltrato gratuito, nunca viene mal un poco de cariño.