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No te metas con Zohan

Poner el cuerpo

Por Mex Faliero

Volvió papá. La comedia moderna norteamericana es ahora algo común entre nosotros, está instalada y… ¡hasta se estrena en el cine! Pero lo cierto es que desde antes que esto ocurriera había un flaco que ya las había hecho todas: Adam Sandler. El tipo construyó el personaje (Billy MadisonHappy GilmoreEl aguador), lo popularizó (Locos de ira), lo conceptualizó (Embriagado de amor), lo perfeccionó cinematográficamente llevándolo a la cima (Como si fuera la primera vez) y lo aniquiló (Click). Había que revivir. Y bueno, cuando lo creíamos acabado No te metas con Zohan parece más una amenaza autoconciente que un título.

Zohan Dvir (Sandler) es un agente del servicio secreto israelí (el Mossad) que cansado de tanta lucha y guerra decide cumplir su sueño: ser peluquero en Nueva York. Y para poder escapar simula su muerte delante de su máximo enemigo, El Fantasma (John Turturro). Vaya paradoja, el personaje se reinventa y Sandler revive. El cuerpo que desaparece para refundarse y ser otro en una comedia donde el cuerpo es fundamental: el humor es puramente físico, el personaje le pone el pecho a las balas y Sandler a una sátira política tan disparatada como agresiva.

La operación del filme dirigido por Dennis Dugan (autor de varias de las mejores del comediante) y guionado por el propio actor, el maestro Judd Apatow y Robert Smigel (colaborador de Conan O’Brien en Late night y del Saturday Night Live) es la inversión del rol habitual sandleriano. Su personaje, siempre viajando de la introspección a la ira, aquí recorre el camino contrario: es un guerrero que debe escudarse en un ser más pacífico.

Si por un lado el humor vuelve a funcionar con esa velocidad de cartoon que tenían GilmoreMadisonLittle Nicky y el resto de la pandilla, construyendo comicidad efectiva y repentina, lo cierto es que No te metas con Zohan no sería lo mismo si no fuera por dos factores aparentemente discordantes que confluyen de manera exitosa: primero, la sofisticada vulgaridad de sus chistes; segundo, la mirada irresponsable sobre un conflicto realmente complejo como el de Medio Oriente.

El humor. Zohan, el personaje, es una especie de bestia sexual. Pero no de un sexo machista y presumido, sino de un sexo, si cabe el término, socialista y festivo. El muchacho en cuestión les corta el pelo a señoras mayores y luego las pasa para la salita del fondo -en el más prosaico de los sentidos- para hacerlas gozar de un buen revolcón. Y lo que hace que esto funcione es cómo el punto de vista se sostiene evadiendo el miserabilismo y el patetismo: no hay burla alguna sobre esas ancianas sino una comprensión absoluta de los personajes/personas. Detrás de una chiste grosero, con un Sandler excesivo y desbordado como nunca, hay una ternura indescriptible y allí la sofisticación de la chanchada. La mirada negativa, en este caso, recae sobre algunos personajes bien identificados como señoras remilgadas que no saben dónde queda Medio Oriente y suponen que todo árabe es terrorista o adultos inmaduros que no han atravesado el destete y aún viven con su madre. Lo más punzante de No te metas con Zohan es ese ataque a la estructura mental conservadora del norteamericano medio, a la que este espía subvierte a fuerza de coitos liberadores.

Política. Así como Tropic thunder usa el humor para hablar de muchas cosas, No te metas con Zohan hace lo propio. La comedia hollywoodense se ha tornado sumamente política y ataca con todo. Es cierto, seguramente lo más flojo del film sea su mirada simplista sobre palestinos e israelíes, un esbozo que no sale del lugar común, aunque convengamos que algunos de los chistes que apuntan hacia allí como el de la línea de atención al Hezbolla es una delicia de comicidad incorrecta. Pero aquí, en su propia limitación, se encuentra un acierto: si en ClickSandler intentaba trasladar su universo y trasvestirlo con las ropas del drama aleccionador con resultados lamentables, aquí toma Medio Oriente y lo traslada a su Parque de Diversiones. Esta decisión, que puede molestar a varios, es lo que hace que el conflicto político no suene como algo lejano y esté dentro de las posibilidades narrativas de Dugan y los suyos. Es decir: Zohan y El Fantasma tienen poderes sobrenaturales, atrapan balas con las fosas nasales, caminan por los techos, juegan a la paleta con granadas. Evidentemente no son reales, son una caricatura y una burla. Y en esa caricaturización la realidad encuentra su reverso absurdo e inútil.

Humor y política. Entonces la grosería sofisticada con la sátira virulenta se dan la mano y crean un instrumento que funciona en su carácter subversivo más allá de que su final, enmarcado en el contexto de comedia Sandler, suene un poco falso, simplista y sobreexplicado en su necesidad de que nos entendamos y nos queramos. La única manera de que este final funcione es precisamente ponerlo en abismo con otros anteriores del actor y descubrir que su mirada positiva plantea un mundo utópico pero no ingenuo. Esta idea siempre está sostenida por algo que aquí retorna y que se esbozaba en Los declaro marido y Larry: la convivencia pacífica que su cine racionaliza a través de la comunión entre personajes protagónicos y secundarios. Cada uno encuentra su lugar, siempre hay alguien que los comprende. Seguramente esa posición romántica del mundo es la que hace que Sandler no termine de cuajar entre los fanáticos de sus colegas Ferrell, Carell, Stiller, mucho más cínicos.

Zohan, como todo héroe Sandler, es un héroe capitalista. Su mundo está movilizado por el dinero y paradójicamente el villano es el dinero siempre representado por el presidente de alguna corporación. Lo que se termina construyendo es alguna utopía comunitaria que hoy suena algo extemporánea, aunque esa no es culpa del actor sino más bien de los tiempos que corren. Que esa ternura cuaje con un humor desaforado, grosero, salvaje y atrevido es uno de los logros de No te metas con Zohan. Afortunadamente Sandler se dio cuenta a tiempo, pegó el volantazo, le puso el pecho a las críticas y se mandó con una comedia desprejuiciada sin miedo al ridículo ni a herir susceptibilidades.

8 puntos


Sexología básica

Por Juan Francisco Gacitua

Para analizar la película basta un reporte minuto a minuto, desde el principio:
– Descoloca ver a Sandler en el que es, quizás, su primer personaje “canchero” en una comedia: pese a que luego devele sus dudas y defectos, Zohan es un espía con muchísimos poderes y habilidades. Antes de los cinco minutos de comenzada la película, ya embocó una pelota y un pescado en su culo. Si no causó la primera vez…

Pero para esos cinco minutos se revela un tratamiento satírico de los blockbusters orientales, en la manera de filmar las secuencias de acción, y al darle primeros planos a las publicidades, que es realmente delicioso.

– Antes de llegar al cuarto de hora, el chiste acerca de sus súperpoderes está obsoleto, lo que se equilibra con las primeras muestras de su sensibilidad.

– Zohan llega a los Estados Unidos. Primera película de la nueva comedia americana filmada en digital, que yo recuerde, expresa una terrible necesidad de mostrar, a cada rato, los movimientos coreografiados del ya ex espía israelí. ¿Alguna buena idea arruinada más, así nos vamos preparando? Sí, la música oriental remixada, la mirada irónica sobre el maltrato a los inmigrantes (la causa de un final asqueroso, bien del último Sandler), y el tema de la adicción al sexo de Zohan.

Pero ya podemos detenernos aquí. Sandler fue Sandler, alguna vez, eso lo sabemos todos. Pero con Zohan empieza a demostrar –digo empieza porque esto huele a una remontada progresiva- que sigue siéndolo. Con el pasar de los minutos se aceptan los tics, el acento y los laberintos de cada personaje. Quizá las mayores risas salen de la mina de oro que Zohan (alias Scrappy Coco) descubre, al darles el mayor placer posible a sus clientas en la peluquería de la palestina Dalia (actriz canadiense, en realidad, aunque un posible must exótico, señores, stand for a change); pero el bache que No te metas… encuentra a cada paso es el abuso de los efectivos recursos recién mencionados, símil al que Scrappy somete a su miembro en el trabajo, aunque éste último sí puede darse cuenta de que existe algo más que la virilidad para seducir.

5 puntos

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