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La ronda

Sin conflicto

Por Brian Macchi

Como se expresó en la crítica de Cordero de Dios, las óperas primas de los directores argentinos parecen tener dos temáticas para tratar, la última dictadura militar y la crisis argentina de 2001. Sin embargo, se podría agregar en el tercer lugar al amor, como asunto preferido para debutar en la pantalla grande.

Esta materia es un poco más entendible al ser un ámbito donde todo ser humano ha tenido una experiencia, convirtiéndose en un tópico bastante viable para ser desarrollado. Allí se podrán incluir vivencias propias o de gente conocida, siendo un terreno muy fértil para explotar ya que se aceptan miles de visiones sobre un mismo hecho.

Más allá que el tema sea muy rico, deben saberse agregar los elementos para que el producto se vuelva real y atractivo para cualquier espectador. Siempre se espera una relato lógico con presentación, nudo y desenlace, componentes básicos de toda historia, pero la comedia romántica La ronda, de la debutante Inés Braun, nunca logra superar la primera de estas tres fases.

Esta opera prima narra las historias de una serie de personajes que van relacionándose entre sí en una forma semejante a la de un círculo, ya que todo comienza y termina en el mismo punto, con el mismo protagonista. Una trama que intenta exhibir diferentes relaciones amorosas concatenando cada una mediante los intérpretes.

La idea a priori resulta interesante y desafiante por cómo se realiza la unión de cada aventura y la “potencia emocional” de éstas. Todo comienza con una escena en un café donde Sofia Gala y compañía desarrollan un pequeño tramo bailado, que resulta fresco y sorprendente. Pero este momento será el único con esas características durante la hora y media del film.

La cinta se centra en contar distintas historias de encuentros que generan “tensiones amorosas”, ficciones de duetos que se relacionan en diferentes ámbitos y que al llegar al punto más alto de esa pequeña “novela” uno de ellos abandonará, para continuar con otro incidente protagonizado por el personaje que queda de la anterior y uno nuevo que aparece.

Cuando se habla de “tensiones amorosas” se intenta decir que los encuentros nunca superan ese estado, son largas presentaciones de un posible amorío que cuando llega el momento de la decisión, del conflicto, la historia se deshace y pasa a otra. Ninguno de los episodios tiene un nudo, solamente se realiza una larga introducción sobre una posible trama y salta a la siguiente. Siendo ésta la característica del film.

Ésta particularidad hace que cada aventura sea insulsa, extendiéndose en demasía su duración, lo que provoca que la narración se vuelva monótona y, por instantes, aburrida. Además el tono utilizado para contar es serio, donde la utilización del humor esta muy solapada y breve, haciendo que la cinta tampoco se pueda refugiar en la gracia para ocultar sus falencias.

En lo que si acierta Braun es en cierta crítica al arte en sus diferentes ramas, exhibiendo las típicas “poses” del ámbito que muchas veces no pasan de eso, ya que carecen de contenido y sólo se utilizan como forma de sentirse incluido en ese círculo, como si éste fuese un espacio superior al resto. La directora logra insertar aceptablemente esta “burla” en los distintos encuentros de los personajes.

Más allá de contar con interesantes actores (Mercedes Morán, Fernán Mirás, Sofía Gala Castiglione, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd), el guión de La ronda no permite que se luzcan (no obstante, el elenco realiza una aceptable labor) ya que sus personajes nunca se involucran con nada porque jamás llegan al momento donde deben decidir. La trama siempre se escapa del conflicto, y una historia sin su nudo y desenlace es un híbrido frío y distante, que sólo sirve para ver lindos colores en una pantalla grande.

4 puntos

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