
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
En silencio, pasando casi desapercibida, Fantasmas ya completó cuatro temporadas y ya tiene confirmadas dos más en la cadena CBS. Por ahora, en Netflix se pueden ver las primeras dos y en Mercado Play también la tercera, lo cual es una pena, porque estamos ante una serie divertidísima, que utiliza su premisa mínima para delinear un mundo repleto de inventiva. Creada por Joe Port y Joe Wiseman, y basada en un formato británico, se centra en Samantha (Rose McIver) y Jay (Utkarsh Ambudkar), una joven pareja que hereda una bella casa de campo, a la que deciden convertir en una posada, para iniciar de esta manera una nueva etapa en sus vidas. Sin embargo, luego de un accidente, ella comienza a ver a los fantasmas que habitan la residencia, que son de diferentes épocas y procedencias, aunque todos tienen algo en común: fallecieron en ese lugar o sus inmediaciones, y no pueden salir de esos límites. A partir de ahí, comenzará realmente la nueva vida de Samantha y Jay, que deberán aprender a convivir con los fantasmas, ella viéndolos todo el tiempo, él sin poder verlos y enterándose de lo que hacen o dicen a través de su compañera. Si bien es cierto que a la serie le cuesta unos cuantos capítulos arrancar, en cuanto consigue establecer apropiadamente el conflicto y las reglas -apropiadamente antojadizas- con las que deben manejarse los protagonistas, todo empieza a ir sobre ruedas. De hecho, se aprovechan las diferencias -culturales, sociales, morales, de conocimiento, experiencia y puntos de vista- entre los personajes, vivos y muertos, además de las disrupciones entre espacios y cuerpos, para construir situaciones cada vez más absurdas. Hay capítulos notables, donde el humor físico y discursivo se ejecutan con un timing perfecto, además de con guiños que -salvo excepciones puntuales- pasan por alto la mayoría de las normas de corrección política. Esta capacidad para la inventiva constante lleva a que Fantasmas sea uno de esos casos raros -y felices- donde cada temporada es mejor que la anterior, en gran medida porque vamos conociendo a cada personaje con mayor profundidad y entendiendo mejor sus códigos. Ahí tenemos entonces a la galería principal de espectros: el capitán Isaac Higgintoot, participante de la guerra de independencia estadounidense, que se cree un iluminado total; a Pete Martino (Richie Moriarty), un jefe de scouts que murió por un flechazo en 1985 y que un hombre de total -y hasta lo insostenible- rectitud; Trevor (Asher Grodman), un típico exponente de los yuppies de Wall Street; Hetty Woodstone (Rebecca Wisocky), pariente de Samantha y obsesiva reivindicadora de las virtudes de la cocaína; Alberta Haynes (Daniella Pinnock), una cantante de jazz asesinada en 1920; el indígena Sasappis (Román Zaragoza); y Thor (Devan Chandler Long), un vikingo. Cada uno de ellos tiene un recorrido atractivo y potente, además de funcionar como un vehículo distintivo de diversas formas de comicidad. Si bien se podía pensar que el planteo era limitado, acá tenemos una serie que encuentra un universo y un conjunto de personajes sumamente queribles a los que explorar por diversas vías. Fantasmas es de ese tipo de series de comedia cuya única y sana ambición es hacernos reír de cualquier forma válida, lo que logra con creces.
-Las dos primeras temporadas de Fantasmas están disponibles en Netflix y la tercera puede verse en Mercado Play. La cuarta acaba de ser emitida y ya están confirmadas dos entregas más.
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