
Por Mex Faliero
El último grito de moda en Netflix fue Dept. Q, y tenemos que decir que por esta vez el éxito y la calidad fueron de la mano. Ya la primera escena, impactante, nos anticipa que lo que vamos a ver estará por encima de la media de muchas de las series que se estrenan mensualmente en plataformas. Basada en una serie de libros de Jussi Adler-Olsen, esta producción sienta las bases para una franquicia que podría extenderse a más temporadas, si tenemos en cuenta el esquema autoconclusivo y la posibilidad de explorar diversos casos cada año. Centrada en un grupo de agentes marginales que terminan integrándose en el marco de un nuevo departamento policial encargado de resolver casos que quedaron inconclusos, hay suficientes elementos como para explicar por qué Dept. Q funcione como funciona. El primero de todos es claramente Scott Frank, el autor y director de algunos capítulos, un guionista con antecedentes más que interesantes (Minority report, Logan), que ya tuvo un éxito impensado en Netflix con Gambito de dama, una serie de la que sólo comparte, ya que no se parecen en nada, su buena escritura y el virtuosismo y la sofisticación de su narración. Pero en Dept. Q, Frank regresa al policial áspero, ese que ya transitó como director en Caminando entre tumbas con Liam Neeson. Otro elemento que sirve para comprobar el éxito de la serie son los personajes, que no dejan de ser una deriva de la propia escritura de Frank y su equipo de guionistas. En lo concreto Dept. Q no sobresale de otras series procedurales, con un ejemplo más que directo en Cold case, aquella que en cada capítulo ponía a sus protagonistas a resolver casos inconclusos, pero sin dudas sus personajes son la clave para que todo se luzca. De hecho, el caso que investigan -la desaparición de una fiscal cuatro años atrás- no presenta tanto interés como sí la interacción entre los protagonistas y el entorno que habitan. Sorprende en ese sentido Matthew Goode como el detective Carl Morck, un tipo absolutamente roto y traumado, que tiene una relación de amor/odio con el hijo de su ex esposa, y de ahí con todo el mundo. Actor mayormente blando, aquí le sienta perfecto ese personaje áspero, incapaz de pedir ayuda para resolver sus conflictos, y que siempre tiene una salida irónica cuando no cínica. Junto a él, Akram (Alexej Manvelov), tal vez el mejor personaje de la serie, alguien de quien desconocemos su pasado pero lo intuimos por la implacabilidad que maneja para resolver cada escollo. Juntos funcionan como una perfecta pareja/despareja del policial y son la punta de lanza para entender finalmente de qué se trata Dept. Q: como decíamos, un grupo de descastados, pero que disfrutan lo que hacen, aunque en eso corra riesgo sus vidas. Por eso el final emociona, porque entendemos la lógica de esas criaturas que pueden relegar todo en función de aquello que hacen, de resolver casos y no dormirse en la gloria. Porque cada día recomienza y hay que seguir con lo que viene. Emoción que se genera, también, por la potencia que tienen los personajes y la travesía que les hace atravesar Frank. Esos minutos finales tienen también el sabor de lo fundacional, de ver un grupo de esos que tal vez acompañaremos durante muchos años. Seguramente Dept. Q volverá.
NdR: los 9 episodios están disponibles en Netflix. No hay segunda temporada confirmada.
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