FECHA DE VENCIMIENTO
Por Mex Faliero
A veces me pongo a pensar cómo muchas películas que tiempo atrás eran ejemplo de determinado tipo de cine, fueron perdiendo su predicamento e influencia. En los 80’s, cuando yo era chico, hablar de Kramer vs. Kramer, del recientemente fallecido Robert Benton, era hablar de un ejemplo de drama intenso y realista. Como muchas películas de los 70’s y 80’s, algunas de esas elevadas ganadoras del Oscar, como Africa mía o Amadeus o Atrapado sin salida o Expreso de medianoche o tantas otras. Hoy, sin embargo, no significan nada. Lo mismo con las actuaciones de Dustin Hoffman y Meryl Streep, que eran un ejemplo de cómo tenía que ser una actuación creíble. Ni les quiero contar la decepción que me llevé cuando en mi adolescencia, allá por los 90’s, vi finalmente Kramer vs. Kramer en algún canal de cable para comprobar que era un drama vulgar, con actuaciones intensas de esas que luego comprendí que se definían como “de método”, y con un guión bastante superficial que surfeaba el drama psicológico del divorcio para construir algunas secuencias demagógicas en torno a la relación del padre con su hijo que convertían a Papá por siempre en una película igual de torpe, pero al menos con algún chiste bueno. En definitiva, que Kramer vs. Kramer ganó cinco oscars, de los considerados principales: película, dirección, guión, actor y actriz de reparto. Kramer vs. Kramer era, entonces, el modelo de drama prestigioso sobre temas importantes. La película de la semana.
Y atención a esto. Si pensamos que en Argentina el divorcio recién fue aprobado como ley en el Congreso en 1987, hablar de una película como Kramer vs. Kramer, que ocho años antes retrataba un divorcio, los entresijos legales, su sumatoria de elementos característicos de ese proceso entre dos personas, sin dudas que era meterse con algo complejo e incomprensible, deseable tal vez para algunos. Imagino los magazines radiales de la época llevando a psicológicos y psicopedagogos para explicar los avatares de un divorcio, con las posturas enfrentadas y los conductores con gesto adusto y la mano en el mentón. Kramer vs. Kramer era de esas películas que habilitaban ese tipo de debates sociológicos, que poco tienen que ver con el cine. De ahí entonces que su injerencia en la cultura popular haya tenido fecha de vencimiento, básicamente porque su tema se volvió antiguo. Pensar en un divorcio como conflicto dramático de una ficción en una época donde la gente ni siquiera se casa, o en una época donde directamente la gente ni siquiera piensa en tener hijos, como demuestran recientes estudios sobre la caída de la natalidad en Argentina durante los últimos diez años, es sencillamente una nadería. Se podrá hablar de Historia de un matrimonio, pero había otros procesos que esa película ponía sobre la mesa; el divorcio era en todo caso tan sólo uno de sus resortes dramáticos. La moraleja es, entonces, no hagan películas sobre temas contextuales, que terminan teniendo fecha de vencimiento inmediata.
Digresión. Habría que ver por cierto cómo me hubiera pegado la película si mis padres se hubieran divorciado, una idea que siempre sobrevoló en mi cabeza dadas las constantes peleas hogareñas que veía, pero que finalmente nunca sucedió. Y no sucederá, ya que mi viejo murió el año pasado con 54 años de casado junto a mi vieja. Menos mal que eso no sucedió, yo que ahora soy un adulto-niño temeroso con la idea del abandono o la pérdida -que llora con Toy Story 3 y Un gran dinosaurio-, y un divorcio para alguien de mi edad es una idea ridículamente terrible. En definitiva creo que eso no ocurrió porque mis viejos eran demasiado vagos para ir a ver un abogado.
Ya que hablamos de fecha de vencimiento, fecha de vecimiento también tuvo la carrera del propio Hoffman, que trabajó en películas de las consideradas importantes de aquellos tiempos, como Perdidos en la noche, Perros de paja o Papillon, y que sin embargo como su propia carrera se fueron esfumando de la memoria cinéfila. Habrá que preguntarse si había talento real o sólo un gesto ampuloso, de la misma manera que Kramer vs. Kramer, que llegó a la memoria a partir de la muerte de Benton, director y guionista con algunos otros atributos por encima de este drama tribunalicio intrascendente. Benton avanzó sobre diversos géneros, incluso el thriller como En la quietud de la noche, la comedia como en Nadine o los relatos de gángsters como en Billy Bathgate (otra vez con Hoffman). Sin embargo hay dos películas suyas en los 90’s que están entre lo mejor de su obra, las dos casualmente con el enorme Paul Newman, como Las cosas de la vida (siempre me gustó su título en inglés, Nobody’s fool) y ese policial otoñal llamado Crepúsculo en el que también aparecía Susan Sarandon. Pero claro, su figura quedará relacionada siempre con el cine de los 70’s (unos años antes de esa década había sido guionista de Bonnie y Clyde, su primera nominación al Oscar) y especialmente con ese Nuevo Hollywood que incluía también a Hoffman. Kramer vs. Kramer no es el mejor ejemplo de ese cine, pero es sin duda una de las piezas más exitosas de un tiempo en el que las películas norteamericanas mamaron el descontento generacional.
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