
Título original: Havoc// Origen: Reino Unido / EE.UU. // Dirección: Gareth Evans // Guión: Gareth Evans // Intérpretes: Tom Hardy, Jessie Mei Li, Justin Cornwell, Quelin Sepulveda, Timothy Olyphant, Gordon Alexander, John Cummins, Forest Whitaker, Luis Guzmán, Sunny Pang, Yann Yann Yeo, Michelle Waterson // Fotografía: Matt Flannery // Edición: Sara Jones, Matt Platts-Mills // Música: Aria Prayogi // Duración: 107 minutos // Año: 2025 // Plataforma: Netflix
7 puntos
MUCHA VIOLENCIA, LEVE REDENCIÓN
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
En cierto modo, se puede pensar que Gareth Evans está tratando de cumplir un rol similar al que tenía John Woo en los noventa: una especie de embajador en Hollywood de la estética asiática dentro del género de acción. Eso a pesar de ser británico, porque las artes marciales, las armas blancas y los tiros tienen en su cine un rol y un despliegue bastante diferentes a las últimas expresiones anglosajonas. A la vez, también es diferente a lo que Woo proponía: no hay cámara lenta o religiosidad para definir a los personajes, sino vértigo y un hincapié permanente en el sentido moral del deber. Y eso se refuerza en Estragos, su segunda producción para Netflix y la primera realmente de acción, tras el film de terror que fue Apóstol.
El relato es también la presentación de un mundo. Y uno particularmente corrupto, donde casi no hay personajes realmente limpios. Hay un detective llamado Walker (Tom Hardy en un papel a su medida) que es un marginal dentro de su fuerza y alguien totalmente alejado de su familia luego de un evento terrible, que fue ocultado del conocimiento público, pero que quedó grabado en su consciencia para siempre. Cuando hay un negocio de drogas que sale muy mal y en el que termina muriendo un importante miembro de un grupo mafioso, Walker se ve obligado a hacer todo lo posible para rescatar y proteger al hijo de un prominente político (Forest Whitaker) con el cual tiene un vínculo cercano al chantaje. A partir de ahí, se desata una dinámica sanguinaria, en la que Walker deberá lidiar no solo con los mafiosos que buscan venganza, sino también con otros policías con intereses definitivamente oscuros.
Posiblemente, si uno leyera el guión de Estragos, se encontraría con un desfile de lugares comunes, con diálogos ya repetidos en infinidad de policiales y personajes definitivamente estereotipados. Pero la puesta de Evans parece hacerse cargo de esto por dos vías opuestas y complementarias a la vez. Primero, con una retrato del espacio urbano que se acerca al cómic, con planos y encuadres de una ciudad tan sucia como anónima, y por momentos intencionalmente irreal. Segundo, con secuencias de acción marcadas por un nivel de violencia hiperbólico, pero al mismo tiempo cercano a lo realista, donde los huesos que se rompen, los cortes y las heridas de bala se sienten palpables. Y todo a un ritmo cada vez más veloz, que coquetea con lo confuso, pero que se muestra capaz de capturar la atención del espectador.
La maquinaria narrativa de Estragos tarda un poco en arrancar, pero una vez que lo hace no se detiene y deja que los cuerpos de los protagonistas sean los que expresen sus conflictos. Que son, convengamos, bastante simples: una batalla por la supervivencia, mayormente física y un poco moral, porque la redención que buscan algunos de los personajes (y principalmente Walker) es relativamente leve. Es más un hacerse cargo de lo que se hizo, de lo que no hay vuelta atrás y de lo que puede arreglarse aunque sea mínimamente. Y todo se arregla, obviamente, mediante la violencia, porque en el mundo que presenta la película no hay lugar para medias tintas. Sin ser una maravilla y sin estar a la altura de la notable estilización de La redada, Evans vuelve a demostrar en Estragos que, con sus desniveles, es un realizador a seguir.
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