
Título original: Snow White // Origen: EE.UU. // Dirección: Marc Webb // Guión: Erin Cressida Wilson, basado en el cuento de Los Hermanos Grimm // Intérpretes: Rachel Zegler, Gal Gadot, Emilia Faucher, Andrew Burnap, Andrew Barth Feldman, Tituss Burgess, Martin Klebba, Jason Kravits, Jeremy Swift, Andy Grotelueschen, Ansu Kabia, Patrick Page, George Appleby, Colin Michael Carmichael, Samuel Baxter, Jimmy Johnston, Dujonna Gift // Fotografía: Mandy Walker // Montaje: Sarah Broshar, Mark Sanger // Música: Jeff Morrow // Duración: 109 minutos // Año: 2025
4 puntos
SOLO UN POCO DE MIEDO A LOS ENANOS DIGITALES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
En sus redes sociales, Mex Faliero señala algo tan atinado como obvio: sobre Blanca Nieves se viene hablando de cualquier cosa (las opiniones pro-Hamas de Rachel Zegler, los posicionamientos pro-Israel de Gal Gadot, el rol y/o la apariencia de los enanos, el carácter mestizo de la protagonista), menos de cine, precisamente porque no estamos ante una película o algo parecido al arte cinematográfico. Yo agregaría que ni siquiera hay una historia, algo que se esté relatando, sino un producto que junta imágenes y sucesos con una coherencia ínfima, porque ni siquiera cuenta con ideas de cualquier tipo que sean relativamente consistentes.
Sí debo decir que, al menos por unos minutos, Blanca Nieves me produce una sensación que acerca al film de Marc Webb -cuya carrera viene entrando en la intrascendencia hace un rato largo- a algo parecido al cine. Es durante las primeras apariciones de los siete enanos, transformados, con el objetivo de no ofender a minorías -o, por lo menos, a Peter Dinklage-, en criaturas digitales que se pretenden queribles, pero que inicialmente son bastante atemorizantes. Involuntariamente, la película se acerca al terror, a lo perturbador, aunque a medida que progresa el metraje esas atmósferas se disuelven, apabulladas por una estética colorinche y plana a la vez, además de una narración que es una maquinaria torpe, burocrática e irremediablemente aburrida.
Otro comentario subjetivo: vi Blancanieves y los siete enanos cuando era muy chico y mi recuerdo era demasiado borroso como para hacer la esperable comparación con esta nueva versión. Pensé que esta ausencia en mi mente del clásico de 1937 iba a jugar a favor de esta actualización, pero Blanca Nieves tampoco funciona sin el peso comparativo, porque no puede agregar nada significativo al relato original de los Hermanos Grimm. Y eso que a cada minuto se nota esa voluntad por querer decir algo transformador o seudo trascendente, aunque precisamente ahí está el gran problema de la película: todo está dicho de forma explícita, remarcada, sin herramientas cinematográficas, por lo que sus ideas woke no tienen impacto más allá de los enunciados. Cada número musical está pautado por lo estático y lo lineal, tanto en la puesta en escena como en lo que dicen los personajes, con un imaginario estético plano y un continuo forzamiento de los eventos, que en varios casos suceden porque sí. A eso hay que sumarle que tanto a Zegler como a Gadot los roles de heroína y villana les quedan demasiado grandes, en gran parte porque no hay un guión o una dirección que las ayude.
La experiencia de ver Blanca Nieves es llamativa: es la sensación constante de estar ante la nada misma, un artificio absoluto, un ente que no es que imita a un clásico animado, sino al cine. Disney sigue acumulando reversiones de su catálogo animado, pero hace rato que ni siquiera importa por qué o para qué, ya que solo se impone el automatismo o un discurso ideológico que no solo está en crisis en su relación con el presente, sino también en cómo se expresa.
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