
EL NUEVO MUNDO
Por Mex Faliero
En su proceso de regurgitación, Disney estrenó una nueva versión de Blanca Nieves (porque ahora se escribe separado) que obviamente, porque los antecedentes de otras reescrituras lo marcan, no podía más que fracasar. Con Blanca Nieves hay un problema mayor: no sólo que el clásico de Disney de 1937 es una obra superior, sino que además involucra tantos elementos icónicos que es muy difícil que cualquier otra versión pueda tener el mismo peso histórico de aquella película. En primera instancia, estamos ante el primer largometraje de la factoría Disney: para 1937, Walt ya era un célebre animador con presencia notable en la industria, pero el negocio del cortometraje no era todo lo redituable que eran las películas de larga duración. Por eso, Disney decidió que era el momento de dar el gran paso, de convencer a la audiencia mayoritaria de que la animación podía extenderse a largometraje (hay que recordar que el primer largometraje animado es argentino, El apóstol, de Quirino Cristiani, de 1917), sumando además que el cine era el entretenimiento popular en tiempos de crisis económica en los Estados Unidos.
El primer detalle que Disney tenía que romper para poder instalar la idea del largometraje peleándole la taquilla a películas de acción real y a sus estrellas, era precisamente la noción de realidad. Para eso, el animador y visionario tomó un par de decisiones, algunas estéticas y otras de producción. Entre lo último hay que señalar que desarrolló junto a su habitual colaborador Ub Iwerks el rediseño de la cámara multiplano, algo que resulta imprescindible para entender el valor que la película tuvo en su momento, el grado de avance que representó para la animación y el porqué de que Blancanieves y los siete enanos haya sido un éxito en el año de su estreno. La cámara multiplano permitía que la animación perdiera su aspecto 2D y ganara en dimensiones, incorporando varios planos en un mismo plano, lo que fue fundamental para lograr momento inolvidables cono aquel en el que Blancanieves se introduce al bosque cuando el cazador le perdona la vida, y se pierde entre miradas tenebrosas y ramas de árboles que se convierten en manos que la atrapan, una secuencia de un enorme poder onírico. También hay que señalar el uso de la rotoscopía, es decir calcar la imagen real de un actor o actriz en movimiento, para que el movimiento de los personajes luzca lo más realista posible. A estos elementos de gran modernidad técnica, Disney le sumó otros detalles en su adaptación del cuento de los hermanos Grimm, por ejemplo esa idea de comenzar con el registro real de un libro que se abre y que sumerge al espectador en el cuento. Ese traspaso entre universos sería un recurso habitual en aquellas películas de Disney, al menos en su faceta de adaptador de grandes cuentos y relatos. Por lo tanto, Blancanieves y los siete enanos es una película de gran modernidad sentada sobre las bases de un relato clásico, un cuento de hadas que juega además con un género muy popular por ese momento: el terror. No sólo en la secuencia mencionada del bosque, sino también en la transformación de la reina malvada en la bruja que le acercará la manzana envenenada a la princesa, hay recursos y elementos característicos del género.
A casi noventa años de su estreno, Blancanieves y los siete enanos mantiene su poder audiovisual, la fuerza de sus imágenes inigualables y las múltiples ideas de Disney, tanto narrativas como formales. La película también se ve como un film experimental, donde por momentos se olvidan aspectos de progreso de la historia para evidenciar las cualidades técnicas que Walt Disney como productora venía a aportar a la industria cinematográfica. Sería el comienzo de un camino inigualable, donde Disney reformularía el sentido de los cuentos clásicos y su apropiación por parte de la cultura contemporánea. Así como los hermanos Grimm lo hicieron en su momento, Walt Disney se apropiaría de estos relatos para construir un nuevo imaginario del que sería muy difícil separarse, aunque más no sea para tomar distancia y mostrarse en la vereda de enfrente. Porque Disney, aún en una época de vacas flacas como esta, siempre está.
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