
Título original: Better Man // Origen: Inglaterra / EE.UU. / China / Francia / Australia // Dirección: Michael Gracey // Guión: Simon Gleeson, Oliver Cole, Michael Gracey // Intérpretes: Robbie Williams, Jonno Davies, Steve Pemberton, Alison Steadman, Kate Mulvany, Frazer Hadfield, Damon Herriman, Raechelle Banno, Tom Budge, Jake Simmance, Liam Head, Chase Vollenweider, Jesse Hyde, Anthony Hayes, John Waters // Fotografía: Erik Wilson // Montaje: Martin Connor, Patrick Correll, Jeff Groth, Lee Smith, Spencer Susser // Música: Batu Sener // Duración: 135 minutos // Año: 2024 //
8 puntos
LET ME ENTERTAIN YOU
Por Mex Faliero
La cosa es así: comienza a sonar la intro de Rock DJ y Better man: la historia de Robbie Williams se descontrola. Lo primero que sucede cuando el chimpancé Robbie Williams y los falsos Take That salen a la calle es un portazo en la cara de una chica muy refinada que pasa caminando. Desde ahí y a lo largo de los tres minutos cuarenta y algo que dura la secuencia, la película de Michael Gracey se vuelve una fiesta en la que no sabemos qué parte del plano mirar porque todo es sobre-estímulo, sobre-información, pequeños chistes que se acumulan como en una catarata que tiene la impronta de su protagonista: la secuencia es un poco barra brava, otro tanto virtuosa, también deslumbrante, a la vez ordinaria y extravagante, y definitivamente clasemediera británica, de esa clase media urbana y laburante que el cine británico ha sabido estandarizar. La carrera del cantante británico fue un poco así como esa increíble secuencia, que a su vez recupera la espectacularidad y la energía cinemática que los musicales del cine no deberían haber perdido nunca, transformados como lo están hoy en apéndices del merchandising de los musicales de Broadway (sin olvidar tampoco la potencia clásica de la secuencia de She’s the one con la pareja bailando en plano entero). Si hasta ahí la película había mostrado algunos rasgos de creatividad, es con Rock DJ (un temazo, que por otra parte ya tenía un gran videoclip) que termina de explotar y volverse todo lo descaradamente artificioso y desfachatado que son los australianos cuando tienen ganas; y Gracey lo es como lo es también un tal Baz Luhrmann, a quien Better man le debe mucho, como también se lo debe a Moulin Rouge!
Si Better man: la historia de Robbie Williams recupera entonces el encanto y la espectacularidad del musical hollywoodense, no es menor lo que hace con el trilladísimo subgénero de las biografías musicales, tan de moda por estos tiempos, y sobre todo a partir de la sobrevaloradísima Rapsodia bohemia. En ese plano hay que decir que el film de Gracey hace un par de movimientos más que interesantes. En primera instancia le quita todo elemento de psicologismo barato. Narrado a partir de la propia voz en off de Williams, el cantante reconoce que lo que único que le aportó la fama es el dinero para convertirse en adicto mucho más rápido, con lo cual descarta de plano la posibilidad del descenso a partir de un trauma externo. Sí hay condicionantes, sí hay una relación paterno-filial conflictiva, pero lo que queda en la superficie es el propio apetito del artista por la autodestrucción. Lo segundo es un carácter melodramático excesivo, que hace de Better man: la historia de Robbie Williams una experiencia sin medias tintas. Y esa apuesta tiene que ver con una suerte de confesionario descarnado que el artista asume desde una honestidad brutal poco habitual. Lo que separa a una biografía musical discreta y a reglamento como Rapsodia bohemia de una apasionante y desaforada como Better man es precisamente la convicción con la que está hecha. Y Better man está hecha como si no hubieran existido las biografías musicales.
Y definitivamente lo que tiene de distinguido Better man: la historia de Robbie Williams es a Robbie Williams. No sólo porque fue el artista pop más grande entre fines de los 90’s y comienzo de este siglo, no sólo por su carácter de showman que se relaciona con una estirpe de showmans del Siglo XX donde lo que importa es el espectáculo por el espectáculo mismo, no sólo porque su repertorio es grandioso (y en la película redescubrimos un poco el pesimismo y la oscuridad de muchas de sus letras), sino porque además gracias a su carácter fanfarrón y depresivo, la película descuida los aspectos más calculadores de las biografías, aquellos que están montados para exacerbar el narcisismo de sus protagonistas y narrar todo como en un grandes éxitos. Así, el film de Gracey entiende aquello de Williams arrancándose la piel en el videoclip de Rock DJ, comprende lo de Let me entertain you (otra gran secuencia de la película) y construye entonces un gran entretenimiento alrededor de una vida, que es la de su protagonista, dedicado únicamente a llamar la atención y pavonearse sobre un escenario. De formas imaginativas como los musicales no lo hacían en años, con modos por momentos grasosos como en los mejores melodramas, con un uso de la tecnología que la vuelve tan fascinante como indispensable, Better man termina siendo una de las mejores en lo suyo.
Y convengamos, una película que nos muestra al protagonista como un chimpancé sin dañar su propio verosímil (y volviéndose absolutamente lógica en eso) es definitivamente una película osada y espectacular, como alguna vez el cine lo fue y cada vez lo intenta menos.
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