No estás en la home
Funcinema

Bohemian Rhapsody

Título original: Idem
Origen: Inglaterra / EE.UU.
Dirección: Bryan Singer
Guión: Anthony McCarten, Peter Morgan, Anthony McCarten
Intérpretes: Rami Malek, Joseph Mazzello, Ben Hardy, Gwilym Lee, Lucy Boynton, Aidan Gillen, Tom Hollander, Mike Myers, Allen Leech, Aaron McCusker, Jess Radomska, Max Bennett, Michelle Duncan, Ace Bhatti
Fotografía: Newton Thomas Sigel
Montaje: John Ottman
Diseño de producción: Aaron Haye
Duración: 134 minutos
Año: 2018


6 puntos


MELODÍA DESAPASIONADA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Cuando Freddie Mercury define Bohemian Rhapsody (la canción) en Bohemian Rhapsody (la película) habla de rock, de música clásica, de ópera, de Shakespeare, de los griegos, de tragedia. Seguramente Bohemian Rhapsody sea el tema emblemático de Queen porque sintetiza en sus seis minutos las obsesiones formales y artísticas de la banda: lo experimental, lo intuitivo, lo íntimo, pero también lo épico, lo grandilocuente, lo excesivo. Y Queen fue todo eso, que es -en definitiva- el gran espectáculo, ese que se consume en estadios y ante multitudes. Por eso es que en Bohemian Rhapsody, el biopic que rodó en parte Bryan Singer y en parte Dexter Fletcher (una vez que lo echaron a Singer), se extraña la pulsión y la excitación, lo pasional que era marca en el orillo de Mercury y que a pesar del enorme esfuerzo de mímesis que hace Rami Malek no termina por imponerse en un relato demasiado atado al dato histórico que marca la biografía cinematográfica estándar.

La película va del joven Freddie Mercury (cuando no era Freddie Mercury y era apenas un maletero en el aeropuerto) a la presentación de la banda en el concierto benéfico Live Aid de 1985, que marcó el regreso de Queen tras unos años tormentosos en el vínculo de sus integrantes. Pero fundamentalmente habla de Freddie, de cómo se construyó en un ícono de la música popular con enorme afinidad con el público y hace las típicas relaciones del subgénero entre la vida personal y la vida artística. Ahí, en esas reflexiones un poco lineales, es donde precisamente Bohemian Rhapsody pierde interés. La vida artística de Mercury es fascinante. Claro que era un showman de esos que se pueden contar con los dedos de una mano, heredero de una estirpe que sobre el escenario conoció ejemplos como el de Elvis Presley. Pero Freddie fue más relevante en otros aspectos sociales y políticos que atraviesan los 80’s, si pensamos incluso en la enfermedad que le arrebató la vida, el SIDA, y cómo es algo representativo de un tiempo. Porque la sexualidad de Freddie no tiene que ver exclusivamente con una decisión personal, sino fundamentalmente con un espíritu que se fue apoderando de su arte, de su propia figura, incómoda para los medios y la sociedad de aquel entonces (¿de aquel entonces?). ¿Qué era Freddie Mercury?, se preguntaban. Y un poco es lo que se pregunta y busca durante toda la película el Freddie que interpreta Malek: el buscarse a sí mismo, renegando de sus orígenes, dudando de aquello que era evidente. El Freddie Mercury de la película es un Freddie Mercury que construye sobre la constante huida.

Pero hay dos elementos que salvan a Bohemian Rhapsody de la apatía que generan su liviandad ATP y el conservadurismo con el que se registra la sexualidad (la liberación del personaje representa para el relato su caída en desgracia, lo que deja un tufillo condenatorio). Por un lado tenemos la química que se logra entre Freddie y el resto del grupo, que va cimentando el camino hacia el potente epílogo del film, y que hace tangible el sentido de familia que se repite como leit motiv. Por el otro lado, los aspectos vinculados con la construcción de la banda, con cómo se trabajaba cada tema y cada disco, y cuál era la búsqueda estética (incluso a pesar de líneas horribles como la de Freddie componiendo y diciendo algo así como “uhh esta canción está buenísima”). Inconscientemente a la película de Singer/Fletcher le pasa lo mismo que a su personaje: tanto buscar sin darse cuenta que lo importante lo tenía ahí, al alcance de los ojos. Lo que nos lleva al -repetimos- potente epílogo de Bohemian Rhapsody.

En el final, Bohemian Rhapsody retoma el Live Aid que había esbozado en el prólogo. Y el gesto es tan simple como honesto: una recreación casi en tiempo real de la presentación completa de Queen, siguiendo el set list de aquel concierto. La película prescinde, entonces, de cualquier resolución narrativa y se detiene en lo importante, en el escenario, en el público, y en el vínculo que se da entre los artistas, las canciones y la gente. Es un momento mágico y arrollador, potente cinematográficamente, y consciente de la épica que le falta al resto del relato. Pero además justifica todo lo anterior, porque resume el sentimiento de esos tipos que construyeron una suerte de familia mientras jugaban a ser la banda más grande sobre la tierra. Si nos importa ese momento, si incluso nos emociona, es porque nos importan los Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor, John Deacon de esta ficción. Así, en veinte… veinticinco minutos, Bohemian Rhapsody se anima a ser la película que podría haber sido, si se dejaba llevar por la pasión y se sinceraba sobre lo que era realmente importante. Aunque eso también conlleva una verdad incómoda para el propio film: con poner un viejo video de algún recital de Queen tal vez alcanzaba.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.