Por Mex Faliero
De las crisis surgen oportunidades, dicen. Pero ni siquiera de eso se pudo valer Mar del Plata para ocupar un lugar de importancia dentro de la estructura del Festival Internacional de Cine, cuya 39ª edición comenzará este jueves 21. Una edición que se fue armando con mucho ruido de fondo, entre quita de apoyo financiero del Estado nacional, renuncia de autoridades y reemplazo por directores artísticos nuevos, renovación casi total del equipo de programadores, salida de entidades que entregan los premios no oficiales y anuncio de una muestra de cine argentino en paralelo con el apoyo de instituciones reconocidas.
Por estas páginas lo hemos apodado el Festival Internacional de Cine de Buenos Aires que se Hace en Mar del Plata. Y esta edición no será menos, por más que desde el Ente Municipal de Turismo y Cultura (EmturyC) se quiera forzar en cada entrevista a los medios la idea de que el Festival de Cine ahora es de los marplatenses.
Como se informó durante estos caóticos meses, en los que el Festival de Mar del Plata vio peligrar su continuidad, desde el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) se anunció que por primera vez, y siguiendo el designio del Gobierno nacional de recortar presupuesto, el encuentro cinematográfico se debía generar sus propios ingresos e iba a dividir sus tareas en dos: la parte artística la manejaría el Instituto y la búsqueda de apoyo comercial le iba a corresponder a la Municipalidad de General Pueyrredon. Y así fue.
Sin embargo, esta participación decisiva de la Municipalidad no ha redundado en cambios por parte del INCAA: la presentación de la programación volvió a realizarse en Capital Federal, sigue sin haber referentes de la ciudad en espacios de decisión y se repite la imagen de Mar del Plata como un escenario prestado para un acontecimiento que nunca termina de serle propio.
Pero además se han reiterado otras instancias de ediciones anteriores, más preocupantes, que hablan de la pauperización de quienes realizan tareas dentro del Festival. De la misma manera que el año pasado se hizo un convenio con la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Audiovisual (TUCA) de la Universidad Nacional de Mar del Plata para cubrir cargos que eran remunerados, este año se convenió con universidades privadas como Caece y Fasta la participación de alumnos en diferentes roles.
Hay que recordar que se trata de roles fundamentales, como la atención a la prensa o el acompañamiento de los invitados, los cuales requieren de un aprendizaje previo y no se pueden llevar a cabo de manera improvisada.
Estos puestos, que hasta hace dos años eran remunerados (aunque desde 2021 la situación se venía complicando), ahora se ofrecen a cambio de la experiencia y en esta edición, por un viático de comida (algo que el año pasado ni siquiera fue posible). Con esto, alrededor de 150 personas de la ciudad que año tras año participaban del Festival han quedado relegadas por estos acuerdos realizados desde el EmturyC.
Fuentes consultadas por Funcinema, señalaron además que desde la Municipalidad “se apuraron” los tiempos para licitar algunos servicios del Festival, muchas de las cuales fueron resueltas con apenas dos semanas de antelación al cierre de los pliegos. “Si querías armar algo no te daban los tiempos, por ende creemos que ya tendrían apalabradas dichas licitaciones”, señaló un ex trabajador del Festival, que cumplió su tarea durante años.
También se indicó que “al echar, rescindir contratos y jubilar prematuramente” a algunos empleados del INCAA quedó “totalmente disuelto el equipo que venía planificando el Festival”. Ante este panorama, sólo habrían quedado unas diez personas de planta permanente con experiencia en la organización del encuentro cinematográfico, conformándose finalmente un equipo con gente de otras áreas del Instituto.
Obviamente que desde este jueves habrá un nuevo Festival y el mismo, como expresión cinematográfica, deberá ser juzgado por la calidad de su programación y la pertinencia de su organización. A priori, por los títulos y los nombres anunciados, Mar del Plata tendrá una programación decente para los tiempos que corren y las urgencias con las que se organizó la edición. Pero como siempre en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, detrás de los focos y el brillo de las películas, hay temas para atender que tienen que ver con las formas en que la muestra se constituye, los espacios de poder en pugna y la utilización de la pasión y la vocación del marplatense para ser apenas un extra (con suerte) por el pancho y la Coca en esta gran producción.
La Municipalidad tiene ahora una carta en la mano y puede –y sobre todo debe– exigir que se respete a los marplatenses. Y los marplatenses no son sólo los empresarios gastronómicos y hoteleros que se favorecen por unos días de turismo. Son también personas que aman el cine, que les gusta ser parte del Festival, estar ahí dentro y brindar un servicio que requiere conocimiento y esfuerzo. Entonces, si no puede ni tiene ganas de exigir eso, mal hace en involucrar gente que por ganas de ser parte recibe a cambio nada más que una palmada en la espalda, con el típico paternalismo que el Festival del INCAA siempre trató a los trabajadores marplatenses.
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