La redacción de Funcinema sale al Festival de Cine para traer estas críticas en su formato clásico. Un recorrido veloz por la programación (57 películas reseñadas).
Adentro mío estoy bailando
de Paloma Scachmann y Leandro Koch / 5 puntos
Por un lado hay un objeto de investigación: un estilo de música llamado klezmer y la posibilidad de recoger los pedacitos de una cultura (ídish) en vías de extinción. ¿Qué pasó desde la fundación del Estado de Israel para que se perdieran progresivamente los rasgos de ciertas comunidades y sus valores artísticos? Por otro, hay una manera decididamente dispersa de trabajar esos materiales, con un intento que se ahoga en la ambición desmedida. En efecto, estamos ante una película que se centra en la memoria y en la música de los pueblos, pero que incluye una historia de amor entre los realizadores, habilita una dimensión autorreferencial y crea la voz en off del mismísimo diablo para introducir la idea del documental como impostura. ¿No será demasiado? El resultado es absolutamente desparejo, descompensado por ese protagonismo de quienes dirigen, lo cual resiente lo mejor de este documental, el viaje propiamente dicho, las imágenes de esas aldeas y familias que resisten el paso del tiempo. Eso sí, los números musicales son simpáticos. Guillermo Colantonio
Alemania
de María Zanetti / 7 puntos
Las películas que reflejan problemas adolescentes deben contar con actores que estén en la edad apropiada o que aparenten estarlo, de manera que resulten creíbles. Esto se hace evidente en Alemania, y la actuación de Maite Aguilar confirma lo mencionado anteriormente. La trama se sitúa a finales de la década de los 90 y gira en torno a una familia de clase media, definición que se iría desdibujando en esos años, mientras intentan lidiar con la difícil situación de tener a uno de sus hijos con trastorno bipolar. La protagonista, Loli, es la hermana del medio de los tres hijos, y es la que intentará de alguna manera escapar de su entorno, tratando de participar en un programa de intercambio escolar en Alemania. Los problemas cotidianos generados por la inestabilidad de la hermana mayor, afectarán a cada miembro de la familia de diferentes maneras. Lo que hace interesante a la película es que no se enfoca tanto en la enfermedad del personaje, sino que se convierte en un coming of age que nos muestra la independencia que va logrando Loli. El humor se mantiene presente a lo largo de la película, lo que equilibra la trama y evita que caiga en un drama denso. Estos pequeños momentos de alivio son la clave para poder disfrutar. La música aporta algunos de esos momentos felices, como cuando Loli y su mejor amiga cantan en un automóvil Polvos de una relación de Virus, después de que la protagonista obtiene su carnet de conducir. Película que aborda un tema que la directora sufrió en su vida personal, con la enorme virtud de ser optimista. Gabriel Piquet
Animal/humano
de Alessandro Pugno / 5 puntos
Hubo un tiempo en el que la tauromaquia daba para películas como Matador, de Pedro Almodóvar; hoy son otros tiempos, los tiempos de la deconstrucción, y las películas con mensajes parecen tener mayor consenso y legitimación. Animal/humano utiliza palabras en epígrafes y definiciones antes que imágenes. Luego, el desarrollo de la trama se encargará de demostrar la tesis. Sólo hace falta incorporar las piezas en el tablero de modo prolijo, aunque ello no logre disimular una cierta tendencia a la dispersión. Están quienes hablarán de un “western moderno” por el sólo hecho de algún artilugio fotográfico, pero las intenciones son principalmente morales y filosóficas: unir los destinos ya anunciados en el título. En Andalucía un becerro acaba de nacer; un joven en Italia sueña con ser torero; otro debe cumplir el mandato de su padre, pero no quiere ni puede. Sus caminos inevitablemente se cruzarán. El problema de la película es la búsqueda insistente de la metáfora o de las asociaciones fáciles. Y si bien Pugno (como buen documentalista) dignifica con la cámara los espacios que registra en su primera experiencia en la ficción, todo lo que tiene de gran observador lo pierde a la hora de jugarse por un contenido más dramático e intenso. Lo que queda es la sensación de un esquematismo prestigioso y de personajes aplastados por un tono monocorde. Dentro del juego de homologaciones, la orfandad es la ley en una estructura asfixiante. Tanto el niño como el becerro deambulan por praderas en busca de un destino. Son potentes imágenes perdidas en medio de la misantropía general que gobierna a la película, siempre enfatizando la perversidad de estructuras arcaicas y retrógradas. Como buena parte del cine contemporáneo, se cumple la máxima de que no puede haber belleza sin crueldad, sobre todo si se sostiene desde lugares respetables de confort. Guillermo Colantonio
Arthur & Diana
de Sara Summa / 6 puntos
Un viaje como excusa para meternos progresivamente en la dinámica afectiva de los hermanos Arthur y Diana (que además lo son en la vida real, como Lupo es también el pequeño hijo de la cineasta). Un viejo Renault parte de Berlín y es un signo más de ese trazado nostálgico por cierto imaginario de otras décadas, ejercicio que se complementa con la imitación de la textura granulada del celuloide, un esfuerzo por evocar a los fantasmas del pasado. No obstante, la utilización de diversos formatos fílmicos es un eslabón más de la arbitrariedad lúdica de este tipo de propuestas, hoy genéricamente incluidas dentro de lo que suele llamarse la posmodernidad. Nada de grandes relatos, nada de interpretaciones conclusivas y menos, un compromiso con cualquier paradigma ideológico/político. Los temas se enuncian, pero no se profundizan: familia, maternidad, hijos, matrimonio, identidad personal y social. Gran parte de la lógica cultural del presente nos ha hecho creer que queda bien “hablar de”, “tocar de oído”, pero que no hace falta profundizar nada. Arthur & Diana es, en todo caso, una road movie despojada de aventuras importantes, a menos que consideremos aventuras las idas y vueltas en las discusiones de dos hermanos, algunos vínculos familiares rotos con madre y padre, y sentimientos inconfesables dispersos por ahí. Justamente, la posibilidad del viaje a París servirá para que asomen miedos, fobias, o que frente a la luminosidad de las imágenes, los personajes saquen a relucir su lado sombrío. Entonces, durante estos lapsos de intranquilidad, la película parece socavar su aparente sentimiento de nostalgia. La principal apuesta de Summa es dar cuenta de un estado emocional antes que de una travesía épica. Para ello, desarticula cualquier intención por glorificar a los personajes y las situaciones que atraviesan. Esa desarticulación de energías revela una idea de presente continuo donde el punto de partida y el de llegada sean lo menos relevante del caso. A favor de una naturalidad en el registro de actuación y de un acercamiento documental, todo queda supeditado a mantener la ilusión de viajar con ellos en el auto o permanecer a una distancia prudente si las paradas no son muy estimulantes. Guillermo Colantonio
Censor
de Prano Bailey-Bond / 7 puntos
Como indica el título, Censor trata acerca de una mujer que trabaja, como ella dice, protegiendo al público británico en la época de los “video nasties”, películas de terror con un fuerte componente gore o imágenes de violencia explícita y desmedida. Por su anclaje histórico, el largometraje de Bailey-Bond toma como punto de partida la problemática de la relación censura-moral a partir del caso puntual de aquella noción de que consumir películas violentas puede volver violentas a las personas. La directora agarra esta idea y arma una historia en la que se confunde realidad y ficción. La problemática de la posible capacidad corrosiva del cine le permite encarar el desarrollo de su protagonista desde un enfoque de thriller psicológico. Este combo de elementos funciona, y hace de Censor una película muy disfrutable, sobre todo en sus momentos de clímax. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que hay aún mayor potencial en el tratamiento de esta premisa que no termina de descollar todo lo que podría. Franco Denápole
Cuando acecha la maldad
de Demian Rugna / 8 puntos
El estreno de Aterrados (2017) supuso una conmoción para los entusiastas del terror. Un film argentino que entendía cómo trabajar el miedo con recursos formales, construyendo climas y brindando algunos sustos memorables. A la distancia, podemos decir que aquella era una propuesta que apelaba más al golpe de efecto que a la trama, con un guión bastante errático. En su nueva incursión en el género, el director corrige esto con una historia que se siente mucho más orgánica, a la vez que da forma a una película de terror auténtica, capaz de rivalizar con exponentes de otras latitudes más consolidadas. A partir del encuentro entre dos hermanos que viven en el campo y un “embichado” (que es como llaman a una persona poseída), Rugna despliega una hora y media de tensión y violencia, aprovechando los espacios y manteniendo a sus personajes en un movimiento casi constante. El entorno rural opresivo, la ruta, el pueblo, un caserón, una escuela; distintos escenarios en los que se ratifica el talento del director para generar miedo y brutalidad desde la puesta en escena (un ejemplo claro es la secuencia que incluye a una perra). Puede que pasada la mitad, y antes del amargo final, la película se desinfle un poco, y caiga en algunas explicaciones un tanto artificiales (lo mismo que en Aterrados). Pero no es más que un detalle, porque el gran acierto de Cuando acecha la maldad está en la posibilidad de un terror profundamente argentino, sin recurrir a los lugares clásicos y básicos para mostrarlo. Marcos Ojea
Crowra
de Renee Nader Messora y Joao Salaviza / 7 puntos
La película comienza con cantos en un ritual de uno de los pueblos originarios de Brasil. Luego, vemos a una mujer del lugar que está sufriendo mientras intenta dar a luz. Enseguida conocemos a la joven Patpro, que tiene pesadillas y miedo de que su madre se vaya a la capital (Brasilia) porque piensa que allí hay muchos cupe (no indígenas). Su madre quiere ir a una convención de pueblos originarios; ella es una guerrera y sabe que ahí encontrará muchas otras mujeres luchadoras como ella. La película entra y sale constantemente de la ficción al documental, lo que la vuelve muy interesante, ya que los actores son los integrantes del pueblo Kraho. Todos los textos están hablados en su lengua, y las historias, incluyendo una recreación de una masacre que sufrieron algunos de sus ancestros, están actuadas por ellos mismos. El tío de la protagonista, quien está esperando un hijo, es otro personaje interesante en el film. Es un chamán, y en algunos momentos se ven los rituales que utiliza. La película apunta de forma directa al gobierno de Bolsonaro. Es verdad que no todo el exterminio que se está realizando con los pueblos originarios comenzó con él, viene de hace mucho tiempo, pero durante su mandato volvió a recrudecerse la situación. Es un trabajo muy interesante porque se nota que la película tiene mucho tiempo de preparación, no sólo en lo que tardaron en filmarla sino también en todo el proceso de investigación. Sumarle a eso, el logro de los realizadores para ir conociendo a los integrantes del pueblo Kraho y poder ser parte de la comunidad. Gabriel Piquet
Daaaaaali!
de Quentin Dupieux / 8 puntos
Digamos que en términos racionales la historia gira en torno a una periodista que desea entrevistar a Salvador Dalí y fracasa con varios intentos. Pero como se trata de Salvador Dalí y de reírse de las excentricidades del mundo artístico, y de homenajear al surrealismo, Dupieux nos sumerge en un delirante sistema de cajas chinas con gracia e ingenio. Para ello, y como en los sueños, las situaciones obedecen a lógica de un loop musical y todo se vuelve un disparate genial. El propio Dalí es interpretado por diversos actores para parodiar la trillada idea de que su personalidad es de por sí una obra de arte. Como en Yanick, siempre hay temas que asoman sin estridencia, pero que están. Uno de ellos es la problemática de los trabajadores que provienen de los suburbios. En varias oportunidades, el productor trata a la protagonista de barista frustrada. Es apenas un eslabón dentro de una cadena sutil de discriminaciones en medio de la pedantería y la ostentación. Y si bien el esnobismo está presente, sobre todo en lo que concierne al negocio del arte y del cine, nunca la mirada de Dupieux se perfila desde torres de marfil con personajes estáticos e insoportables al estilo de Cohn y Duprat, quienes han transitado tópicos similares. Por el contrario, Daaaaaali! interpela e invita al espectador a sumergirse en una película que podría haber sido infinita, que se niega a concluir y que, incluso en su condición de boceto, es absolutamente agradable. La irreverencia, en este caso, no cancherea ni expulsa. Voilà! Guillermo Colantonio
Danger: Diabolik
de Mario Bava / 8 puntos
Es difícil hablar con objetividad cuando el involucrado en la dirección es considerado, por quien escribe, uno de los grandes directores de la historia del cine. El italiano Mario Bava siempre fue vanguardia en muchas áreas del cine, pero creo que, salvo una nueva generación de cinéfilos que lo reconoce, todavía no está tan bien catalogado como otros autores. En la película se conjugan varios de sus constantes visuales. Un diseño de arte impresionante, una fotografía en donde los rojos, azules y verdes estallan desde la pantalla hasta en la escena más insignificante. El personaje de Adolfo Celi levanta un teléfono para hablar y detrás del aparato se ve un color rojo que uno no sabe por qué está ahí, pero lo ama al instante. Hay zooms que acercan o alejan todo tipo de miradas. Hay escaleras enroscadas que veremos en otras de sus películas; en Operazione paura utiliza un plano similar, hermosa forma espiral. Hay mujeres muy bellas, en este film ese rol lo tiene Marisa Mell. Hay escenas de acción que, con todas las limitaciones técnicas que podía tener la época, todavía se sostienen. La banda de sonido merece un reconocimiento especial; está a cargo del maestro Morricone. Se escucha una guitarra como la que utiliza John Barry para la banda sonora de James Bond, pero acompañada con una banda que ejecuta el resto de los instrumentos como si fuera una jam de free jazz. Este ladrón encantador que interpreta John Phillip Law no sólo rompe la cuarta pared, sino que su cara de nada y esos marcados ojos azules lo transforman en un ícono de la época. Lo que se nota en muchas oportunidades es el humor que tenía el director. Un ejemplo es la escena del gas hilarante, un ministro tratando de dar un discurso serio termina en un descontrol de carcajadas. Es hora de una retrospectiva completa de este maestro. Larga vida a tus películas, Mario Bava. Gabriel Piquet
El auge de lo humano 3
de Eduardo Williams / 5 puntos
Quizás el riesgo del film es que se haya hecho en un formato de 360°, pero creo que eso no sería suficiente para considerar que la película rompe con las formas narrativas o de vanguardia. Grupos de jóvenes son filmados en tres países; en algún momento, hacen un acting en el que uno de ellos se desvanece, encuentran huevos azules y hablan de que muchos de ellos se vieron en sueños. Siempre está presente la idea del encuentro casual o de no conocerse. Ahí podríamos hablar de lo estrictamente argumental. Después, la película muestra paseos con la cámara por diferentes lugares de las ciudades que los personajes recorren. Son tomas extensas que tienen, en algunos casos, un valor de interés para mostrar cómo son esos lugares. Las conversaciones son triviales y no llegan a conectar con los temas que tratan. Un ejemplo serían las dos jóvenes que están en el agua y una toma, como ejemplo, la serie Cobra Kai para hablar de lo que siente una por la otra. Hay momentos más interesantes, como cuando hablan de un pájaro autóctono de la selva peruana. En esa misma secuencia, la cámara termina girando hacia las copas de unos árboles, lo que crea un efecto tipo caleidoscopio. Repito, si esto es vanguardia, hay que aclarar que eso ya se ha visto antes en mucho cine experimental. No encuentro interés en la película, más allá de algún espacio geográfico, como en una escena en la que filman un ascenso a una montaña. Gabriel Piquet
El castillo
de Martín Benchimol / 7 puntos
Al comienzo respiramos el imaginario de los cuentos tradicionales. Un enorme espacio en medio de la naturaleza, una mujer se levanta, abre las ventanas, los animales corretean y las luces del día asoman para dar vida a las penumbras de la mansión. Mientras esto ocurre, una música acompaña y delimita ese marco genérico. ¿No es acaso un relato maravilloso tener un castillo heredado a disposición? Justina Olivo, una mujer de descendencia indígena, ha trabajado toda la vida en este lugar y la propietaria le ha legado las 60 hectáreas de terreno, 12 habitaciones, 6 baños y todo el mobiliario aristocrático. El tema es que Justina está atada a una promesa: no vender la propiedad. Con el paso del tiempo parece demasiado. Tanto ella como su hija Alexia disfrutan hasta cierto punto de su situación ya que las obligaciones de mantenimiento vuelven el lugar en una especie de cárcel. Además, la chica tiene otras aspiraciones que no necesariamente contemplan la posibilidad de quedarse allí toda la vida. Para colmo, los fines de semana se vienen a pasar el día los familiares de la difunta señora, a quienes hay que servirlos. Benchimol aprovecha esta circunstancia para problematizar los vínculos y corroborar un punto de vista: ni siquiera una herencia puede modificar los modos en que se percibe la conciencia de clase. La forma para llegar a esto y para defender la libertad de elección de las dos mujeres (sobre todo en una secuencia final maravillosa) es el docudrama. Por momentos se notan bastante las costuras dramáticas del guión, sin embargo, la naturaleza documental de otros segmentos equilibra la evidente construcción ficcional. En este sentido, el cineasta combina bien la observación de lo cotidiano y, al mismo tiempo, alimenta con dosis inventadas situaciones que nos conducen al laberinto de clases planteado. La sensación es que, sin esta mixtura, apostando por uno u otro camino, la película se agotaría en su premisa. El principal mérito pasa por un trabajo de montaje que logra incorporar una dimensión crítica sobre formas de explotación y conciencia de clase sin abusar de la misantropía, bordeando inteligentemente la comedia y potenciando identidades en pantalla. Guillermo Colantonio
El empresario
de Germán Scelso / 7 puntos
Un empresario fue secuestrado por una organización guerrillera el 1 de julio de 1976; dos meses después, fue rescatado por los militares. Una de las personas que lo secuestró desapareció el mismo día en que el empresario fue liberado. Nunca más se supo de él. El hijo de ese guerrillero, luego de muchos años, intenta ponerse en contacto con el empresario, pero el hombre murió en 1991. Los únicos que aceptan hablar con él son uno de los hijos y dos nietos que, cuando el empresario fue secuestrado, estaban en el auto junto a él y no los llevaron. El documental tiene una mirada interesante, ya que el director no va a increpar a la familia del empresario secuestrado, sino que deja que hablen y cuenten su perspectiva de los hechos ocurridos. Hay un vínculo directo con lo impreso, con los folletos, las revistas, ya que el empresario pertenecía a Compañía General Fabril Financiera, retratados como un grupo italiano que ejerció poder desde su creación en Argentina. El documental permite que los familiares del empresario expresen su dolor. En algunos pasajes, dejarán en claro su perspectiva. El empresario filmaba en súper 8; el que muestran es un viaje a Miami, donde, sin necesidad de remarcar, puede verse un momento de discriminación clasista: el empresario filma a unos jóvenes que están en el agua y esperan a que este les arroje monedas desde un barco para que las busquen; eso le llama la atención. Para los tiempos que corren, en los que se trata de buscar una unidad nacional, algo que no creo que ocurra, ya que hay bandos con ideas muy opuestas, el documental puede parecer oportunista. No lo es, ya que el realizador contó que es un trabajo que venía haciendo hace muchos años. Es verdad que, debido a la agenda electoral, se aceleraron los tiempos para terminarlo. El documental abre el espectro de un tema complicado, siempre con reparos, sabiendo de qué lado está parado el director. Gabriel Piquet
El otro hijo
de Juan Sebastián Quebrada / 7 puntos
Simón y Fernando son hermanos que viven en diferentes casas, ya que sus padres están separados. Una noche, durante una fiesta, Simón es visto por última vez por su hermano cuando la novia del primero aparece en el baño de la casa. Fernando continúa la fiesta y, momentos después, se produce un alboroto. Cuando Fernando va a la terraza de la casa, ve el cuerpo de su hermano tirado en la calle. Con esta tragedia como detonante, comienza la película, abordando un tema duro: otra película en el festival que trata sobre el duelo. A partir de ese momento, la película se centra en la perspectiva de Fernando. Todos a su alrededor intentan superar el dolor a su manera. La madre es la más vulnerable, llora mucho a su hijo perdido y cree que volverá para hablarle. Parece perder la cordura o tener ataques, volviéndose más agresiva hacia los demás. La pareja de la madre adopta un papel comprensivo, pero al mismo tiempo queda varado sin saber qué hacer ante la situación. El padre del joven toma una postura de no querer asimilar la muerte de su hijo y llega incluso a poner en duda si fue una muerte accidental. Sin ahondar, parece tener desconfianza en la versión que cuenta la novia de Simón. A medida que avanza la película, irá asimilándolo lentamente. Laura, la novia de Simón, quiere evitar las preguntas y, con el tiempo, genera un histeriqueo con Fernando que literalmente le come la cabeza al joven. Este vaivén hace que en un momento incluso Fernando dude de ella. Los amigos de la secundaria intentan contener a Fernando, aunque no les gusta que se involucre con Laura, marginando un poco a la chica. El grupo de jóvenes está muy bien en sus roles. Aunque el personaje de Fernando, interpretado por Miguel González, está en casi todas las escenas y el magnetismo que produce su rostro hace inevitable pensar en la película sin él. Está muy contenido en la primera parte, siendo un espectador receptor de todo su entorno. Luego, estallará y finalmente podrá seguir adelante con su vida. Una ópera prima con buenos resultados que hace prestar atención a la futura carrera del director. Gabriel Piquet
El pensamiento analógico
de Paulo Pécora / 7 puntos
A primera vista, uno podría pensar que este documental es de nicho, al igual que la gente que aparece en él, una comunidad reducida que trabaja con formatos analógicos. Pero es todo lo contrario. Más allá de tecnicismos, la pasión con la que nos muestran cómo trabajan y todo lo que hacen con cámaras de cine, fotográficas, música y laboratorios de revelado, logra interesar y seguramente despertar la curiosidad de mucha gente. Una de las grandes virtudes de Pécora es no mostrar a los intérpretes en el formato busto/parlante hablando a la cámara. Se los ve en sus actividades, hay mucho trabajo manual y mucha artesanía en algunos casos. Lo muestra una de las artistas que trabaja sin cámara sobre el material fílmico. Hay palabras que se repiten en el documental, una de ellas es la paciencia. En estos tiempos de inmediatez, lo analógico toma más tiempo y eso sirve de relax e inclusive como una forma de comunicación entre padre e hija, como cuenta uno de los entrevistados cuando le regaló una cámara de fotos analógica a su hija y le enseñó que esa ansiedad que tienen las nuevas generaciones con el uso de lo digital se transformaría al tener que saber utilizar el tiempo y no gastar tan rápido un rollo de 24 fotos. Otra de las palabras que se repite es error, no tenerle miedo a fallar o que esa falla o error sirva como algo nuevo para generar un aprendizaje. Pasamos desde eventos performáticos en pequeños centros culturales, proyecciones de súper 8 en una terraza que incluye una hermosa pantalla creada por los mismos realizadores, fotos hechas con una cámara estenoscópica e interacción de películas de 16 mm con música en vivo. Lo que se nota, y el documental lo registra, es que todos son una comunidad que en su mayoría comparten lo que hacen y se ayudan entre sí, para que todo lo que produzcan pueda seguir preservándose. Gabriel Piquet
El viento que arrasa
de Paula Hernández / 7 puntos
Hay dos tipos de estallidos en El viento que arrasa (adaptación de una novela de Selva Almada). Uno se corresponde con escenas alucinantes, en el sentido literal de la palabra. Son momentos de artificio absoluto, de explosión cinematográfica, más cercanos a la pesadilla de La masacre de Texas o Deliverance (por citar dos películas de terror emblemáticas), que al otro estallido, más ligado a los dramas desbocados de ciertas zonas añejas del cine argentino. El segundo se come al primero porque es el que siempre prevalece al final con algún eslabón forzado. Pero en todo caso, ambos gestos remiten a monstruos, estructuras familiares y/o patriarcales frente a las cuales una mujer se rebela o huye despavorida. Estarán quienes aplaudan y compren el mensaje, pero prefiero detenerme en la zona más estimulante y que no necesariamente es discursiva. La secuencia inicial es demencial como demente es la siempre (sobre) actuación de Alfredo Castro, en este caso como un pastor evangélico. El modo poseso en que oficia la ceremonia es filmado desde diversos ángulos por Hernández mientras su hija y acompañante Leni espía una vez más la actuación. La vida de la joven está supeditada a acompañarlo por todas las iglesias de la Argentina. Un imprevisto con el auto los obligará a parar temporalmente en una precaria vivienda. Allí viven el Gringo y su hijo, quien ha nacido con una malformación facial. La vida rural y la religiosa se funden en un esquema asfixiante que afecta la vida de ambos jóvenes mientras los colores rojos inundan la pantalla. Como suele ocurrir en sus películas, Hernández trabaja bien la tensión al borde del estallido. Las aguas pueden calmarse momentáneamente, pero siempre hay un aire que anticipa esos estallidos descriptos al comienzo. En otra gran escena, bajo una lluvia torrencial, el pastor tiene un ataque místico al cruzarse con un rebaño de ovejas en el camino y ello provoca una vuelta inesperada. Es otro segmento alucinante que coloca a la película en una dimensión mucho más estimulante que los discursos. Igualmente, y como ocurre en otras películas de la cineasta, las codas suelen ser lo más flojo. Guillermo Colantonio
Elda y los monstruos
de Nicolás Herzog / 7 puntos
Va a ser reiterativo, pero es el formato que ha estado adoptando el documental desde hace algunos años. En realidad, sería una docuficción si queremos etiquetarlo. Esta película va más allá de eso. Elda es el nombre con el que la protagonista se siente identificada hoy. Detrás de Elda se encuentra Diego Detona. Junto a un grupo de amigas, Natalia, Calipso, Anur y Fran, pasan sus días en una Concordia calurosa. Un día, Calipso tiene un sueño y trata de describirle a sus amigas un mapa de cómo llegar a un santuario en el medio del bosque para conocer dónde se encuentra La Muda, una mujer que fue asesinada. Es verdad que desde la primera imagen en que aparece en una fiesta, Elda acapara toda la pantalla, tiene un magnetismo que logra que el espectador esté pendiente de lo que hace. Para sumarle cualidades, su banda de rock suena increíble y su voz es impresionante. Todo este carisma se agiganta en varias escenas en las que su verborragia va contando anécdotas amorosas. Una escena increíble con un gran timing de humor sucede entre unos autos abandonados, donde cuenta un levante que intentó con un estilista. Los personajes que la rodean pueden quedar opacados, pero logran tener sus grandes momentos, y las características que los identifican están bien desarrolladas. Natalia, la amiga que baila, tiene junto a Elda una gran escena con un tema de cumbia. Calipso, la más vulnerable emocionalmente, lo demuestra en la escena que está en el altar de La Muda. Anur, la artista, tiene sus momentos divertidos en la escena del tarot, y Fran, la que siempre está quejándose, tiene grandes momentos de comedia. En uno está hablando de dos películas que vio con Elda, y en otro tiene un gag sobre ghosting. El director logra una gran película sobre la amistad y el viaje en el que las protagonistas van hacia el altar, tiene pasajes que recuerdan a Cuenta conmigo. Hay un vínculo grande con la naturaleza, mucha presencia animal y una constante antes del viaje en sí: los personajes están muchas veces en el agua, en piletas y ríos, lugares en los que se les ve felices. Los videoclips (por darle una definición arbitraria) en los que aparece Elda y los monstruos son un homenaje indisimulado a Hedwig and the Angry Inch, lo cual se agradece. Otro valor que hay que destacar es que la película respira un aire de provincia (Entre Ríos, para ser exactos). Los personajes no son mostrados como el estereotipo que a veces se hace de la comunidad gay. Están intensos, pero no son reventados; hay un costado más coloquial en lo que vamos viendo, visitas a sus familiares, entrenamientos en el gimnasio, programas de radio, todo eso genera que el espectador conecte con su mundo. Gabriel Piquet
Elena sabe
de Anahí Berneri / 8 puntos
Una enfermedad puede ser un buen motivo para un libro. De algún modo, narrar la desintegración física de un ser humano con palabras cuenta con la ventaja de esa distancia que necesitamos como lectores para procesar. Cuando en el cine se abordan estas temáticas, lo peor que puede pasar es que los extremos se muerdan la cola: vamos de las versiones más edulcoradas a los tormentos más crudos, por el sólo hecho de estimular las emociones a cualquier precio. Afortunadamente no es el caso de Elena sabe, la película en Competencia Internacional de Anahí Berneri, directora que ya ha transitado cuestiones tales como vínculos familiares y relaciones con el cuerpo sin concesiones. Y si bien aquí se advierten algunos mecanismos dramáticos más exacerbados o acomodaticios a ese nuevo género llamado cine de plataforma, jamás atentan contra los logros expresivos de una adaptación que no le rinde necesariamente pleitesía a la novela de base. Basta mirar la primera secuencia para ratificar lo anterior. El recorrido inicial de Elena lidiando con la imposibilidad de su cuerpo (tienen Parkinson) es una pequeña obra maestra que, incluso, como sucede con otros momentos, parece cuadrar dentro del terror. El pulso y la mirada de Berneri se destacan por encima de las aristas fatales que arrastra la historia y que haría huir a unos cuantos de la sala. Una de las consecuencias visibles que dejan muchas películas contemporáneas es justamente la construcción de un sujeto femenino perceptivo y la deconstrucción de la idea de maternidad al mismo tiempo, dos signos centrales en la actualidad, donde el cuerpo y la identidad se vuelven refugios desde donde reconocer los propios límites. Sin embargo, la tendencia no siempre garantiza que una película sea buena. Berneri ya se había destacado con estas cuestiones en dos grandes títulos, Un año sin amor (2005) y Alanis (2017). Con Elena sabe manifiesta una maduración narrativa y, pese a la sordidez del tema, abre una profunda dimensión humana, además de algunos planos memorables. Guillermo Colantonio
Evil does no exist
de Ryusuke Hamaguchi / 6 puntos
Dos signos recurrentes en gran parte del cine contemporáneo parecen convivir en la última incursión cinematográfica de Hamaguchi. El primero es el tema de las empresas empecinadas en concretar proyectos en zonas naturales. Lo que difiere en todo caso es el tratamiento contemplativo, por momentos experimental, que lleva a cabo el realizador nipón. El segundo se vincula con un modo estructural cuya consecuencia es una película partida en dos. El tramo inicial nos ofrece un registro poético/documental acerca de una comunidad rural cuyo modo de vida autosuficiente da cuenta de un escenario donde el tiempo está suspendido, repartido en pequeñas dosis cotidianas de trabajos repetidos, comidas compartidas y una convivencia tranquila. La otra mitad está consagrada a los intentos por instalar en el lugar una especie de campamento de lujo. Como las conversaciones para convencer a los habitantes no funcionan, envían a dos jóvenes para persuadir a Takumi, un hombre que vive con su pequeña hija Hana, con la excusa de ofrecerle ser el encargado del lugar. Si la primera parte absorbía el punto de vista del padre, la segunda se desplazará a los dos representantes de la empresa. Esto, que podría dar lugar al thriller, se mantiene a partir de una tensa calma. Uno percibe que una bomba está por detonar, pero Hamaguchi esconde cualquier gesto de exacerbación dramática, haciendo del despojamiento una herramienta creativa, al borde de la exasperación. Mientras tanto, algunos signos misteriosos asoman por los bosques nevados. Y entonces se produce un acto final, una decisión, que no sólo generará confusión sino que abrirá hipótesis y algunas sospechas sobre la coherencia de este pasaje culminante. Guillermo Colantonio
Fallen Leaves
de Aki Kaurismaki / 9 puntos
En Helsinki hay suburbios, precarización laboral, violencia social y económica, y una clase trabajadora que apenas gana para vivir. Entre ellos, una mujer rubia llamada Ansa que vive en una modesta casa heredada y que ha sido despedida de un supermercado, y Holappa, que va de fábrica en fábrica por sus problemas con el alcohol. Ambos se conocen en uno de esos pintorescos bares que ya son una marca registrada en Kaurismaki, para encontrarse, perderse y volver a encontrarse. En otras manos, en las típicas manos manchadas con la pornomiseria o el oportunismo, esta circunstancia hubiera sido un alegato más, chato, de un estado del mundo regido por la misantropía. Sin embargo, Kaurismaki es un realizador que confía en la humanidad y en los vínculos proletarios, en las cosas simples, en la solidaridad, y por supuesto, en el cine. Porque si bien hay discurso, no necesita ser gritado. Fallen leaves es un festival de colores (basta ver esos ambientes pintarrajeados como en los mejores melodramas clásicos o la colección de afiches que inundan las paredes); un festival de canciones que puntúan las emociones sin desbordes; un festival de gestos y de pausas, de silencios que dicen mucho; un festival de humor a base de expectativas frustradas (dos tipos salen del cine luego de ver una de zombis y dicen que les recuerda a Bresson); pero, fundamentalmente, una obra maestra de la sencillez que conmueve. Cuando Ansa prepara la cena para la primera cita con Holappa, cuando Holappa la busca incansablemente luego de haber perdido su número de teléfono, estamos ante actos cuya épica es la de los descalzos, la de aquellos seres que están en la vida para no resignarse y que ven siempre un horizonte para el amor, igual que Chaplin, cuyo fantasma recorre la sala y se va caminando con la rubia y el borracho. Guillermo Colantonio
Gol gana
de Taika Waititi / 8 puntos
representa el regreso de Waititi a su lugar en el mundo. Instalado desde hace una década en el mainstream estadounidense, el realizador neozelandés establece esta historia de redención, basada en insólitos hechos reales, en los ambientes donde había iniciado su trayectoria cinematográfica: la calidez de las ciudades de Oceanía y la bondad e ingenuidad de sus habitantes. En este marco, la película aborda la historia de Thoman Rongen (Michael Fassbender), un entrenador estadounidense, alcohólico y con problemas de ira, cuya decadente carrera toca fondo cuando la federación le encomienda una misión imposible: dirigir a Samoa Americana, la peor selección de fútbol del mundo. Sin embargo, esta tarea es la excusa para dar inicio a la odisea de Rongen bajo el sello estético y narrativo de Waititi. A partir de su contacto con los futbolistas y dirigentes amateurs, Rongen reconstruye no sólo su humanidad, sino también su pasión por el fútbol. En ese orden, supera una tragedia personal, elaborada paulatinamente a lo largo del relato, con sutileza, emotividad genuina y contundencia narrativa, sin caer en golpes bajos ni revelaciones berretas. En tanto, las acciones son fundamentales para desarrollar y resolver los conflictos de la película y, cuando se ingresa en el terreno discursivo, se destacan pasajes de emoción honesta y compromiso con la causa. Claro que todo está ejecutado en clave de comedia, tanto desde lo verbal como desde lo físico, que oscila entre gags inocentes y extremadamente absurdos con un equilibrio que Waititi maneja a la perfección. En ese sentido, también da lugar relevante a las historias de varios personajes de reparto, tan importantes en la gesta deportiva como el propio protagonista, cuyo camino a la gloria inicia con un objetivo tan ridículo como inalcanzable: meter un gol. Perfectamente balanceada entre la comedia autoconsciente, la épica deportiva y el drama personal, Gol gana representa el regreso de Waititi a lo mejor de su filmografía. Patricio Beltrami
Hombre de la esquina rosada
de René Mugica / 8 puntos
Primero el gesto técnico: la recuperación que se ha hecho de este clásico de Mugica de 1962 es sensacional. El blanco y el negro se ven impolutos, renovados, fundamental en una película que hace de esos contrastes algo indispensable, como en ese plano donde un grupo de mujeres de luto rezan una oración por el muerto reciente. Basado en el cuento de Jorge Luis Borges, la película resume lo borgiano más popular, en algún sentido menos metafísico (aunque no tanto); ese Borges seducido por lo barrial, la milonga, el malevaje. Y lo hace sumándole capas de sentido. Ubica la historia del malevo que sale de prisión y busca venganza en el año de los festejos del primer centenario de la patria, con lo cual nos dice algo de un mundo que se abisma a su final, de códigos que se pierden y que observan, no sin horror, el nacimiento de algo nuevo. No dudaría en pensar que Scorsese vio esta película y motivó un poco su Pandillas de Nueva York. Pero lejos del terreno de la especulación, Mugica construye un relato que imbrica lo criollo con el western y los cielos a lo John Ford, más algo de un terror litúrgico, que le da forma a una película que va de lo clásico a lo moderno, de ese cine argentino que comenzaba a sacar la cámara al exterior, y con unos travelings envidiables. Tal vez una película para redescubrir y volver a confirmar que todo ya estaba escrito, incluso el pesar que la película manifiesta en su trágico desenlace. Mex Faliero
In our day
de Hong Sang soo / 7 puntos
Dos historias en paralelo que no tienen conexión. Por un lado, dos amigas y un gato. Llega la prima de una de ellas que quiere estudiar teatro. Por otro lado, un poeta es filmado por una joven que está haciendo un documental y un joven que viene a entrevistarlo. El cine del director coreano está compuesto por relatos que parecen ser fragmentos de la vida cotidiana. Esos diálogos coloquiales en algunos momentos tienen una profundidad admirable por cómo logra llegar a ellos. De las dos historias, la que más atrapa es la del poeta, ya que en una de esas escenas que parecen simples, los tres protagonistas están comiendo y tomando alcohol. Después de algunas copas, el joven entrevistador le hace preguntas existenciales al poeta, quien responde de forma inteligente, dejando a los dos jóvenes sorprendidos por sus palabras, para inmediatamente saltar de la nada y pedirles que jueguen con él al piedra, papel o tijera. Todo ese momento tiene humor y dan ganas de que nunca dejen de jugar. Al terminar el juego, la joven se irá con un regalo que le hizo el poeta, una guitarra, y el joven aprovechará para irse con ella con una clara intención de conquistarla. Es un momento de intimidad de tres personajes que, con acciones muy naturales, nos hacen quererlos por la cercanía que se genera. Gabriel Piquet
Kinra
de Marco Panatonic / 6 puntos
El tema del tiempo es todo un tema en el cine contemporáneo. Recién a los cuarenta minutos de película aparece el título. El cineasta se toma casi cuatro horas para dar cuenta de una realidad que involucra a la comunidad quechua, que materializa su lengua, sus costumbres y también los problemas que debe afrontar social, cultural y económicamente. Y lo hace siguiendo principalmente al joven Ignacio Cuba Castro Huamani. Su tránsito desde el altiplano a la ciudad es un itinerario documentado con todas las vicisitudes, pero sin histrionismo, respetando la relación con los espacios y el letargo de un andar que se hace cansino por la propia inoperancia burocrática de ciertas instituciones o por la falta de consideración hacia sectores desplazados progresivamente. Sin embargo, esto no es sinónimo de pereza discursiva ni de regodeo sustentado en la marginalidad. Uno de los aciertos de la película es no idealizar ni forzar una mirada complaciente. Como en todo grupo humano hay fortalezas y vulnerabilidades (principalmente en lo que concierne a las mujeres). Otro, su poder de observación. Basta ver la escena inicial, un prodigio fotográfico mientras fuera de campo se escucha la tremenda discusión de una pareja. El respeto y la dedicación del director se advierte en cada plano, del mismo modo que la necesidad de posicionarse políticamente a través de esa extensión temporal (desmedida, creo) que consagra a cada acto. Y mientras la cámara se presta a visibilizar la supervivencia de la comunidad, del sentimiento de pérdida, también habla del trabajo, de las condiciones precarias del trabajo en las minas, en la construcción y en otras maneras absolutamente informales de la economía de mercado, todo un sistema atrofiado cuya voracidad relega la sofisticación artesanal de otras regiones alejadas de la ciudad. Puede que la duración haga perder de vista algunos planos que son maravillosos y que conjugan ambos espacios, el urbano y el natural. Pocas veces se ve un cielo azul o tormentoso de la manera en que lo filma Panatonic, aun cuando es un poderoso telón de fondo de las acciones humanas. Incluso los colores de ese multifacético Perú se destacan cinematográficamente, no obstante, siempre queda la sensación de que los recursos puestos en juego habrían funcionado de igual manera en un lapso de tiempo más acotado. ¿Riesgo formal, radicalidad frente a otras formas más convencionales de relato y de proximidad a mundos que son ajenos a la labor del documentalista? Sí. Pero también estiramiento. Guillermo Colantonio
La bestia
de Bertrand Bonello / 6 puntos
La sensación con varias películas de Bonello es la de deriva. Esto implica un viaje con cruces genéricos, dispersiones varias, momentos de intensidad y otros de absoluto relleno. Y si bien hay una intencionalidad que se repite, llamémosle el modo en que impactan en nuestras vidas los adelantos tecnológicos, generalmente hablamos de obras abiertas, sujetas a bruscos cambios de registro o de tonos. Que todo esto sea una virtud o un defecto puede convertirse en uno de los tantos enigmas en relación al cine contemporáneo. Por lo pronto, la ambición suele ser una marca registrada y La bestia no la disimula. Hablamos de tres períodos de la historia de la humanidad atravesados por una pareja y un destino que parece determinado por los oráculos. Léa Seydoux -hermosa y fotogénica como siempre- se carga a un personaje que recorre vidas pasadas a partir de purificar su ADN en un futuro donde las emociones se convierten en peligro. Claro está, la linealidad del relato brilla por su ausencia, el ejercicio de montaje se encarga de fragmentarlo todo y las elipsis de ocultar el juego. El problema no sólo radica en el desequilibrio estructural, sino en su solemnidad discursiva para dar cuenta de un mundo donde la misantropía y la falta de humanidad, lejos de ponerse en cuestión, parecen disfrutarse detrás de cámara. Asimismo, ciertos baches narrativos o mesetas gratuitas pretenden ser disimuladas con el trabajo de edición. Inspirada en una novela de Henry James, pero con una adaptación muy libre, los encuentros y los desencuentros de la pareja protagónica son proporcionales a nuestra experiencia como espectadores con la película, estamos y no estamos, la seguimos y la soltamos. Guillermo Colantonio
La chimera
de Alice Rohrwacher / 8 puntos
Muchas películas construyen un verosímil en el que se confunde lo imaginario y lo real, lo que pertenece al reino de lo onírico y al mundo de la vigilia. Una suerte de realismo mágico en el que lo cotidiano puede devenir fantástico en cualquier momento, o mejor dicho, un espacio prosaico en el que se cuela lo poético. Algo así ocurre en La chimera, estimulante largometraje de Rohrwacher acerca de un grupo de saqueadores de tumbas y su líder, un hombre parco y misterioso con una conexión inusual con lo sagrado. La directora sabe dar lugar a sus búsquedas más experimentales sin perder de vista el desarrollo emocional de su protagonista, de modo tal que la conexión entre lo prosaico y lo poético nunca se pierde: uno no puede existir sin lo otro. Franco Denápole
La estrella azul
de Javier Macipe / 7 puntos
Zaragoza, década de los 90. Mauricio Aznar tiene una banda de rock and roll y está cansado de su entorno. Trata de salir de sus adicciones y emprende un viaje a Argentina. Visitará Córdoba, irá al festival de Cosquín. Algo desilusionado con lo que ve en el escenario principal, lo lleva a conocer una peña en la que descubrirá la chacarera. Totalmente seducido por este ritmo, se irá a Santiago del Estero, donde caerá en la casa de Carlos Carabajal y su familia. Ahí comenzará el camino del aprendizaje no sólo del ritmo, sino de la cultura musical que surge de esa provincia y su gente. Este cruce improbable de un rockero con la chacarera puede despertar el prejuicio de que vamos a ver una película en la que la mirada de un extranjero sobre nuestra música va a ser colorida y fort export, nada más alejado de eso. La virtud del realizador español es llevar este personaje (que existió y la mayoría de las cosas que vemos ocurrieron), con su historia de escape, no sólo de las drogas pesadas, sino de esa infelicidad que le generaban algunas relaciones personales, a descubrir al otro lado del mar una pasión musical que lo acompañaba desde niño. Es muy emotiva la forma en la que cuenta cómo descubrió a Atahualpa Yupanqui. A su madre le regalaron un disco del músico argentino cuando hizo una compra en el supermercado. Siempre lo escuchaba junto a ella, esperando a que se fuera su padre, quien no quería que él y su hermano fueran músicos. Esta escena de la película la relata mientras charla con el personaje que interpreta Mariela Carabajal (una revelación a tener en cuenta), la santiagueña que será una especie de amor sin consumar que el músico tiene en nuestro país. Cuando el protagonista regresa a España, uno piensa que la película terminará en una historia más, pero es ahí donde sacude al espectador, con una ruptura de la cuarta pared, y todo cierra con un momento dramático que realza la figura del músico español. Hermoso doble homenaje, al compositor español y a nuestra música representada por la chacarera. Hermosa película. Como dijo alguna vez Luca Prodan, otro gran músico que puede compartir algunos pasajes de su vida con la de Mauricio Aznar, esto es para todos nosotros que somos hermosos, unos perdedores hermosos. Gabriel Piquet
La gruta continua
de Julián D’Angiolillo / 6 puntos
Un documental que se dedica a investigar las actividades de varios espeleólogos. Los focos se centran en Italia y Cuba. La práctica de estudiar cuevas y grutas es, como premisa, algo atrapante. Toda la primera parte del film muestra a un grupo de italianos bajando a una cueva; algunos quedan arriba y generan aire con una especie de ventilador para que llegue a las profundidades, todo esto para mostrar una teoría de corrientes de aire. En esos primeros diálogos descubrimos el título de la película: un grupo de espeleólogos toma el nombre de un grupo de activistas que estuvieron cerca de las Brigadas Rojas en esa Italia convulsionada de los 70, se llamaban Lotta Continua, de ahí el juego de palabras para cambiar a Gruta Continua. Inmediatamente nos vamos a Cuba, que es el lugar donde la espeleología tuvo todo un periodo de auge, que abarcó desde los 50 hasta el presente (aunque en la actualidad haya perdido fuerza). Se muestra una cueva en la que vivió el Che Guevara durante un tiempo, lugar que usaban para tratar de tener un escondite para la gente, por si estallaba el conflicto de los misiles de 1962. Esta es la mejor parte del documental; se muestra a una bailarina de ballet muy famosa llamada Alicia Alonso, que fue una de las grandes espeleólogas cubanas. El documental se vuelve en algunos pasajes más abstracto, principalmente por las formas de las cuevas y lugares que muestra. Quizás es algo desparejo, pero en su totalidad es un trabajo logrado. Párrafo aparte se lleva una escena en la que reconstruyen mapas 3D de cuevas famosas y, aprovechando un material sonoro grabado por un famoso científico, se interviene el sonido logrando una gran fusión. Gabriel Piquet
La mujer hormiga
de Betania Cappato y Adrián Suárez / 7 puntos
Una familia que está dividida, madre e hijo; el padre llega un rato para verlos y se va. Un llamado telefónico que parece venir del más allá. ¿Quién es? La hermana menor de la mujer de la casa. Virginia y Renata estarán juntas después de algún tiempo. Hubo un hecho en el pasado, cuando eran niñas, algo las marcó a las dos. Un ómnibus cayó al río y las dos únicas sobrevivientes fueron las hermanas. Renata perdió una pierna en ese accidente. La película maneja mucho clima fantástico, sobre todo en la primera parte, donde por algunos planos y formas de mostrar situaciones y personajes, parece un film de terror. Hay algo oculto, algo estancado. Situaciones cotidianas se vuelven extrañas. Una piscina sucia y abandonada que emana burbujas como si algo estuviera en el fondo. Un ataque de pánico, los gritos de Renata y su sobrino que está tan asustado como si hubiera visto a un monstruo. La casa parece invadida por hormigas; desde la llegada de Renata, todo parece empeorar para Virginia. Los roles de las mujeres se invierten; todo lo que sufrió Renata está cambiando hacia nuevos caminos, mientras que Virginia está cada vez más sola. Su hijo, que es una de las pocas cosas que le quedan para ser su cable a tierra, comienza a vincularse más con su padre. La película tiene varias capas; eso la hace interesante. Esos conflictos que a veces no se pueden explicar encuentran su metáfora visual. La película cuenta con la gran actriz platense Julieta Vallina, quien lamentablemente falleció tiempo después de hacer esta película. Hay una escena que muestra su talento. Su personaje, Renata, quiere tratar de volver a intentar salir o sociabilizar. Una noche va a un bar y se sienta en la barra. Todo esto sucede mientras suena el tema Mojada de Vilma Palma e Vampiros. La escena la muestra a ella tratando de hacerse ver; al principio es ignorada. Quiere volver a sentir ese juego de seducción que genera el sentirse bien uno para gustar a los otros. Finalmente, se le acerca un hombre mayor que ella y entablan un diálogo para terminar bailando. La felicidad de Renata al poder bailar utilizando su nueva pierna ortopédica es el mejor momento de la película. Una emoción enorme que nos ha dejado este hermoso trabajo póstumo de la actriz. Gabriel Piquet
La sociedad de la nieve
de Juan Antonio Bayona / 7 puntos
La historia de la tragedia de Los Andes padecida por un grupo de jugadores de rugby y varios familiares ya ha sido contada en libros, programas de televisión, películas y testimonios a lo largo del tiempo. Lo que puede esperarse de cada nueva versión en el cine es una adaptación pensada a partir de un inevitable destino: estamos ante un arte mediatizado por la tecnología. De este modo, la épica irá alimentándose a partir de nuevas posibilidades que permitan potenciar los efectos dramáticos del caso. Y eso propone y logra Bayona con esta nueva versión: adrenalina, alto impacto y espectacularidad en medio de la desgracia. Como producto mainstream funciona y es efectivo. Y si bien la memoria del milagro es larga y perpetua, el recuerdo de la película será corto. Esto no es un pecado. La virtud del llamado cine catástrofe es su carácter pasajero; el propósito narrativo, calculado y eficiente. La sociedad de la nieve provoca, más allá del tema, un placer inmediato, clava al espectador en la butaca como si estuviera en el avión, mantiene la tensión al palo en las situaciones límites y crea una potente interacción. Sus recursos son legítimos porque no los disimula, a pesar de que gran parte de la lógica constructiva sea la de la mayoría de las series del momento: un tiempo para la acción, un tiempo para los diálogos morales. Sí hay un rasgo distintivo y es la capacidad para recrear a través de la impresionante puesta en escena algunas de las situaciones vividas. De este modo, el hecho de tener que comerse los cuerpos de las víctimas fatales puede derivar en el imaginario del terror. Esta confianza en las posibilidades del cine compensa cierto esquematismo en la construcción de los personajes, todos lavados por un mismo registro dramático. Y en esta misma sintonía, una avalancha puede ser de lo más aterrador que se haya mostrado, capaz de cortar la respiración, y un aliciente frente a diálogos que son de manual. El resto es un cúmulo de emociones guiadas e inevitables dada la naturaleza de la hazaña. Guillermo Colantonio
Lagunas
de Federico Cardone / 6 puntos
Siempre es un desafío tener en mente una película y estar obligado a cambiar el rumbo de la misma a raíz de algún imprevisto. Este documental de Cardone debía ser sobre Liliana Bodoc en una escuela en medio del desierto. Varios segmentos dan cuenta de ello y de su luminosa presencia con chicos de primaria, relatando cuentos y recuperando historias de los Huarpes, para ser volcadas en un cuaderno que la escritora había comprado en París y guardó para una ocasión especial. Esa comunión entre una mujer que irradia claridad y los chicos que no pueden disimular su asombro es la parte mágica de la película. La inesperada muerte de Bodoc frustró el segundo tramo del proyecto. Y las decisiones, a juzgar por un montaje que parece perderse en una dispersión innecesaria, no fueron las más favorables para la película. ¿Qué significan, cómo se justifican esos cortes que empantanan las intervenciones de Bodoc para incorporar elementos autorreferenciales del director, ya sea para hacer gala de una cinefilia quejumbrosa o para sumar archivos televisivos y recuerdos personales? Da la sensación de que, lejos de hilvanar dos historias, acaso quede más una sensación de relleno y de acumulación (si consideramos otras subtramas). No obstante, más allá de esa decisión estructural, también está la potencia del cine para inmortalizar a los seres queridos. Sabemos, porque lo dice la voz en off, que Liliana se acostó a dormir una noche en un hotel y ya no despertó. Pero no nos quedamos con ese vacío ni con la sensación de ausencia como para cerrar la película de un mazazo. La volvemos a ver con sus chicos, su modestia y su fascinación por compartir. El cine hace posible estas cosas también. Guillermo Colantonio
LaRoy
de Shane Atkinson / 7 puntos
Algunos ejercicios de género representan un saludable refresco en el contexto de un festival. No tienen por qué ser recordados eternamente ni colgarse en los cuadros de la respetabilidad estética. Se disfrutan como esos tragos bien preparados. Puede que ocurra algo similar con esta modesta película de corte indie, un clon menor de algunos títulos de los hermanos Coen (Fargo, Sin lugar para los débiles), pero efectiva en sus propósitos. Al comienzo, una carretera, de noche, ese mundo abierto a infinitas posibilidades, sobre todo si se produce algún desvío, una aparición imprevista o situaciones donde los que suben a un auto o quienes lo conducen están sometidos al arbitrio del destino. LaRoy es el nombre de una localidad norteamericana que no falla ante la premisa de “pueblo chico, infierno grande”. Tierra de rumores, engaños, asesinos escudados en rostros complacientes y personajes ambiciosos que se ahogan en frustraciones. Todos se conocen en este mundo de colores que contrastan con la palidez de vidas sumergidas en las grietas de un sistema económico que jamás les va a permitir dejar de soñar con pegar el gran salto. Es el mundo de vidas relegadas a dos o tres espacios típicos (un bar, una ferretería y un hotel de mala muerte) y pocos personajes modélicos: el asesino implacable, el cornudo, el aprovechador, el detective/cowboy (para que quede bien establecida la mixtura genérica del western con el policial) y la rubia fatal versión mundana. Que el dinero intervenga como factor de movilidad de esas piezas solo es cuestión de tiempo. Atkinson activa la historia con un hombre que se sube a un auto de noche, un hilo que le dará un lugar preponderante al azar como motor narrativo. De allí en más, un viaje por situaciones que lidian lo absurdo, toques de comedia negra y vidas regidas por un oscuro devenir acompañado de toques musicales folk. Como un cuadro de Edward Hopper, los colores rojos y verdes asoman para configurar un universo cotidiano con objetos cuya mala decodificación moviliza la inquieta trama. Y como en toda comedia negra, las desgracias caen como chaparrones y el chantaje es la excusa. En definitiva, el dinero sigue moviendo la aguja para sacar a la luz de ese sol inexpugnable (una vez más) la galería de seres patéticos típicos de lo que suele denominarse la América profunda. Guillermo Colantonio
Las almas
de Laura Basombrio / 6 puntos
La ópera prima de Basombrio convierte un espacio (el noroeste argentino) en una experiencia única. Lo mejor que tiene la película es la posibilidad de reivindicar al arte cinematográfico como alucinatorio. El acercamiento onírico, atemporal, hacia esa tierra de ancestros y de fantasmas incluye secuencias verdaderamente potentes y cautivantes. Porque, lo sospechamos desde un principio, el cine siempre convocó a los espectros y la Argentina, si salimos de la neurosis capitalina, está llena de ellos. Sólo hay que saber buscar y recrear. Lejos de simplificar la mirada en pos de la tarjeta postal turística contemplativa, la directora observa y transmite asombro. Cada lugar en medio de la nada, donde el tiempo es otro y la vida parece suspendida, ingresa a un imaginario que, por momentos, lidia con el terror futurista. Nada de esto sería posible sin el trabajo con la edición y el sonido, una masa compacta y efectiva, que logra un efecto residual en las imágenes. Pero, además, hay un propósito discursivo. La voz en off de una mujer, Estela, nos lleva a su historia personal y aparece intercalada con el modo de vida de la comunidad. Un signo en común es la violencia, una violencia que no es explícita, pero que asoma en dosis diseminadas a lo largo del relato. Una variante es patriarcal y se refiere al orden de lo doméstico; la otra es económica y abarca a pueblos olvidados en geografías áridas y hostiles. El montaje mismo se sostiene sobre un equilibrio entre mirar con perplejidad esta tierra de cielos increíbles, salares y montañas, y comprender la relación con las personas que la habitan. Y si bien hay momentos de intensidad emotiva y expresiva, como en ciertos poemas que se leen pero sólo se recuerdan unos pocos versos memorables, Las almas no logra cerrar en su conjunto aunque eso no impida admirar algunos planos inolvidables. Al mismo tiempo, abre una discusión interesante (acaso generacional, acaso vinculada con el futuro del cine): ¿cuál es el límite preciso para distinguir una película de un poderoso trabajo de edición de imagen y sonido? Guillermo Colantonio
Las cosas indefinidas
de María Aparicio / 7 puntos
Eva es montajista y tiene un asistente llamado Ramiro. La reciente muerte de un amigo la hace querer revisar lo que tiene en el disco duro donde este grabó imágenes de su último cortometraje. Ella está apática en su trabajo y no tiene ganas de seguir en el cine. Uno de los proyectos en los que trabaja junto a su asistente es una película que muestra a diferentes ciegos hablando de las sensaciones que tienen o cómo se imaginan ciertas cosas, como los colores. De alguna forma, comenzará a mimetizarse con lo que varios de los protagonistas no videntes cuentan. Ellos dicen que tuvieron sueños en los que se les aparecían sus seres queridos, tenían sensaciones encontradas, pero en la mayoría de los casos eran sensaciones que los dejaban contentos. A diferencia de la película anterior de Aparicio, el tema del trabajo está presente, pero no es el eje central, aquí se habla más del duelo, de la pérdida, de cómo hacer perdurar en el tiempo a esa persona querida, aunque sea a través de las imágenes. En el primer diálogo que Eva tiene con los alumnos de una universidad, habla de que las películas están llenas de espíritus, que el cine tiene muchos muertos vivientes, pero que ellos quedarán para que futuras generaciones los sigan teniendo presentes. No olvidar, algo clave para los tiempos que corren. Hay grandes diálogos, como el que tienen los dos personajes principales (Eva y Ramiro), en el cual el segundo le pregunta a la primera qué le diría a su amigo fallecido. Eva, esa gran actriz que es Eva Bianco, más que un diálogo, ejecuta una poesía con todo lo que no pudo cumplir o lo que le hubiera gustado decirle en vida. En el proceso en que Eva va viendo las imágenes de los no videntes, de alguna forma se apropia de lo que ve para llevarlo a su duelo personal, vampiriza las imágenes. Aunque no tenga relación, me hizo recordar la idea de ese gran director español llamado Iván Zulueta, que trató el mismo tema con su obra maestra Arrebato. La forma de filmar de Aparicio genera emoción sin enfatizar lo que se está viendo; sus películas trascienden la duración del film y hacen que uno siga encontrando frases, textos o ideas visuales incluso después de haber salido de la sala. Gabriel Piquet
Las dos Mariette
de Poli Martínez Kaplun / 6 puntos
La película plantea una continuidad sobre las indagaciones de la documentalista en torno al judaísmo en la Argentina desde un perfil intimista, construyendo un rompecabezas que inició en el 2016 con Lea y Mira (2016). Aquí la búsqueda de Kaplun tiene los matices que ofrecen las contradicciones de su protagonista, la mencionada Mariette, y cómo esto termina ramificándose generacionalmente como un elemento que resignifica todo el árbol familiar. El resultado es un documental esquemático que no se sale del cauce de su búsqueda y ejerce su magnetismo desde el relato de su protagonista con la precisión de un reloj al que no le sobra un minuto. Astutamente el film evade juicios apresurados y a menudo ofrece distintos puntos de vista sobre las vivencias de Mariette, haciendo que la paleta de grises sea amplia: ¿Es la culpa de Mariette un elemento de redención tras un extenso tiempo ocultando sus orígenes, incluso a su seno más íntimo, o es apenas una victimización teatralizada por intereses y ego? Es esta pregunta sin respuesta lo que hace magnético al relato de Kaplun, que se queda con la añejada figura de esa mujer elegante entrelazada con la aceptación y comprensión de sus nietos. Esta disociación en su identidad encuentra un cierre necesario para el film, que descansa en la voz en off de su protagonista, pero también se abre a escuchar el valioso testimonio de familiares y amigos que nos dan su punto de vista y un cuadro más cercano de su figura que, a pesar de todo, permanece como un misterio. Cristian Ariel Mangini
Los colonos
de Felipe Galvez / 7 puntos
Esta película del director chileno abarca mucho, lo que hace que la primera parte tenga un poder narrativo y visual muy fuerte, para luego ir desvaneciéndose un poco. En esa primera parte, se cuenta el viaje de un soldado inglés, un vaquero texano y un mestizo chileno que van en busca de unos indios que mataron las ovejas de un terrateniente. Todo esto se desarrolla a comienzos del Siglo XX, en la frontera argentino/chilena, en lo que era y hoy es Tierra del Fuego. Ahí, la película es un western clásico, donde estos tres personajes van en busca de los Selk’nam/Onas. Se cruzan con diferentes personajes, y la película se permite un momento de humor, en el que participa el director Mariano Llinás haciendo de Moreno. Los tres personajes están bien definidos: un británico sádico, un norteamericano que desconfía de los indios y el mestizo chileno que va incubando un rencor reprimido hacia los otros personajes, que nunca hace explotar. Se describen bien los roles de todos, inclusive de los personajes secundarios que se cruzan en su viaje, como el terrateniente y los soldados argentinos. Todos marcan su odio: el primero hacia los indios y los segundos hacia los ingleses. Hay una escena impresionante, filmada muy bien, que muestra una masacre sobre los indios. Esto sucede en un bosque invadido por la niebla. La segunda parte de la película involucra al gobierno chileno de la época, tratando de lavar su imagen. Algunos de los personajes volverán a aparecer después de 7 años. Hay una escena en la que la mujer del terrateniente intenta justificar las acciones de los crímenes, y su discurso parece sacado de un personaje con ideas de derecha que hacía el humorista Diego Capusotto en uno de sus programas, dejando en evidencia el absurdo. La última parte vuelve a levantar la tensión, con una gran escena que involucra a integrantes del gobierno con las víctimas. Aunque el abarcar mucho puede hacerla despareja, la película tiene un magnetismo que logra que varios momentos sigan en tu cabeza después de verla. Gabriel Piquet
Los tonos mayores
de Ingrid Pokropek / 6 puntos
Ana tiene 14 años, vive en Buenos Aires y, a causa de un accidente, lleva una placa metálica en el brazo. Sus días transcurren como los de cualquier adolescente, hasta que un extraño fenómeno irrumpe en su vida: la placa comienza a emitir pulsaciones, una suerte de música, como si interceptara una frecuencia. En su ópera prima, Pokropek compone un coming of age donde lo fantástico merodea la historia de manera sutil, sin llegar nunca a concretarse. Y es que la aventura que emprende Ana para descubrir la verdad, que la lleva a conocer gente y a recorrer la ciudad como si persiguiera una pista, se entiende como una forma imaginativa de abordar el trance que implica crecer. En su búsqueda, la película va de menor a mayor; al principio le cuesta un poco organizarse, con la historia de Ana por un lado, y la de su papá y una antigua novia por el otro. El registro juvenil con el que arranca, que puede incluso chocar con el tono de sus actuaciones, de a poco va mutando hacia una experiencia donde lo lúdico y lo simbólico se complementan. No es que la película se vuelve de repente adulta, pero al igual que la protagonista, va madurando hacia una zona intermedia, donde algunas cosas quedan definitivamente atrás, y otras aparecen como un desafío. Marcos Ojea
Love at first sight
de Rezo Esadze / 8 puntos
Está bien cuando uno va sin expectativas a ver una película y descubre una obra maestra. Desconocía al director georgiano y su trabajo me pareció una genialidad. El realizador crea una comedia costumbrista con elementos en la puesta en escena que parecen frescos al verla 48 años después. El comienzo, en el cual nos muestra a varios personajes, algunos de ellos familiares entre sí, en una vecindad de tres pisos, es un manual ilustrado de cómo se debe hacer interactuar a mucha gente en un espacio controlado, logrando que se puedan identificar a todos los personajes. Descubrimos las características de cada uno, algunos incluso ayudados por una voz en off que no resulta molesta (otro logro). Hay algo de comedia a la italiana, neorrealismo, algo de nouvelle vague en los personajes adolescentes. Todo este combo mezclado con tradiciones religiosas nos muestra todas las virtudes y miserias de esos vecinos. El personaje principal, que es un joven musulmán que se enamora de una joven bielorrusa, aparece avanzada la película y entra en escena, con un ritmo que muchas de las comedias actuales envidiarían. Podría ser un coming of age, aunque la película es más que eso. Se habla de conflictos políticos, hay ironías hacia ciertas tradiciones. La escena del casamiento arreglado o el sueño que tiene uno de los personajes en el que se realiza el funeral de uno de los vecinos serían claros ejemplos. Una película para disfrutar y descubrir como si fuera un estreno. Gabriel Piquet
Llaki
de Diego Revollo / 6 puntos
El realizador cuenta cómo perdió la audición y tuvo una parálisis facial en el lado izquierdo de su rostro. Esto lo llevó a realizar un viaje a la comunidad lunlaya para ver si puede encontrar una cura a sus problemas. El viaje tiene mucho de espiritual, y se muestran algunos de los rituales que el curandero de los kallawayas ejecuta sobre él, como bañarlo durante la noche en las aguas de un río o hacerlo dormir sobre una hoja de Floripondio. Luego, la misma experiencia la tendrá su padre, que es médico urólogo y padece insomnio. Pasará por algunos rituales para poder dormir más horas. Aquí hay un cruce de ideas entre la medicina occidental o la que nosotros conocemos como medicina que se realiza en los hospitales, con este tipo de medicinas más alternativas (por ponerle un nombre) que buscan curar el alma más que el dolor, como los mismos protagonistas lo cuentan. La película no profundiza tanto en lo que los kallawayas piensan o defienden de su cultura, pero no intenta ser una película etnográfica. Es más bien el viaje espiritual y su impacto en el realizador, no sólo para mejorar sus problemas auditivos, sino para lograr un contacto consigo mismo. Una sanación que no fue sólo física. Gabriel Piquet
Mimang
de Kim Taeyang / 7 puntos
Alguien puede filmar a una pareja durante cuatro años. Luego, esa película condensa ese lapso en una hora y media. El cine es el arte del tiempo, comprime, mastica la realidad para transformarla en ese río de Heráclito, aquel en el que nadie puede bañarse dos veces sin que algo cambie. Lo mismo ocurre con las películas y las ciudades. Podemos mirarlas una y otra vez, pero las imágenes que nos hacemos de ellas se transforman. Mimang habla del tiempo y de la ciudad. Y de dos personajes que se encuentran, se pierden y se reencuentran, caminando por Seúl que, pese a su modernidad, sus carteles, sus incesantes construcciones, no es mirada con desprecio, por el contrario, parece ser un espacio que acompaña, abraza y se convierte en un personaje más. Sólo hay que seguirlos, prescindir del imperativo de una trama y pensar que lo lúdico también nos hace pasar un buen rato aunque esté teñido de tristeza. Cada uno de los tres episodios introduce las acepciones del título: no encontrar el sentido por ignorancia, no poder olvidar lo que se quiere olvidar y buscar por todas partes. Lejos de ser un condicionante, se complementa con los recorridos y las situaciones existenciales. No es sólo la vida que pasa, también una idea de cine. La protagonista está ligada a la actividad y en una de las paradas entramos a una vieja sala con unas pocas personas mirando una película rescatada cuyo final quedó inconcluso. Es una semilla referencial dentro de este viaje donde tampoco nada concluye porque no sabemos siquiera cuál es el principio. Como si se tratara de un eterno presente, los personajes un día se encuentran y a partir de entonces los seguimos. La condición de un instante es reforzada continuamente con planos donde nada nos acerca a lo conclusivo, sea en materia de personajes como de espacios. La ciudad está presente, pero en retazos. No es un mapa, es un laberinto de rincones perdidos y abiertos al azar. Pero no todo se reduce a conceptos. Las películas hay que sentirlas y este viaje, no despojado de cierto ánimo de nostalgia, mantiene bien y con equilibrio su costado empático. Guillermo Colantonio
Mixtape La Pampa
de Andrés Di Tella / 7 puntos
Di Tella ha hecho del documental una herramienta para explorar su propia vida y que, de paso, eso sirva de intercambio entre su experiencia y la del espectador. Su pertinencia, y lo que lo distingue de otros directores, es que logra que eso personal que tiene para exhibir se vuelva universal. No es algo menor entre tanto ombliguismo sin razón que los festivales celebran innecesariamente. Y lo vuelve a lograr en Mixtape La Pampa, una película que más allá de algunas derivas que le restan potencia, es el relato de una amistad en el tiempo, pero fundamentalmente la historia del que no termina de sentirse parte de ninguna parte, todo a partir de la figura de Guillermo Enrique Hudson, un gaucho pampeano que terminó su vida como reconocido escritor británico. El interés en Hudson lo lleva a Di Tella a recorrer varios pueblos de la región, siguiendo un poco la vida de su personaje, pero también su pasión: la relación con las aves y su extensa literatura dedicada a la vida natural pampeana. Y allí aparecen personajes dedicados a actividades que los obsesionan, como ese nonagenario que arma maquetas y que dice que Dios le encomendó esa tarea. Y mientras todo eso pasa, y Di Tella inspecciona su propia relación con el país entre su vida en el extranjero y su regreso con la vuelta democrática del 83, el director viaja y en el viaje escucha ese compilado de canciones de rock nacional que un amigo le grabó. Y allí, en un plano sobre el final donde aparecen unos caballos y se escucha Desconfío de Pappo, la película encuentra esa imagen poderosa como pocas, que la sintetiza de alguna manera abstracta. Mex Faliero
Night walk
de Sohn Koo-yong / 4 puntos
Película silente, planos fijos de diferentes lugares de Seúl, intertítulos en los que aparece un texto poético. Todo esto durante 65 minutos. Se ven arroyos, ventanas de edificios y casas, calles, rutas tapadas por árboles por donde pasan vehículos, la luna, gatos y algunos patos. Me gustaría saber qué es lo vanguardista, qué es lo transgresor de lo que vemos. Esto es lo que se dijo sobre la película antes de comenzar. Lo único que logró romper la monotonía de la película fueron los ruidos producidos por el público, chirridos de las butacas por la incomodidad de estar quietos o tonos de celulares con música irrumpiendo en el silencio, lo que provocó risas. La sala estaba llena al comienzo, pero las personas se fueron yendo a medida que avanzaba. Creo que muchos nos quedamos por respeto al realizador, sólo por eso. Pueden querer vendértelo como una experiencia nueva, pero esto ya fue hecho mucho antes. Gabriel Piquet
No voy a pedirle a nadie que me crea
de Fernando Frías de la Parra / 7 puntos
Puede que el principal mérito haya que buscarlo en su carácter impredecible, que no es lo mismo que dispersión. La trama se construye a partir de la idea de una especie de random e incluye una galería de personajes multiculturales en diversas situaciones, aunque el propio concepto de multiculturalismo aparezca encerrado en el mismo juego satírico de la película. Cómo se llega desde un hombre que encuentra un manuscrito tirado en un contenedor, pasando por unos chicos mirando una película porno (de acá sale el título) en México, hasta el final en Barcelona, sin desbarrancar, es gracias a Frías de la Parra que nos mantiene en viaje siempre y adapta una novela (no menos impredecible) de Juan Pablo Villalobos. Como en todo viaje hay paradas muy divertidas, otras amargas, y algunas que dan ganas de descansar. Y como en toda película/viaje las modalidades genéricas se mixturan. El protagonista kafkiano es Juan Pablo, un estudiante de literatura con un proyecto de tesis sobre el humor, que ha obtenido una beca para estudiar en Barcelona. La primera de las paradojas es que deberá enfrentar un muro de pedantería académica que terminará riéndose de él. La mirada sobre el nicho universitario destroza las poses y la discriminación disfrazada de los catalanes hacia los latinos, pero siempre dentro del marco del absurdo y sin sobrepasarse para caer en la banalidad. La otra paradoja es que el destino de Juan Pablo está determinado como en una tragedia griega, salvo que los dioses de este mundo lo interpretan mafiosos de una organización criminal que lo eligen para cumplir sus propósitos. Esto incluye a su novia Valentina, la principal damnificada y la figura que mejor expresa esta condición de migrante a la fuerza, perdida por las calles de Barcelona sin mucho que hacer, viviendo de prestada en el departamento de un argentino canchero (bastante estereotipado, interpretado por Juan Minujín) y compartiendo una botella de cerveza con otro italiano que vive de prestado. Además, su participación equilibra el eje del tonto aspirante a escritor e incapaz de conectarse con el placer, enredado en la lógica desquiciada de un mundo de colores pálidos. Porque si la realidad es absurda, el mundo académico lo es el doble (en una de las mejores escenas, de las más divertidas, un experto habla de la opresión del falo con una muestra de goma mientras el auditorio observa expectante). Puede que la película en su conjunto se vea afectada por ese mal posmoderno por antonomasia que se llama la anhedonia, la incapacidad o dificultad para expresar el sentir, pero también es interesante reparar en que se pueden referir temáticas propias de un cine latinoamericano saliendo de los lugares previsibles y apostando al azar como principio narrativo, con el respaldo de los géneros que, bien trabajados, nunca fallan. Guillermo Colantonio
O dia que te conhheci
de Andre Novais Oliveira / 7 puntos
Zeca vive junto a un amigo en un departamento de Belo Horizonte. Le pide repetidas veces que lo despierte de cualquier manera, ya que se duerme y llega tarde al trabajo. Al otro día, su amigo no logrará que se despierte. Zeca se levantará tarde y tratará de llegar a su trabajo en una biblioteca escolar a las afueras de la ciudad. Comenzarán una serie de imprevistos y complicaciones. ¿Conocerá el amor? Para empezar, agradecer al director brasileño por haber hecho una comedia con personajes tan humanos que uno se identifica al instante. Escenas largas que no aburren por la dinámica de los diálogos, personajes interesantes y situaciones cotidianas llevadas al humor. Problemas que le pueden ocurrir a cualquiera, todo retratado con un cariño que uno quiere abrazar a los dos protagonistas. La película va generando una historia de amor sin buscar eso, logrando gags constantes con elementos cotidianos. Hay momentos que los diálogos de los protagonistas me hicieron recordar al cine de Eric Rohmer, pero mostrando la periferia de Belo Horizonte. La puesta en escena recuerda al mejor Woody Allen, especialmente la escena en la que los dos protagonistas, la gran Grace Passo y Renato Novaes (hermano del director), hablan sobre los medicamentos que toman para la depresión; sería un deleite para el director neoyorquino. Un cine con identidad regional que puede ser universal. Gabriel Piquet
Otro sol
de Francisco Rodríguez Teare / 6 puntos
La película comienza con un buscador de oro que le cuenta al realizador lo duro que es trabajar en esa profesión, todo el dinero que ganó y cómo se lo gastó. Va en una camioneta hacia un pequeño paraje en el desierto de Antofagasta, y su relato continúa explicando que quiere enseñarle a su sobrino a no cometer los mismos errores que él cometió. También cuenta que el desierto es como una especie de cementerio en donde muchos cuerpos han sido enterrados. Inmediatamente pasamos a dos jóvenes que vagan por una carretera, hablan sobre cómo robar y a quién hacerlo. A un lado del camino encuentran una oreja. En las dos primeras escenas, hay un cruce que se mantendrá a lo largo de todo el relato, el híbrido que genera el documental con una historia de ficción. Aquí, una voz en off explicará un expediente policial de un hecho que sucedió en Cádiz, España, en 1978. Dos jóvenes ladrones chilenos robaron joyas de la catedral de la ciudad y lograron fugarse hasta Chile. Comenzará un ir y venir entre varios personajes interesantes que cuentan historias de robos y nunca dejan en claro cuánto es de fabulación o cuánto es verdad. Es lo más interesante de la película, porque esos jóvenes que vimos en la primera escena irán en busca de un supuesto botín que se encuentra en un grupo de casas en esa zona minera del desierto, donde se encuentra uno de esos ladrones chilenos del robo en España. Todo ese grupo de personajes son interesantes, directos, con jerga de ladrones, desconfiados unos de otros. La película vuelve a tener un giro cuando se actúa cómo los jóvenes chilenos de los 70 robaron las joyas en Cádiz. Al haber escuchado el relato antes, se vuelve redundante, como si una de esas cosas sobrara. Quizás hubiera sido mejor sólo dejar la recreación que hacen en España. Es una interesante ópera prima que tiene ese riesgo constante de pasar de la ficción al documental. Aunque sea imperfecta, la película cumple con todas las expectativas que genera. Gabriel Piquet
Partió de mí un barco llevándome
de Cecilia Kang / 6 puntos
En la nueva película de Kang se hace uso de un recurso habitual del documental contemporáneo: tomar un elemento histórico y relacionarlo con algo personal, como para intentar en esa relación una lectura posible. Partió de mí un barco llevándome aborda sucesos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando mujeres coreanas eran secuestradas y convertidas en esclavas sexuales bajo el eufemismo de “mujeres de consuelo”. Y mira especialmente a una joven coreana que vive en la actualidad con su madre en Argentina, mientras pone en espejo su propia experiencia familiar con aquellos hechos. Por momentos la relación parece un foco forzada y, por otros, cuando descubrimos la historia de su madre a partir de un diálogo donde en cierta forma normaliza la violencia que vivía, luce más pertinente. En lo concreto, Partió de mí un barco llevándome es una película sobre las herencias culturales que ignoramos, pero que residen en nuestro interior inconscientemente. Y es también una mirada sobre el extrañamiento que habita al extranjero, en un juego de idas y vueltas que la directora propone: los coreanos que viven en Argentina, pero a la vez el descendiente de coreanos que se fue a vivir a Corea. Nadie termina de hacer pie en ningún lugar y a la vez se siente parte de todos. El detalle de las golosinas que la protagonista le lleva a su hermano, es una síntesis de esos desacoples culturales que por momentos la película mira con simpatía. Y, en otros, con emoción. Mex Faliero
Pobres criaturas
de Yorgos Lanthimos / 6 puntos
Lanthimos se ha convertido en una especie de Lars von Trier. Los itinerarios son parecidos. Ambos tienen comienzos promisorios de carreras que se muestran estimulantes, incluso asociadas a sus contextos de producción, y progresivamente se van inclinando hacia zonas donde las decisiones estéticas pueden incluirse en los manuales del perfecto impostor. Esto no desmerece las cualidades que hemos aplaudido en esas películas de inicio, pero nos permite mirar de reojo los excesos tramposos de las últimas. Pobres criaturas tiene lo mejor de una etapa y lo peor de la otra: una relectura en clave femenina de Frankenstein, una reelaboración de relatos góticos y una puesta en escena cuya desmesura es absolutamente cambiante y disfrutable; al mismo tiempo, un regodeo personal y una versión “importante” (pero con la misma intrascendencia) de las intenciones de Barbie. El artificio inunda todo en este mundo paródico del afán científico, donde la creación de un experimento tras el suicidio de una mujer se transforma en un bizarro alegato de la independencia femenina. Los excesos le sientan bien a Lanthimos y si la excentricidad de películas como La favorita ya develaba su necesidad de marcar omnipresencia, hay zonas de Pobre criaturas que lo consagran como un campeón del llamado de atención. En semejante propuesta, hay zonas frescas y estimulantes, sobre todo por la gracia de Emma Stone haciendo de una beba en cuerpo de mujer adulta, escupiendo comida, jugando a cortar cadáveres y excitándose cuando descubre el placer. Son actos que se entienden en un marco genérico que se ríe de la moral y la seriedad victoriana. Todo el proceso de descubrimiento del mundo que hace la protagonista es inverso al sufrido proceso del monstruo creado por Mary Shelley. Bella (así se llama la criatura) se escapa de su creador (God) y sale a gozar de la vida en todo lo que tiene de sensitiva, acompañada por un libertino. Despojada de toda moral, vivirá intensamente esa experiencia, pero además hallará un posicionamiento ideológico con respecto al mundo y a los hombres. Entonces, en este tramo, la película cae en un tufillo de oportunismo que se complementa a la perfección con los irritables artilugios de cámara y la autocomplacencia del director. Guillermo Colantonio
Robot dreams
de Pablo Berger / 8 puntos
Dog es un perro que se siente solo y quiere compañía. Compra un robot y lo arma para que sea su amigo/pareja. Vivirán días felices en un verano neoyorkino de principios de los 80. Cuando está por finalizar el verano, irán a pasar un día de playa, un problema hará que el robot quede varado en el lugar y Dog no pueda sacarlo de ahí hasta que vuelva a comenzar el verano próximo. Que la animación nos viene regalando genialidades hace años, no es novedad; esta película se suma a la lista. Cine en su estado más puro. Película sin diálogos, donde todos los personajes son animales y nos recrean esa tan conocida Nueva York de los 80 con todos los estereotipos que el cine de esa década nos regaló. Las marcas emblemáticas aparecen durante todo el film, llevándonos constantemente a la cultura pop que tanto identificamos. La música es otro de los puntos fuertes; el tema September de Earth, Wind & Fire es el leitmotiv emocional que pasa por todas las formas de interpretación. El nivel de imaginación y creatividad estalla en cada uno de los sueños que los dos personajes van teniendo; sobresalen el homenaje al cine musical clásico donde aparecen unas margaritas que bailan y zapatean. Otro momento de lisergia gloriosa es la escena en que Dog, buscando un nuevo amigo para tratar de olvidar/suplantar al robot, persigue a un muñeco de nieve que él mismo creó y termina jugando al bowling junto a él. (ALERTA SPOILER)… Como toda película de animación, tiene ese momento triste en que uno no puede contener las lágrimas. Y está al final. La amistad, el amor, los momentos vividos en los que uno fue feliz, querer reencontrarse y lo más difícil, soltar. Esto sería lo que a uno le sucede cuando ve la película: no la quiere dejar ir, quiere que siga a su lado para siempre. Gabriel Piquet
Seagrass
de Meredith Hama-Brown 6 puntos
Un lugar común (un matrimonio en crisis), otros temas de actualidad (la diversidad cultural y la intolerancia solapada de clases, la maternidad) y un abordaje que, si bien propone zonas de intensidad, parece estar condenado a la repetición y al cálculo. La apertura de Seagrass hace honor a un inmenso mar iluminado mientras dos hermanitas juegan al costado de un barco. La luz y el canto contrastan con los rostros de hastío de sus padres. Esta es la carta de presentación: un viaje con la intención de despertar algo apagado. Si hay un tema que transitaremos a lo largo de esta travesía es la imposibilidad de conexión emocional y la prueba irrefutable que los problemas se arrastran por más que se lleven a un lugar paradisíaco para hacer algo así como retiro de parejas. Judith y su marido se encuentran en una encrucijada, no pueden con sus vidas e intentan que esto no afecte a sus hijas. Ella tiene una historia familiar, con duelos incluidos; de él sabemos poco y lo vemos más pendiente de la televisión que de otra cosa. No obstante, no sólo del matrimonio como un ecosistema frágil habla la película. También la fragilidad recorre el mundo de las niñas, distanciadas por edades con intereses diferentes. La más pequeña demandará atención, sentirá el vacío y la soledad como su madre y el fantasma de la abuela hará sentir su presencia. Varios momentos de enrarecimiento son creados desde encuadres subjetivos como para que advirtamos algún tipo de experiencia sobrenatural. Son los más interesantes cinematográficamente. Luego, la niña más grande experimentará los cambios en su cuerpo, los primeros roces comunitarios y el descubrimiento de un mundo que no se muestra divertido cuando la discriminan por su descendencia japonesa. Mientras tanto, los adultos se involucran en ejercicios de terapia que no siempre salen bien y encuentran en otra pareja el espejo en el cual quisieran verse reflejados (sobre todo Judith), aunque la felicidad que derrochan simula estar más bien empaquetada. Seagrass está a mitad de camino entre el drama convencional ya visto en reiteradas oportunidades y un enfoque personal, por momentos, que confirma la habilidad observacional de su directora para sostener la tensión a base de silencios, llantos contenidos, palabras guardadas y deseos reprimidos. Película de veladores prendidos y preguntas incómodas donde lo privado (ser madre) y lo cultural (la identidad japonesa/canadiense) se conjugan en el cuerpo de una mujer que no puede con su vida, con su rutina, con su ansiedad y con sus miedos mientras su marido acompaña. Si algo transmite bien la película es ese sopor, esa incomodidad, a pesar de que el efecto final sea de estiramiento. Guillermo Colantonio
Shayda
de Noora Niasari / 7 puntos
Australia, 1995. Shayda vive junto a su hija Mona en un refugio para mujeres, al que llegaron luego de que ella fuese atacada por su marido. En esa casa, mientras convive con otras mujeres en tránsito hacia un futuro mejor, la protagonista intenta que su vida no se derrumbe. Hace malabares entre la maternidad, su carrera, la presencia acechante de su ex (a quien debe ver todas las semanas, para que comparta tiempo con su hija), y su propia existencia como mujer iraní en un país extranjero. La cámara de Niasari registra todo esto favoreciendo la intimidad de sus personajes, con planos cerrados que dan cuenta tanto de la asfixia como de la contención. En una historia que fácilmente podría caer en el golpe bajo, la directora elige construir a partir de la cotidianeidad. Destaca las charlas, los juegos, los momentos de diversión, y se permite detenerse en la posibilidad de un nuevo amor para Shayda, abordado con encanto y sutileza. Claro que no escapa ni al horror ni a la tragedia, personificada gradualmente en ese hombre terrible que es el padre de Mona. Y que no es otra cosa que la demostración del machismo imperante en la sociedad iraní. A raíz de este personaje, la película realiza el que quizás sea su movimiento más audaz. En lugar de mostrarlo desde el vamos como un monstruo (a pesar de que va por ese camino), lo muestra como un tipo, un padre al que su hija quiere seguir viendo. Sobre esa idea, la de que a pesar de todo sigue siendo el padre de la niña, Shayda elabora su dimensión menos predecible, más contradictoria, polémica y, también, más humana. Marcos Ojea
The Georgian Chronicle of the 19th Century
de Aleksandre Rekhviashvili / 7 puntos
Un joven estudiante regresa a su casa en el bosque. Volvió para entregar un pedido de los lugareños. Quieren evitar que una empresa tome las tierras y el bosque en donde viven. La película está filmada al estilo del cine ruso de la época; los interiores se ven artificiales y la puesta en escena parece más teatral. Algo que notamos es que no se filman los techos de las habitaciones. Es interesante observar todos los momentos kafkianos en los que el joven estudiante enfrenta la burocracia estatal. Hay un personaje femenino joven que interactúa mucho con el estudiante; resulta intrigante porque su presencia parece fantasmal. Sus apariciones están filmadas de manera que generan dudas sobre lo real que es, a pesar de que los otros personajes la vean o hablen de ella. En toda la parte final de la película, hay un uso del espacio más abierto y el bosque se convierte en un personaje más. Este fragmento del film, en términos de fotografía, me recordó a La fuente de la doncella de Ingmar Bergman. Otra película interesante para redescubrir. Gabriel Piquet
Tierra de nuestras madres
de Liz Lobato / 5 puntos
Curiosa pequeña película dirige Lobato, acerca de una anciana que aguanta, tozuda como una cabra, los cambios que produce el avance de capitales internacionales que amenazan con terminar con el modo de vida de un pequeño pueblo rural en La Mancha. La directora apuesta por un relato con humor y corazón, echando mano de la sátira para representar las peculiaridades de esos sujetos que habitan un espacio detenido en el tiempo, pero sin olvidarse de rescatar lo que de conmovedor hay en su impulso por sostener una forma de vivir. El regreso a lo que acá en Argentina llamaríamos un cierto costumbrismo tiene su encanto, pero la película no termina de funcionar del todo. Pareciera que, en el código tan particular y algo anacrónico que plantea corre el riesgo de perder al espectador. Y, si es el caso, la experiencia de visualizarla se vuelve por momentos algo tediosa y su narración un tanto endeble. Franco Denápole
Ubu
de Paulo Abreu / 6 puntos
Pocas veces se da que las mismas razones pueden funcionar para halagar o ignorar una película. Todo depende del punto de vista y de la idea de cine que uno defienda. La adaptación cinematográfica que Abreu hace de la clásica obra de Alfred Jarry se presenta como un potente cuadro expresionista, su iluminación es notable y los movimientos de cámara se esfuerzan por ser moderados y hallar los encuadres perfectos dentro de un formato en 4:3. Para algunos esto puede que represente un deslumbramiento, una excusa para creer fervientemente que las películas hay que verlas en el cine para advertir sus atributos técnicos; para otros, la corrección estética aleja. Tomando una posición intermedia, la sensación que me dejó es la de una propuesta donde el gesto diletante seduce, pero es difícil encontrar el alma. Ubu enfatiza la dimensión satírica acerca del poder y tiene en claro que no necesariamente se debe ser respetable con la fuente literaria. En este sentido, el humor corrosivo es un condimento más y funciona bien por momentos, además de la dinámica gestual de quienes sostienen los roles con un descaro que se potencia bien en pantalla, pero que no logran ocultar el fantasma teatral de base. Cabría considerar, por último, la interpretación que se le asigna a la reposición de un clásico en determinados contextos. Abreu confiesa haber pensado en Trump, Bolsonaro y Kim Jong Un. Aquí también las aguas se dividirán y cada quien llevará harina para su propio costal. Si la historia de Alfred Jarry es una sátira de las mentiras en la Edad Moderna, hoy el saco de la ridiculez y el abuso del poder se lo pueden poner unos u otros en este mundo desquiciado de informaciones cruzadas y de hoguera de vanidades. La ambición de poder y la frontera que debe cruzarse para estar dispuesto a todo arrastra más disfraces de lo que se cree. Guillermo Colantonio
Un homme est mort
de Olivier Cossu / 8 puntos
Dentro de la escasez de largometrajes animados de este año en el Festival, hay dos que destacan por su muy buen nivel: Robot dreams, de Pablo Berger, y Un homme est mort, de Cossu. Está última cuenta una historia breve y llana: el día a día y las dificultades de una comunidad de obreros en la ciudad francesa de Brest en los ‘50. En sus primeros minutos, la trama hace un pequeño pero significativo cambio, sugiriendo que la historia girará en torno a un personaje para luego virar y focalizarse en lo que muchas otras películas sería un secundario, tal vez hasta un comic relief. La película encuentra, entonces, su punto de vista, y la mirada del joven sensible tiñe lo que está por venir: la filmación de un documental acerca de la muerte de un compañero, el duelo de su círculo íntimo, el nacimiento tímido de un amor. Lo que el largometraje de Cossu hace de forma excelente es la invocación de un sentir colectivo, un “ethos”, un sentimiento de comunión emocional. Franco Denápole
Un pájaro azul
de Ariel Rotter / 7 puntos
Formar una pareja, tener una casa, buscar un hijo. Es parte de un combo que suele venderse como una cajita feliz, sin embargo, la distancia que existe entre las intenciones y la concreción puede transformarse en un camino largo y sinuoso. Cada uno de los tres segmentos de la película está encabezado por ideas modélicas: el hijo, el padre, la madre. Son referencias, horizontes de llegadas, pero en el medio hay seres humanos, conductas y mucha vulnerabilidad. Javier y Valeria hace años que están juntos. Lo sabemos a partir de algunos datos concretos, sin explicaciones redundantes. El bebé no llega, pero tampoco parece ser la solución para desterrar las sombras personales y de pareja, porque el paso del tiempo corroe las entrañas de una relación. Tampoco una casa nueva garantiza nada, sobre todo si uno arrastra la existencia, sea en el trabajo como en la intimidad. La primera escena los encuentra desnudos. No se muestra el acto sexual en sí, sino el ejercicio posterior para intentar el embarazo. No es un dato al paso, y no hace falta aclarar que, cuando la pasión deviene en obligación pautada, algo inevitablemente se rompió. Sólo hace falta que surja ese indicio que pone en crisis el presente. El factor detonante es Valeria, una compañera de trabajo de Javier, quien le confiesa estar esperando un hijo de él luego de un polvo en una feria del libro en Mendoza. Es ahí cuando la película absorbe definitivamente el punto de vista de un hombre cuya existencia se derrumba. Sin embargo, Rotter no juega a ser Bergman ni a quedarse prendido del drama doméstico. Los problemas de conciencia, el remover aspectos dolorosos del pasado y enfrentarse a los propios fantasmas no excluyen el humor en sordina que la película trabaja acertadamente. Lejos de fomentar los estallidos de furia y los reclamos de las típicas escenas de un cine anquilosado, Rotter encuentra un tono y un ritmo que hermanan a Un pájaro azul con ciertas zonas del cine de Eric Rohmer o aquellas películas musicales de corte indie, a partir de la amabilidad con la que fluyen las situaciones. Barajar y dar de nuevo. Nada es perfecto. A veces un detalle implica un deslumbramiento, una revelación. Guillermo Colantonio
Vera y el placer de los otros
de Romina Tamburello y Federico Actis / 5 puntos
Vera es una adolescente de 16 años que va a la escuela y juega como base en un equipo de vóley. Su actividad extracurricular es bastante particular: su madre se dedica alquilar departamentos y Vera le roba las llaves de uno de ellos. El departamento está bastante venido a menos, la joven lo subalquila a parejas por hora para que tengan sexo. En esa efervescencia sexual que está teniendo, se queda escuchando tras la puerta cómo las parejas tienen sexo. Una de las parejas que van al departamento terminará siendo su nueva amiga. Todo sucede luego de que la joven quede shockeada al ver a su madre y al mejor amigo de su padre teniendo sexo en el departamento que ella usa para sus ganancias. La película recorre el camino de muchas de esas películas de adolescentes que está cargada de escenas de sexo, más comunes en el cine de Europa y EE.UU., no tanto en el cine argentino que no es propenso a mostrar esto salvo algunas excepciones como El amor: primera parte. Al principio la película funciona porque uno quiere saber hasta dónde llegará Vera, pero al resolverse ese conflicto todo termina en una anécdota y queda medio lavado lo que sería el tercer acto del film. La situación familiar se ve venir, principalmente lo que ocurre con la madre. El personaje del padre está poco desarrollado, sucede lo mismo con algunas de las amigas que daría para que interactúen más. Algo para rescatar es la buena banda de sonido. Gabriel Piquet
Where the devil roams
de John Adams, Toby Poser y Zelda Adams / 6 puntos
La nueva película de los Adams (productores, directores, escritores, actores y encargados de la música de todos sus films) resulta ser un abordaje del terror que se funda muy lejos de lo que se suele ver, tanto en el indie como en el mainstream. Un pariente posible, sin contar sus dos Halloween, sería el cine de Rob Zombie, que con todas sus fallas intentó un universo propio. La propuesta de los Adams, aún en construcción y todavía con problemas que resolver, persigue un objetivo afín. En este caso, con una estética videoclipera, deudora del new metal de principios del 2000, que acompaña el recorrido de sus personajes, en una Norteamérica rural de principios del Siglo XX arrasada por las secuelas de la guerra. La familia protagónica (papá, mamá e hija) son parte de una feria itinerante, con un espectáculo menor y pocas expectativas de supervivencia. Luego de algunos sucesos que conviene no adelantar, comienzan un camino regado de sangre, marcado por una serie de asesinatos y un vínculo con la magia negra, pacto con el diablo incluido. Como el cine de estos realizadores es declaradamente independiente, hay cuestiones técnicas que se resienten, pero de alguna manera consiguen que estas limitaciones operen a su favor. El espectador abraza la apuesta clase B y se deja llevar por el ritmo espeso que practican los Adams. Un terror que no apela al susto sino más bien a la incomodidad, con atmósferas opresivas y un logrado trabajo artesanal para retratar cada una de las muertes. Si bien todavía no les llegó su obra maestra, el compromiso con el género que los Adams cultivan en cada film, es suficiente para que el interés por lo que vendrá se mantenga encendido. Marcos Ojea
Yannick
de Quentin Dupieux 7 puntos
En un auténtico teatro parisino ubicado en el distrito 10 se está representando una comedia. Sin estar la sala colmada, algunas risas pasajeras parecen legitimar el duelo dialéctico en el escenario, sostenido por una pareja cuyo marido se entera de que es cornudo. La mujer le dice que es amor platónico. El amante sale del baño. Mientras asistimos al momento culminante, un joven en el público interrumpe para quejarse de lo mala que es la obra. Yannick -así se llama el muchacho- trabaja como vigilante nocturno y considera que ha hecho un gran esfuerzo en su franco para distraerse un rato, y en cambio le ofrecen una verdadera porquería que no entretiene a nadie. Su irrupción pronto se convierte en un absurdo juego de roles: ahora será él con un arma quien ponga las reglas. No sólo escribirá la obra y mantendrá a todos como rehenes, sino que deberán interpretarla. La irrupción de Yannick, siempre trabajada desde el registro de la comedia, permite develar algunos temas que rozan lo patológico y lo social, pero lo más interesante es el timing de Dupieux y cómo con el tiempo justo ofrece una especie de boceto de película disfrutable al máximo. El humor es una vía posible para interpelar, para ofrecer una mirada sobre el mundo y su vulnerabilidad, no sólo por un loquito capaz de tomar rehenes en un teatro e interferir sobre una obra, sino por la imagen final, que mucho tiene que ver con esas decisiones. Por otro lado, y tal como lo confirma en Daaaaaali! (proyectada también en esta edición del Festival), hay un planteo -no solemne- sobre el lugar del arte, quiénes lo legitiman y desde qué lugar, pero siempre con espíritu lúdico. Guillermo Colantonio
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