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El rapto

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Daniela Goggi
Guión: Andrea Garrote, Daniela Goggi, basadas en el libro de Martín Sivak
Intérpretes: Rodrigo de la Serna, Julieta Zylberberg, Jorge Marrale, Germán Palacios, Andrea Garrote, Carlos Garmendia, Andrew Danish
Fotografía: Fernando Lockett
Montaje: Eliane Katz
Música: Pablo Borghi
Duración: 95 minutos
Año: 2023


7 puntos


SE QUIEBRA Y SE ROMPE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El “Caso Sivak” es uno de esos casos que invocan necesariamente a la década de 1980, a noticias constantes en los medios y a una acumulación de misterios. Una familia de exiliados que regresa a la Argentina luego del reinicio democrático de 1983 para encontrarse con una pesadilla tan espesa como el pasado que, supuestamente, se dejaba atrás. Una historia que sintetiza perfectamente aquel concepto de “mano de obra desocupada” con el que se identificaban a personajes vinculados con la policía y fuerzas de seguridad que habían colaborado con la dictadura argentina y que, en la primavera alfonsinista, se ganaban unos miles de pesos secuestrando gente, especialmente empresarios. Los Sivak habían tenido vínculo con el Partido Comunista y eran dueños de una financiera bastante reconocida. Y el secuestro y muerte de Osvaldo, uno de los hijos de Samuel Sivak, fue una suerte de bisagra, no sólo para el país sino para la propia familia: Pablo, su hermano, y quien negoció durante años la recuperación de Osvaldo, terminó suicidándose en 1990 agobiado por la situación. El rapto se basa, entonces, en el libro El salto de papá, que Martín, hijo de Pablo y sobrino de Osvaldo, escribió para reparar de alguna forma ese pasado y la relación con su padre. Pero El rapto es y no es la historia de los Sivak. Adapta el libro, pero lo hace libremente, sobre todo por una interna familiar que casi da por tierra con la producción de esta película, y que llevó a modificar nombres (ya no son los Sivak, sino los Levy) y situaciones.

Este primer párrafo oficia de contexto, de la misma manera que la película se vale de textos previos y posteriores para encuadrar la historia que vamos a ver. Y que será la del secuestro de un integrante de una familia poderosa en el marco de los primeros años de la democracia recuperada. Si el libro es el relato de un hijo que recuerda a su padre, la película lo que hace es reconstruir esa evocación, tratar de completar los espacios vacíos que exceden a la figura de ese padre, esposo, hermano e hijo que se involucra hasta el límite de su propia salud mental para intentar dar con el paradero de su hermano. Es bien cierto que la película parece funcionar por fuera de ese contexto de época que los textos remarcan, pero también sería imposible sin ese contexto en que el poder político parecía todavía (¿todavía?) derrotado por un poder real que operaba entre las sombras. Lo que hace Daniela Goggi, directora y guionista junto a Andrea Garrote, es inspirarse en el libro y en el caso real para bordar un thriller político, que es más un thriller dramático y psicológico antes que un policial de tiros y persecuciones. El rapto es uno de esos relatos que toman la lógica de su protagonista y nos asfixia entre planos que aprisionan a ese tipo que se va quedando sin alternativas.

Sólido como thriller y riguroso desde lo dramático, El rapto se vale de una actuación concentradísima de Rodrigo de la Serna. Y si bien es cierto que el elenco es interesante y hay momentos para el lucimiento de cada uno, la presencia de De la Serna logra ser todo lo magnética que la película precisa. Es a través de su corporalidad que vamos entendiendo el lugar en el que se metió el personaje, incluyendo unas últimas secuencias de gran melancolía, cuando no encuentra escapatoria a lo que le ha sucedido. Es cierto que por momentos su trama cuasi policial parece desentenderse del contexto político y eso la vuelve un thriller más, sin mayor novedad, pero cuando recupera la memoria y logra imbricar fondo y forma, alcanza momentos de gran lucidez, especialmente todos aquellos que se encierran en la vida cotidiana de los Levy y esa convivencia con una violencia institucional que progresivamente va perdiendo su costado más siniestro hasta volverse normal y cotidiana. Y en esa derrota del personaje, una derrota universal, la de una sociedad, que no sólo se quiebra, sino que además se rompe. Y todavía estamos juntando los pedazos.


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