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Las Tortugas Ninja (1990)



HÉROES DE LA TRANSICIÓN

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Mucho se está hablando de las dificultades que está afrontando el cine de superhéroes en los últimos años, a partir de cierto agotamiento que experimenta Marvel y la crisis sistémica que padece DC. Pero vale la pena recordar que, entre fines de los ochenta y principios de los noventa, el género estaba en una transición muy problemática. Si bien es cierto que en 1989 se había estrenado el Batman de Tim Burton con gran éxito, pero también que la saga de Superman había quedado muerta luego de su cuarta entrega y que los distintos intentos de Marvel (distintos films de Spider-Man, Hulk, Punisher y Capitán América) habían sido fracasos rotundos. En ese contexto, el rotundo suceso de Las Tortugas Ninja fue toda una sorpresa y, al mismo tiempo, un signo de los tiempos.

No hay que olvidarse de que Las Tortugas Ninja ya era una historieta y una serie de dibujos animados con una popularidad considerable, pero estaba lejísimo de la notoriedad de otras propiedades. Por eso el proyecto impulsado por Gary Propper, Kim Dawson y Bobby Herbeck (este último coautor del guión) fue rechazado por todos los estudios principales, que no le veían viabilidad alguna, y solo tuvo el respaldo inicial de la compañía Golden Harvest, que aportó algo de financiamiento. Recién cuando un estudio de segunda línea, como era New Line Cinema, puso el dinero que faltaba, se pudo concretar, aunque con varias limitaciones presupuestarias. Y eso se nota en una película cuyo mayor activo de producción era el aporte de la compañía de Jim Henson.

El film de Steve Barron se muestra consciente de que no puede ser un tanque como Batman, con el que establece un diálogo un tanto distante, más que nada a partir de la presentación de una urbe decadente, donde el crimen prevalece, las autoridades son cómplices o inútiles, y el periodismo es el único aliado posible de los héroes. Las Tortugas Ninja es primero que nada una comedia coral, que se recuesta en el carisma de sus cuatro protagonistas, capaces de interpelar a la audiencia a partir de su mirada juvenil innata. De hecho, la narración, que funciona como el típico cuento de origen, apela a una economía de recursos incluso en el diseño de los villanos: Tatsu es su rostro imperturbable y no mucho más, mientras que Schredder es pura máscara y recién en los últimos minutos revela tanto su pasado como sus motivaciones.

Todo lo referido a los superhéroes está a la vista en esa película claramente independiente que es Las Tortugas Ninja, con una escala diminuta y humilde. Desde el origen traumático hasta el proceso de aprendizaje y consciencia de los poderes, pasando por el trabajo grupal, el diálogo entre lo humano y la otredad, el antagonista con ambiciones de dominio total y el mentor que funciona como figura paterna. A la vez, hay una búsqueda por replicar el humor que bordeaba los límites entre lo infantil y la adultez que caracterizaba a Los Cazafantasmas. Indudablemente, es un film pensado para conectar con el público infantil (lo cual logró en toda forma), pero con un andamiaje que no esquivaba algunas dosis de violencia, que incluso generó quejas de muchos padres bastante idiotas.

La aventura mínima y con una comicidad casi ingenua -que hasta se permitía a un improbable Elias Koteas como un experto en artes marciales que se aliaba con los protagonistas- propuesta por Las Tortugas Ninja luce un tanto envejecida vista a la distancia. Pero lo cierto es que en su momento fue efectiva y tuvo un éxito arrollador porque conseguía conectar apropiadamente con un momento de transición en Hollywood, que recién se estaba animando a pensar una nueva era de superproducciones basadas en cómics. La historia de Leonardo, Raphael, Michelangelo y Donatello, a su manera, afirmaba que lo relevante eran los personajes y sus conflictos, y no tanto el diseño de producción. Algo, por cierto, bastante meritorio, que luego se perdería en entregas posteriores, donde la autoconsciencia excesiva llevó a la franquicia a perder el rumbo.


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