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Bird box: Barcelona

Título original: Ídem
Origen: España 
Dirección: David Pastor, Àlex Pastor
Guión: David Pastor, Àlex Pastor
Intérpretes: Mario Casas, Georgina Campbell, Diego Calva, Naila Schuberth, Alejandra Howard, Patrick Criado, Celia Freijeiro, Lola Dueñas, Gonzalo de Castro, Michelle Jenner, Leonardo Sbaraglia, Abdelatif Hwidar, Manel Llunell, Carolina Meijer
Fotografía: Daniel Aranyó
Montaje: Martí Roca
Música: Zeltia Montes
Duración: 112 minutos
Año: 2023
Plataforma: Netflix


4 puntos


THE WALKING BLIND

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Recuerdo que las primeras temporadas de The walking dead la revelaban como una serie muy atractiva a pesar de estar constantemente al borde del descarrilamiento dramático. Su escenario post-apocalíptico era la excusa perfecta para el despliegue de toda clase de situaciones y eventos terribles, a los que sostenía con personajes complejos y potentes, con cuyos recorridos era fácil empatizar. Eso alimentaba una lectura política que a veces podía ser un tanto arbitraria, pero que no sonaba forzada y sí verosímil. Además, era capaz de presentar villanos temibles, a los que era fácil odiar. Claro que, progresivamente, la profusión de tramas y subtramas, el estiramiento de los conflictos (cortesía de temporadas muy largas) y un creciente miserabilismo la hicieron entrar en decadencia.

Digo todo esto porque en Bird box: Barcelona -spinoff de Bird box: a ciegas, el mediocre film protagonizado por Sandra Bullock- noto elementos de esa serie, pero más que nada de su segunda (y peor) etapa. Es decir, un gran despliegue de producción que sirve de marco para un cuento más moralista que moral, que fuerza las acciones de los personajes para decir algo “importante” sobre el mundo. Su historia, que pretende ser de caída, aprendizaje y redención, está lamentablemente repleta de esquematismos, con varios giros que se ven venir a la distancia. En eso, pareciera no aprender nada de su predecesora y repite errores en la configuración de los personajes, que se ven relegados por las imposiciones discursivas.

Aquí, en vez de una madre, tenemos a un padre como centro del relato: se trata de Sebastián (un esforzadísimo Mario Casas), que perdió a su esposa al comienzo de la llegada de unas misteriosas entidades que aniquilaron a la mayoría de la población y que obligaron al resto a vivir a ciegas; y luego a su hija, cuya presencia cuasi espiritual lo sigue a todos lados. En su recorrido por una Barcelona arrasada, terminará topándose con un grupo de supervivientes integrado, entre otros, por una joven estadounidense, una niña alemana y una pareja de ancianos, uniéndose a ellos para tratar de llegar a un refugio que luce casi inexpugnable para los invasores. Aunque claro, el camino no será fácil y no solo porque hay toda clase de obstáculos -tanto alienígenas como humanos-, sino también porque el propio Sebastián esconde algunos secretos de su pasado que pueden ser letales para él mismo y los que lo rodean.

El relato que configuran los guionistas y directores David Pastor y Àlex Pastor busca fusionar el thriller con la road movie y el drama íntimo, con un protagonista ambiguo en sus comportamientos y cuya conflicto personal crece a partir de la interacción con los demás personajes. El cuadro se completa con la aparición de un villano (Leonardo Sbaraglia en piloto automático) con motivaciones claramente religiosas y acciones despiadadas. El problema es que la ambigüedad nunca se hace realmente presente porque no hay personajes, sino estereotipos representativos de determinadas conductas humanas. Los hermanos Pastor quieren replicar la fábula social de Bird box: a ciegas y en un punto lo logran, porque caen en el mismo nivel de superficialidad, lo cual conduce a una narración harto predecible, donde cada giro se ve venir a la distancia.

Cada integrante del reparto de Bird box: Barcelona está, inevitablemente, para decir o mostrar algo sobre un tópico determinado, sea el matrimonio, la paternidad, el amor, la religión, el poder, etcétera. Y siempre lo que se transmite es entre obvio y facilista. Por eso los únicos momentos interesantes son los que no descansan en las palabras o las gestualidades explícitas, sino en la fisicidad, el movimiento y el retrato de una urbe tan vacía como hostil. Pero claro, los monólogos sentidos y explicaciones de cada cosa que sucede abundan en un film vacuo, que roza el aburrimiento.


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