Patricio Beltrami
La escasa repercusión del lanzamiento de Agente Elvis en Netflix resulta llamativa no sólo porque se trata de una historia avalada por la familia del Rey del Rock & Roll. De hecho, su ex esposa Priscilla es co-creadora, productora ejecutiva y aporta la voz para su caracterización animada, que particularmente se trata de uno de los personajes que posee mayor incidencia sobre el protagonista. Otra cuestión que podría haber dotado un mayor interés en el estreno de la serie fue que su llegada a la plataforma se produjo dos meses después de la muerte de Lisa Marie Presley, única hija de Elvis. Sin embargo, esta apuesta se encuentra alejada de las biopics y miniseries basadas en hechos reales y filtradas por las familias y herederos que se han lanzado durante la última década sobre las estrellas de la música (Rapsodia Bohemia, Sandro de América, Rocketman, entre otras). Si bien la supervisión de la familia resulta notoria en Agente Elvis, John Eddie y Priscilla Presley desarrollaron un relato basado en una premisa: ¿Qué habría ocurrido si Elvis hubiese sido un agente secreto de inteligencia? En ese marco, la serie inicia con el famoso especial de la Navidad de 1968. Luego de que Elvis brindara un show digno de sus mejores años ante las cámaras de televisión, una agencia secreta lo recluta para luchar contra los villanos de la época y, posteriormente, contra una gran conspiración que lo afecta personalmente. A lo largo de ese recorrido, la estrella comienza a padecer una serie de recuerdos vinculados a su paso por el ejército y, además, explican sus habilidades en materia de lucha y uso de armas. Si bien cada episodio de la temporada es autoconclusivo, desde la misión ambientada en Woodstock empieza a encadenarse la historia central. Durante toda la temporada, Elvis y su equipo llevan a cabo misiones que se relacionan con los grandes sucesos y figuras históricas de finales de la década de 1960 (Guerra de Vietnam, llegada del hombre a la Luna, movimiento hippie, psicodelia y Flower Power, Richard Nixon y Panteras Negras, Charles Manson) con referencias a la cultura popular y los artistas de la época (The Beatles, Cultura Pop, 2001: Odisea del espacio, George Clinton, feminismo). Lógicamente, la comedia prevalece en este relato, que además posee altas dosis de acción e intriga. Pero el problema de Agente Elvis es que no luce en ninguno de estos géneros. Desde el inicio, se apunta a un humor que oscila entre lo (excesivamente) canchero, lo chabacano (de forma abundante) y lo ridículo, aunque en diez capítulos pocos gags o secuencias producen el efecto cómico deseado. Llamativamente, esta falencia se atenúa llegando al final de la temporada. En tanto, las misiones de espionaje son entre correctas y discretas, presentando a un Elvis que configura una suerte de James Bond desexualizado porque el Rey, por sobre todas las cosas, era un hombre de familia y fiel en el mundo ideal que construye Priscilla. Igualmente, ciertos aspectos biográficos asoman en la superficie, como las prolongadas ausencias de Elvis en su hogar y la introducción de El Comandante, el turbulento y manipulador jefe de los espías que emula al Coronel. Finalmente, si la serie no lucía desde lo narrativo tampoco lo hace desde el aporte que brinda el reparto de voces encabezado por Matthew McConaughey (Elvis), Don Cheadle (El Comandante), Johnny Knoxville, Jason Mantzoukas o Ed Helms. Quizás los mejores aspectos de esta serie animada sean, por una parte, ciertas secuencias de acción perfectamente musicalizadas con varias de las grandes canciones de Elvis y, a su vez, la decisión de mostrar, en clave de ficción, que detrás del mito del Rey había un hombre que padecía traumas, errores y las consecuencias de sus malas decisiones. Quizás con una dosis de honestidad y humanidad mucho más alta que las biopics que la industria ha celebrado durante la última década.
–Los diez episodios de la primera temporada de Agente Elvis están disponibles en Netflix.
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