Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
La cuarta y última temporada de Manifiesto (que pudo realizarse gracias al rescate de Netflix, luego de la cancelación por parte de la NBC) resumió en buena medida las virtudes y defectos de la serie. Si el final de la tercera entrega, con algunas vueltas de tuerca un poco excesivas en su regodeo con la tragedia, parecía poner al relato al borde de lo verosímil en su búsqueda de mantener la atención del espectador, la cuarta parte redobla la apuesta y en algunos pasajes queda ahí nomás del descarrilamiento narrativo. Más aún porque esta temporada es la más larga de todas: veinte episodios en total, divididos en dos tramos que se estrenaron con algunos meses de diferencia (los diez primeros el 4 de noviembre del 2022, los otros diez el 2 de junio de este año), porque, al fin y al cabo, Netflix siempre necesita más contenido. Fue notorio el estiramiento de algunos conflictos, como la obsesiva búsqueda emprendida por Ben (Josh Dallas) de su hija Eden, que fue secuestrada por Angelina (Holly Taylor); o las investigaciones y dilemas éticos que atraviesa Cal (Ty Doran), ahora crecido y oculto. Hay muchos personajes y quizás demasiadas subtramas, y la estructura narrativa procura darle espacios de desarrollo a todos, lo cual no está mal, pero somete a la serie a una dispersión un tanto cansadora. Eso sí, el último capítulo de la primera mitad, Inversion Illusion, aún con sus arbitrariedades, deja bien asentada y clarificada una carrera contra el tiempo y un escenario apocalíptico, que trasciende a los pasajeros del avión 828 y que incluye a toda la humanidad. Por eso la segunda parte de la temporada, que no deja de tener unos cuantos giros innecesarios, ya posee un rumbo más claro y un ritmo más vigoroso, donde las explicaciones y hallazgos van de la mano del movimiento. También, es innegable, hay remarcaciones que acercan a la serie a un discurso entre religioso y espiritual cuasi new age y de trazo grueso, pero la creación de Jeff Rake encuentra ese espacio justo entre la convicción temática y la autoconsciencia de lo disparatado, que hace que todo sea bastante digerible. Y, principalmente en el último episodio, Final Boarding -que, convengamos, incluye una secuencia con una representación de la Muerte tan esquemática como hilarante-, se le da el cuidado apropiado a lo más importante, que es camino afectivo recorrido por los protagonistas. Por eso algunas historias que atravesaron a toda la serie, como como el vínculo amoroso entre Michaela (Melissa Roxburgh) y Jared (J.R. Ramirez); o el lazo afectivo entre Ben y Saanvi (Parveen Kaur), además de todos los vaivenes atravesados por la familia Stone, tengan clausuras coherentes e incluso conmovedoras. De ahí que el último giro y la clausura de Manifiesto, por más que pueda calificarse como “feliz”, no deja de transmitir una gran melancolía. Es cierto que esta última entrega lució excesiva en su duración y despliegue, y que podría haber tenido resoluciones más económicas y concisas. Aún así, constituyó un cierre más que digno para una serie despareja y a veces demasiado enredada, pero bastante interesante y atrapante.
-Los veinte episodios de la cuarta y última temporada de Manifiesto están disponibles en Netflix.
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