LOS RIESGOS DE LA REESCRITURA
Por Rodrigo Seijas
Creo que todavía no soy tan viejo, pero en los últimos treinta años, aún con este cine cada vez más distanciado de la aventura, ya vi en los cines por lo menos tres adaptaciones de Los tres mosqueteros, además de El hombre de la máscara de hierro, que adaptaba una historia derivada de las novelas de Alejandro Dumas. Razones no faltan: el relato es prácticamente inoxidable, con personajes estupendos y una construcción que combinaba a la perfección una multiplicidad de tonalidades y discursos. Ahora bien, de esas películas solo puedo rescatar la versión que hizo Disney en 1993, dirigida por Stephen Herek y con Chris O´Donnell, Kiefer Sutherland, Oliver Platt y Charlie Sheen muy simpáticos y carismáticos en los roles protagónicos.
Ahora que acaba de estrenarse una nueva adaptación, con producción primariamente francesa, no viene mal revisar versiones previas y ahí es donde aparece la de 1973, que luego tuvo una continuación en 1974. Ya revisando los nombres involucrados, las expectativas podían ser altas: un elenco encabezado por Michael York como D´Artagnan, Oliver Reed como Athos, Frank Finlay como Porthos y Richard Chamberlain como Aramis, a los que se sumaban Charlton Heston como el Cardenal Richelieu, Jean-Pierre Cassel como el Rey Luis XIII, Raquel Welch como Constance Bonancieux y Faye Dunaway como Lady De Winter. Encima, a cargo de la dirección estaba Richard Lester, que ya en Anochecer de un día agitado, El knack…y cómo lograrlo y Help! había mostrado una notable vocación para correr los límites de la comedia y trabajar el absurdo como pocos realizadores. Sin embargo, los resultados quedan bastante lejos de lo que podría esperarse.
¿Por qué sucede esto? No porque Lester no haya tomado riesgos o por falta de compromiso por parte de los actores involucrados. Hay de hecho una gran energía en la puesta en escena y en las performances, además de una voluntad por reescribir con una perspectiva más anglosajona -e incluso británica- un material con un origen innegablemente francés en sus formas. El film se toma una gran cantidad de licencias argumentales, pero su núcleo esencial pasa por el humor físico y las situaciones disparatadas. El problema es que esa apuesta no llega a cobrar sistematicidad y coherencia: Lester acumula ideas visuales y vueltas de tuerca en el guión, tratando incluso de reformular a los personajes, pero sin un criterio consistente.
Incluso hasta puede percibirse cierta subestimación del relato original: Dumas mostraba una gran sensibilidad y habilidad para, desde la comedia y la aventura, también construir un drama sobre un grupo de hombres que se aferraban a ciertos preceptos éticos para superar las desilusiones sentimentales. A Lester solo le importa la comedia, y eso no necesariamente está mal, pero avanza con esa perspectiva en detrimento de las personalidades de los protagonistas, que en muchos casos quedan desdibujadas. Por ejemplo, durante buena parte de la película, D´Artagnan no es mucho más que un muchacho torpe y atolondrado, mientras que Athos, Portos y Aramis quedan fuera de la ecuación en una parte significativa del relato. De hecho, pareciera que Lester quiere contar muchas cosas a la vez, hasta el punto de no contar ninguna.
Igual hay hallazgos puntuales que vuelven estimulante a la experiencia: por caso, una secuencia de lucha donde un show de fuegos artificiales juega un papel preponderante; Reed mostrando un magnetismo notable como Athos; algunos pasajes cómicos bastante interesantes; y la banda sonora de Michel Legrand, que funciona a la perfección. Pero son apenas destellos en una película a la que quizás se valora en exceso. Los tres mosqueteros, en su versión de 1973, es bastante menos que la suma de sus partes.
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