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Sin novedad en el frente (1930)



EL ARTE DE LA GUERRA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Ahora que Sin novedad en el frente suscitó nuevo interés a partir de la más reciente adaptación de la novela de Erich Maria Remarque, no deja ser interesante acercarse a la primera versión cinematográfica, que allá por 1930 se estrenó bajo la dirección de Lewis Milestone y que obtuvo el Oscar a la mejor película. Aquel film, estrenado como distante cuestionamiento de la guerra que se había registrado allá en la segunda mitad de la década de 1910 (que ahora conocemos como Primera Guerra Mundial), pero también como ingenuo anticipo de lo que sucedería unos años después en Europa, es tal vez la inauguración de un modelo cinematográfico del que todo el cine posterior no se ha podido escapar demasiado, incluidas las más cercanas representaciones del cine bélico. Lo notable, eso sí, es su evidente carácter anti-belicista, expresado hasta la exasperación, incluso por un aviso previo al film respecto de que lo que se iba a ver a continuación era el reflejo de un asunto sin motivo. “La guerra es mala”, diría Milestone.

La película de Milestone se abre ante nuestros ojos como el gran espectáculo que, invariable y culposamente, busca ser. Dos personas hablan sobre la guerra, un portón se abre y vemos como telón de fondo, gracias a una cámara que nos arroja al festín, un desfile militar que infla el exacerbado discurso nacionalista. Ese aire de época se respira en la primera parte del relato, especialmente en una escena donde los protagonistas asisten a clases y son invitados por un profesor a morir por la patria. Los primeros planos expresivos de los rostros de los personajes evidencian también los modos del cine mudo que había reinado hasta no hacía mucho y del que el director era uno de sus cultores. En ese sentido, Sin novedad en el frente se debate entre la resolución por medio de las imágenes y las parrafadas literarias de sus personajes, que evidencian la presencia de la obra escrita. Sin embargo, sobresale el carácter espectacular de la puesta en escena de Milestone, con movimientos de cámara que registran el fragor del campo de batalla, pero también con instancias donde imperan los climas, fundamentalmente en aquellos pasajes tensos donde los soldados comparten la vida en las trincheras mientras afuera llueven las bombas. De la exacerbación de los primeros minutos, la película pasa a lo lúgubre, en un rictus que no evita mostrar el carácter luctuoso de la guerra. Sin novedad en el frente de 1930, a diferencia de su versión más actual, es decididamente anti-belicista; o al menos no cae en contradicciones: La violencia carece de un rasgo esteticista, es apreciada con horror.

Sobre la película, Pauline Kael escribió algo interesante: “El año 1930 fue, por supuesto, un buen año para el pacifismo, que siempre florece entre guerras; Milestone no hizo películas pacifistas durante la Segunda Guerra Mundial, ni nadie más”. Y en ese sentido se preguntó si “¿no fue tal vez más fácil hacer Sin novedad en el frente solo porque sus héroes eran alemanes? La guerra siempre parece un desperdicio trágico cuando se cuenta desde el punto de vista de los perdedores”. Con el devenir de la Segunda Guerra Mundial y los siguientes conflictos bélicos en los que se vio involucrado el ejército norteamericano, el cine de aquel país se vio contrariado entre la sentencia de que la guerra no sirve para nada, pero también por la necesidad de construir un tipo de heroísmo, para el que el relato bélico era un soporte inmejorable. Y de esta ecuación no han podido escapar, incluso, las películas más modernas que se piensan desde una mirada anti-belicista. En aquella Sin novedad en el frente de Milestone no había espacio para el heroísmo, todo era atravesado por el filtro del horror y la desesperanza.

Como decíamos, la película es un modelo cinematográfico que ha servido de imitación para todo el cine bélico posterior. Tanto en la forma de mostrar la batalla, con ampulosos travelings y subjetivas que colocan al espectador en medio de la acción, como de una violencia áspera, que da muestra de la crueldad de la guerra. Pero además Milestone inaugura, tal vez, el concepto de la imagen poética un poco cursi. Esto sucede en el último plano (filmado cuando el rodaje ya había terminado, por lo que el propio director prestó su propia mano para la escena), cuando Paul, el protagonista, quiere tomar una mariposa que encuentra en la trinchera y muere bajo las balas de los franceses. Imagen icónica que no puede dejar de evidenciar un carácter metafórico, propio de una película preocupada sobre todo en dejar claro una posición y en clarificar su tendencia didáctica. La guerra es mala.


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