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Recapitulación de The Mandalorian: The Convert

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Más que interesante episodio de The Mandalorian, aunque mayormente no dejara de funcionar como un relato de transición hacia algo más que no está todavía del todo claro. The Convert (dirigido por Lee Isaac Chung), sorprendentemente, solo se centra en Din Djarin al comienzo y al final, para apartarse durante la mayoría del desarrollo y focalizarse en el Doctor Penn Pershing (Omid Abtahi), un ex científico que estuvo al servicio del Imperio y que ahora está asentado en el planeta de Coruscant, tras haber sido incorporado a una especie de programa de amnistía en la Nueva República. Allí se ve sometido a una rutina de trabajo de oficina, sin poder aplicar sus conocimientos y en cierto modo nostálgico del lugar de relevancia que tenía dentro de las fuerzas imperiales. Eventualmente se cruza con otros ex oficiales del Imperio, también amnistiados, entre los cuales se encuentra Elia Kane (Katy M. O´Brian), con quien entabla un vínculo amistoso y al mismo tiempo melancólico, hasta que eso decanta en la posibilidad de retomar sus experimentos, pero esta vez clandestinamente y “por el bien de la Nueva República”. La narración, progresivamente, pasa del drama al thriller paranoico, con atmósferas y situaciones que recuerdan a los trayectos de los nazis que pasaron a trabajar para Estados Unidos en la posguerra o la desorientación que sufrieron los oficiales comunistas tras la caída de la Unión Soviética. Es también una exploración, ya insinuada en capítulos previos y aquí profundizada, de las grietas del sistema de convivencia de la Nueva República, de un proceso de transición donde hay individuos que quedan fuera del tejido socio-político o que se reciclan dentro de él, pero no precisamente de forma virtuosa. Eso queda bien patente con el giro final de esa subtrama, con Elia traicionando a Penn y entregándolo a las fuerzas de “reeducación” de la Nueva República, cuyos métodos tienen mucho de orwellianos y poseen no pocas reminiscencias al macartismo. La última secuencia donde vemos a Penn y Elia, con la primera profundizando la tortura del primero con un placer definitivamente cruel, mientras degusta una galleta imperial, es un claro indicador de que hay monstruos que no cambian, solo mutan y se adaptan a las nuevas normalidades. En tanto, por fuera de esta línea narrativa -que todavía no muestra un rol definido dentro del conflicto central-, tenemos el escape de Din Djarin, Bo-Katan y Grogu de Mandalore, perseguidos por una gran cantidad de naves imperiales. Finalmente, terminan reuniéndose con la tribu de mandalorianos y su líder, la Armera, acepta las pruebas brindadas por Din Djarin de que se ha bañado en las aguas sagradas de las minas de Mandalore. Tanto Din Djarin como Bo-Katan son redimidos y vuelven a tener un grupo de pertenencia, aunque el culto del que pasan a formar parte quizás no sea tan puro. Y queda pendiente, además, los objetivos de los resabios de las fuerzas imperiales, que acechan pero también han infiltrado al bando republicano. The Convert, mientras tanto, es un episodio inquietante y repleto de grises, incluso cuando abandona toda sutileza.


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