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Navalny

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Daniel Roher
Participan: Alexei Navalny, Yulia Navalnaya, Dasha Navalnaya, Zakhar Navalny, Maria Pevchikh, Christo Grozev, Leonid Volkov, Kira Yarmysh, Georgy Alburov, Anna Biryukova. Fidelius Schmid. Tim Lister, Clarissa Ward
Fotografía: Niki Waltl
Montaje: Maya Hawke, Langdon Page
Música: Marius De Vries, Matt Robertson
Duración: 99 minutos
Año: 2022
Plataforma: HBO Max


6 puntos


UNA JODITA PARA VLADIMIR PUTIN

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Alexei Navalny es un político ruso que a partir de su carisma y su manejo de las redes sociales ha logrado convertirse en el mayor opositor al presidente Vladimir Putin. Con un discurso efectivo -y efectista-, en el que denuncia la corrupción del gobierno del líder soviético y logra la adhesión de cientos de miles de ciudadanos de aquel país, se trata de un político de la nueva generación, donde lo programático e ideológico van de la mano de las formas del marketing, y eso genera una fuerte fricción en regímenes conservadores y antiguos como el que encarna el propio Putin. Tanto ascendió la figura de Navalny, que finalmente fue envenenado en 2020 -supuestamente por el Servicio Secreto ruso (algo que estaría confirmado por diversas fuentes investigativas)-, aunque sobrevivió de milagro. Tras recuperarse en Alemania y construir desde allí una figura internacional apoyada por medios como CNN (la empresa es coproductora junto a HBO de este documental), Nalvany regresó a Rusia pero fue detenido y actualmente cumple una condena en prisión.

Lo que hace el documental de Daniel Roher, explícitamente titulado Navalny, es relatar paso a paso todas estas instancias, valiéndose de una entrevista con el propio político ruso y su familia, y de una serie de investigaciones, fundamentalmente la que llevó adelante el periodista búlgaro Christo Grozev desde su sitio Bellingcat. Precisamente esto último es lo que permite el momento más revelador de la película, que resulta de la mezcla de una joda de Tangalanga, una cámara oculta del programa de Tinelli y una investigación periodística. Luego de entrecruzar cientos de datos, Grozev y Navalny llegan a la conclusión de que tienen los datos del grupo de personas que trabajaron en su envenenamiento. Navalny llama por teléfono a cada uno, pero finalmente logra lo impensado haciéndose pasar por el supervisor de un científico, que le cuenta con lujos de detalles el mecanismo que utilizaron para envenenarlo, y también los motivos de por qué fallaron. Es una escena sorprendente, incluso hilarante en su nivel de absurdo, construida con la tensión de un thriller político. Misma tensión que sucederá hacia el final, con el regreso de Navalny a Rusia. Roher demuestra la potencia de un Paul Greengrass.

Luego de aquella joda telefónica, el documental de Roher comienza a desinflarse, básicamente porque se preocupa más en construir la historia de una víctima desde una posición absolutamente subjetiva. El uso de la música es muy molesto, como molesto es el uso del montaje para connotar las diferencias entre un gobierno de villanos de James Bond y una familia de seres sensibles, los Navalny, que se juntan para darle de comer a un simpático burrito. No estoy diciendo que Navalny no sea víctima, ni que Putin no sea un ser bastante despreciable, pero sí que la película podría evitar algunos elementos para quedar menos explícita en su tendencia al relato maniqueo y parcial. La cercanía que la película logra con su protagonista funciona en determinado momento para generar una conexión fundamental, pero también le pone límites al ser demasiado apologético de su personaje.


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